La esclavitud en los Estados Unidos y el activismo de la memoria

AutorMontserrat Huguet
Cargo del AutorUniversidad Carlos III de Madrid
Páginas75-105
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LA ESCLAVITUD EN LOS
ESTADOS UNIDOS Y EL ACTIVISMO
DE LA MEMORIA
Montserrat Huguet
Universidad Carlos III de Madrid
De la abolición (1865) a Selma (1965)
La historia de los Estados Unidos suscita una enorme curiosidad y puede que la ma-
quinaria de su producción cultural tenga parte de culpa en ello. Una razón igualmen-
te verosímil es que expresa la paradoja de la compatibilidad entre la prosperidad y la
barbarie. La historia de los Estados Unidos proporciona el ejemplo de cómo las so-
ciedades contemporáneas han sido capaces de prosperar dentro de cauces éticamente
reprobables pero económicamente saludables y convenientes en cada momento. La
vigencia de la así llamada Peculiar Institución –término que alude a la esclavitud,
sin más- hasta el nal casi de la Guerra Civil –en 1863 la Ley de Emancipación abre
el camino hacia la abolición en 1865- es un ejemplo de este contrapunto que guía
la historia de los Estados Unidos: la avenencia de la práctica de la esclavitud con la
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modernidad de la república y la democracia. Las ignominias de la paradoja (nación
y esclavitud) han sido denunciadas a lo largo de los tiempos por los activismos de la
memoria: los testimonios y las narraciones que rescatan los hechos y eligen –al dicta-
do de la sensibilidad de cada presente el curso- los enfoques preferentes.
Al entrar en el siglo XX los negros estadounidenses, ayudados por el apar-
theid en cada estado (Leyes Jim Crow), se protegían de la lesiva convivencia in-
terracial haciendo renuncia de facto a sus derechos. La hostilidad latente y sobre
todo un enorme escalón económico, educativo y legal, distanciaba los barrios de
blancos y negros, no solo en los estados de tradición esclavista. Durante las guerras
mundiales, las comunidades afroamericanas conaron en que el esfuerzo aportado
a las fuerzas armadas les ayudaría a derribar muros sociales y físicos, los de los
guetos. Pero este supuesto -común a lo largo de la historia- solo ha sido prueba
de una creencia errónea. Un siglo después de su desaparición, el legado de la es-
clavitud seguía vigente. El 7 de marzo de 1965, cien años después de la enmienda
constitucional que ponía n a la esclavitud en los Estados Unidos (los británicos se
habían adelantado en más de medio siglo), cincuenta mil personas marcharon des-
de Selma, Alabama, hasta Motgomery, la capital del estado. Los hechos que daban
pie a esta «demostración» en pro de los derechos civiles remitían al recordatorio
de la muerte tres semanas atrás y en el marco de las protestas de las comunidades
afroamericanas de un ciudadano negro: Jimmie Lee Jackson. Pero Selma iba a con-
vertirse también en un modo peculiar de recordar que cien años antes los negros
americanos todavía eran esclavos y que, pasado este tiempo, las leyes discrimina-
torias de muchos estados anulaban los derechos proporcionados por la enmienda
constitucional que abolía la esclavitud. En marzo de 1965 se multiplicaban, como
lo habían hecho cien años atrás las asociaciones por la abolición, los grupos que -la
Dallas County Voters League, la Southern Christian Leadership Council (SCLC), la
Student Nonviolent Coordinating Committee (SNCC)– en el Condado de Dallas,
Alabama, luchaban por devolver a la población negra sus derechos civiles. En todos
los casos el activismo guardaba relación con la memoria del grupo.
Por aquellos días de lucha en Selma, los historiadores también libraban su ba-
talla por abandonar los lastres de la historia tradicional con respecto a la esclavitud
y los procesos históricos post abolicionistas. El ritmo de los tiempos les apremiaba
a revisar estereotipos, actualizar temas y, sobre todo, a dar voz a los sujetos –los ne-
gros- que en los relatos sobre la esclavitud de comienzos del siglo XX eran objeto y
no actores de la narración: al hablarse de la esclavitud se mencionaban los modos de
la Institución y sus efectos, dejando en un segundo plano a los objetos de la misma,
los esclavos. La cuestión ética iba a adquirir la relevancia que –desde la época de las
campañas abolicionistas- había perdido. Muchos escritores estadounidenses, empe-

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