¿Es posible el desarrollo en América Latina, hoy? El nuevo entorno de la «desglobalización»

AutorDídimo Castillo Fernández
CargoSociólogo y demógrafo
Páginas71-86
247
¿Es posible el desarrollo en América Latina, hoy?
El nuevo entorno de la «desglobalización»
DÍDIMO CASTILLO FERNÁNDEZ*
Introducción
El tema del desarrollo como problemática social estuvo en el centro de las preocu-
paciones que dieron forma y sentido al proyecto de modernidad y a la noción de
progreso asociada a este, como posibilidad de realización humana planteada en los
siglos XVIII y XIX, o quizá mucho antes (Elguea, 1989). En sus orígenes la idea de
desarrollo estuvo, así, marcada por los procesos de rupturas con los sistemas de
valores, saberes y certezas vigentes orientados a la conquista y colonización del futu-
ro. Aunque el origen del concepto se suele ubicar en la etapa iniciada con posterio-
ridad a la Segunda Guerra Mundial, su historia es, en efecto, más remota, vinculada
al desarrollo del sistema capitalista (Wallerstein, 1999; Quijano: 2000; Esteva, 2000).
Fue en ese marco que se «inventó» el desarrollo como alternativa viable y deseable y,
vía la política de dominación de Estados Unidos, se universalizó dicha aspiración.
El concepto suele atribuirse a Harry S. Truman, presidente de Estados Unidos
en el periodo de 1945 a 1953, quien en su discurso inaugural de toma de posesión,
afirmaba que una mayor producción sería la clave de entrada a la prosperidad y a la
paz; así como la necesidad de embarcarse en un programa nuevo y audaz que ga-
rantizara los beneficios de los avances científicos y el progreso industrial para el
crecimiento de las áreas subdesarrolladas (Esteva, 2000). En dicho discurso plan-
teaba que en cooperación con otras naciones, fomentaría la inversión de capital en
áreas que necesitaban desarrollo y que el viejo imperialismo de explotación en pro-
vecho de foráneos no tenía cabida en su proyecto. Lo que preveía era «un programa
de desarrollo basado en los conceptos de trato justo y democrático» (Truman, 1949).
El planteamiento es claro: alcanzada la pa z, el vencedor, el país hegemóni co «ten-
día la mano» a las demás naciones del mundo, con lo que introducía un nuevo
esquema de control, intromisión y dominación hemisférica disfrazada, una forma
de alianza con los países subdesarrollados que le asegurara el control frente a la
esfera de influencia de la Unión Soviética y ante los riesgos de propagación del
comunismo. Harvey (2005: 116, cursivas mías) considera que el «sistema fue susti-
* Sociólogo y demógrafo. Profesor investigador de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Univer-
sidad Autónoma del Estado de México. Correos electrónicos: didimo99@prodigy.net.mx y didmocastillo
fernandez@gmail.com
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GLOBALIZACIÓN Y DESARROLLO EN AMÉRICA LATINA
tuido en 1945 por uno liderado por Estados Unidos en el que se trataba de estable-
cer una alianza global entre todos los principales poderes capitalistas» y que para
ello «era necesario compartir los beneficios de la intensificación de un capitalismo
integrado en las regiones centrales [...] e involucrarse en la expansión geográfica
sistemática del sistema (de aquí la insistencia estadounidense en la descolonización
y el “desarrolli smo” como un objetivo generalizado para el resto del mundo)».
El desarrollo es un concepto referencial general que describe, aunque no expli-
ca, un estadio dentro de otros posibles, inevitable, necesario y, generalmente, desea-
do. No hay un único concepto de «desarrollo», por lo que, en cierto modo, resulta
amorfo, dado que no precisa ninguna condición, simplemente indica un estado de
cosas y una posibilidad de cambio frente a otras. Wallerstein sostiene que en las
ciencias sociales los dos conceptos más comunes y a la vez ambiguos son los de
«sociedad», que normalmente refiere a los límites de las configuraciones nacionales
hoy claramente debilitadas, y el de «desarrollo», que «tiene demasiados significa-
dos» y que «con frecuencia significa sencillamente “más”» (Wallerstein, 1999: 117),
o sea, es impreciso. Quijano (2000: 38) reconoce que el «desarrollo» es un término
«azaroso». Esteva (2000) lo considera una palabra de contenido tenue, frágil e inca-
paz de sustanciar alcances en ámbitos precisos de lo social y económico y, menos, el
sentido del cambio. Un concepto aplicado y aplicable a casi todo. No obstante, la
vaguedad del concepto no desvirtúa su fuerza, su poder y capacidad política atra-
yente entre ricos y pobres, incluidos y marginados. El desarrollo podría asumirse,
como en efecto se suele hacer, como un proceso de cambio o transformaciones en
relación con un entorno nacional, regional, local o global y, en ese sentido, expresa
dichas dicotomías. No tendría pertinencia hablar del desarrollo sin tipificarlo, y sin
la existencia de su contraparte, representada por las sociedades, países o regiones, u
otro ámbito de lo soc ial, no desarrollados, menos desarrolla dos o subdesarrollados.
Más allá de la vaguedad del concepto, es relevante preguntarse si es posible
aún pensar el desarrollo como proyecto social o utopía. Y si es así, ¿cuáles son los
actores sociales que lo promueven? ¿Hay alguna alternativa en el marco de la
sociedad global? Algunas de las interrogantes están en relación con la supuesta
«crisis» del modelo globalizador neoliberal y la vuelta al modelo proteccionista,
centrado en el desarrollo del Estado nacional y los nacionalismos, a partir del
reimpulso del sector industrial proclamado por Donald Trump, presidente recién
electo de Estados Unidos, en las elecciones de 2016 y, conectado a ello, la posible
vuelta al «desarrollo», como opciones válidas, oportunas y necesarias.
La globalización y la viabilidad del desarrollo
El problema del desarrollo, visto así, normalmente aludió a sociedades particula-
res. Esto ya no es posible o, por lo menos, hay menor consenso al respecto. Los
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