El espejismo de pobreza

AutorDámaso de Lario
Páginas137-159
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EL ESPEJISMO DE POBREZA
Cuando leemos en las declaraciones solemnes y en las normas posteriores
de los colegios, que sus fundadores los crearon para estudiantes “pobres”,
nuestro imaginario contemporáneo nos lleva a pensar inevitablemente en el
mendigo, o en quien necesita de la caridad para poder subsistir. O nos vienen
a la memoria “los trabajos del estudiante” de que habla Don Quijote: “princi-
palmente pobreza… [que] no es tanta, que no coma, aunque sea un poco más
tarde de lo que se usa, aunque sea de las sobras de los ricos”1. Sin embargo,
tanto en la España de Cervantes como en la Inglaterra de Shakespeare, los
estudiantes sin recursos que ingresaban en los colegios pertenecían a una liga
distinta a la de –por ejemplo– los 6 viajeros pobres que podían acogerse a la
caridad, según el testamento del burgués de Rochester Richard Watt (1579),
siempre que no fueran pícaros o agentes de la ley: “una noche de alojamiento
gratis, atención y cuatro peniques cada uno”2.
Y tampoco se encontraban esos estudiantes entre los destinatarios del
Tratado de remedio de pobres, que escribe el canónigo catalán de Elna, Mi-
guel de Giginta, en 1579; obra dedicada al presidente del Consejo de Castilla,
Antonio Rodríguez de Pazos y Figueroa, quien precisamente había sido cole-
gial de San Clemente de Bolonia3. Un papel anónimo de 1636 no deja lugar
a dudas al respecto:
Los fundadores de los Colegios los fundaron para hombres pobres y nobles de quienes,
criados en buenas costumbres y letras, puedan seruirse los Reyes para la administración
1 Miguel de Cervantes, El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, edición del
Instituto Cervantes, dirigida por Francisco Rico, Barcelona, Instituto Cervantes·Crítica,
julio 1998 (2ª edic. corregida), p. 444.
2 En la fachada de una casa de la calle principal de Rochester (Kent) guraba to-
davía en 1996 la siguiente inscripción: “Richard Watt, Esq., by his will dated 22nd August
1579, founded this charity for six poor travellers who not being rogues or proctors may re-
ceive gratis for one night lodging, entertainment and four pence each”. La disposición de-
bía entrar en vigor a la muerte de Mary, su mujer, y fue el segundo esposo de esta, Thomas
Pagit, quién contribuyó en 1586 a que se cumpliera el deseo de Watt.
3 Puede verse Miguel de Giginta, Tratado de remedio de pobres, en Santolaria Sie-
rra, cit. en bibliografía. Para Rodríguez de Pazos, vid. Pérez Martín (b), vol. 2, pp. 855-858.
DÁMASO DE LARIO
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de justicia que no se confía sino por medio de buenos ministros: el n es heroico y santo,
más spiritual que político, pues los fundadores no pusieron la mira en la seriedad de pues-
tos sino en el fruto de que podrían ser bien educados al servicio de Dios, y de Su Magestad.
Lo demás fuera pensamiento ocioso ageno del santo pio zelo que les movio4.
De ahí que sea necesario tratar de desentrañar, de una parte, el signicado de
la norma de los colegios mayores cuando hablan de la pobreza de sus escolares.
Y de otra, el sentido real que las instituciones fueron dando a esa pobreza que,
con el paso de los años, terminó por convertirse en un espejismo, en una ilusión.
EL ESTUDIANTE POBRE
Como señalara Jaques Paquet, el estudiante universitario pobre, el pauper
scholaris, era el que “falto de medios sucientes, no podía estudiar a sus ex-
pensas, a las de sus padres o a las de terceros, sin causarles algún perjuicio”.
Ese concepto había sido ya adoptado en el Concilio de Letrán en 11795. Otra
cosa era el famulus –el criado– que, siendo estudiante, servía a un profesor,
a un estudiante rico o, curiosamente, a los prebendados de los colegios para
“estudiantes pobres”. Era considerado pauper, porque se ganaba de esa ma-
nera el pan y el alojamiento gratuito; eran estudiantes desprovistos de bienes
y sin esperanza de tenerlos, que solo podían vivir del trabajo de sus manos.
Se trataba, en denitiva, de “asalariados sin cualicar”6. En Leipzig se asi-
milaba a estos estudiantes a los omnino pauperes –absolutamente pobres–.
Y es que la universidad medieval, de la misma manera que imponía a sus
miembros una estricta jerarquía de títulos (ordo suppositorum) y de funcio-
nes, sancionaba también la existencia en la misma de “ricos” y “pobres”7, de
estudiantes ricos y de estudiantes pobres; y actuaba en consecuencia. Muchas
universidades –especialmente las germánicas– ayudaban a los estudiantes
pobres eximiéndoles momentáneamente del pago de tasas; pero se trataba de
un préstamo que debían de reintegrar al término de sus estudios. Con todo,
era un alivio económico, que permitía al estudiante diligente obtener un títu-
lo con el que tratar de mejorar su situación social8.
4 BUSA, Ms. 1925, “Discurso sobre si los Colegios Mayores de la Vniversidad de
Salamanca son de la Jurisdicción Real o Ponticia”, 1636.
5 Paquet (b), pp. 307-308.
6 Ditsche, p. 44. Vid. también Paquet (b), pp. 306-307.
7 Paquet (b), pp. 303 y 326.
8 Ditsche, pp. 46 y 49.

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