La época de Samper: ofensiva de FARC. Guerra sucia y magnicidio de Álvaro Gómez

AutorJaime Contreras
Páginas213-225

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CAPÍTULO 12.

LA ÉPOCA DE SAMPER: OFENSIVA DE FARC. GUERRA SUCIA Y MAGNICIDIO DE ÁLVARO GÓMEZ

En efecto, a mediados de los noventa Colombia pasaba por momentos muy críticos: el Estado había perdido la capacidad de control militar de una buena parte del territorio. Si las FARC estaban intentando, con éxito variable, consolidar posiciones en el Urabá y en el Bajo y Medio Atrato, donde mayor capacidad de despliegue estaban demostrando era en el Sur y en el Oriente del país; en estas extensas áreas la guerrilla ejercía el control sobre cientos de miles de Has de cultivos de coca; y, a excepción de algunas bases militares, objetivo militar de los rebeldes, y de unas pocas ciudades, donde apenas las instituciones del Estado, tenían cierta, aunque poca, capacidad de acción, podía decirse que el Secretariado de los insurgentes era, de hecho, la máxima autoridad en todo ese enorme territorio. No puede extrañar que los Bloques Sur y Oriental de las FARC, elaborasen planes militares estratégicos que daban como muy verosímil el éxito de una ofensiva militar sobre la misma Bogotá, a partir de las posiciones guerrilleras desplegadas en la Cordillera Oriental.

Un despliegue, concebido desde esta perspectiva, requería de una estructura militar mucho más compleja que la que, tradicionalmente, tenía la guerrilla; y no solo exigía más y mejor armamento sino, también, operar con criterios propios de unas fuerzas asentadas sobre un espacio, al modo usual de un ejército moderno capaz, al mismo tiempo, de controlar un territorio sin perder movilidad; había llegado, pensaba el Secretariado, el momento decisivo de hacer realidad tal estrategia en esta parte del país. La ocasión pronto se hizo presente y, apareció cuando se decidió llevar a cabo el ataque a la base militar de las Delicias, sobre el río Caquetá, donde se asentaba, con sus 111 hombres, la Compañía C del batallón de Infantería N. 49. Esta importante base formaba parte del amplio dispositivo militar desplegado en el río Caquetá como parte de las misiones de vigilancia y prevención que, de las redes del narcotráfico, desarrollaban las Fuerzas Armadas. En el ataque que las FARC desplegaron, en esta ocasión, lograron demostrar tener sus dispositivos a punto, de modo que el plan ope-

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JAIME CONTRERAS

rativo funcionó correctamente. La guerrilla aplicó, en las fases previas al ataque, un plan de infiltración de algunas de sus cuadrillas, pertenecientes al Bloque Sur en las zonas próximas a la base, de manera que, mimetizados entre la población campesina, tuvieron la posibilidad de intimar, incluso, con los efectivos militares de la misma. Tal estrategia posibilitó un acercamiento inconcebible, al objetivo de combate, de los principales Frentes de dicho Bloque asistidos, también, por la Columna Móvil Teófilo Forero; unos y otros consiguieron, previamente, gracias a una buena acción de inteligencia, tomar posesiones en los puntos clave de acceso a la Base. En los prolegómenos del ataque, las FARC habían logrado situar a 450 guerrilleros bien pertrechados en las proximidades del recinto militar sin que la Compañía, que lo defendía, hubiese detectado el más mínimo indicio de lo que se avecinaba. En descargo de ésta, cabe decir que todavía no había conseguido asentarse del todo en la zona, tras haber sustituido, hacía apenas nada, al anterior destacamento. Era obvio que Las FARC aprovecharan al máximo tal circunstancia.

Al anochecer del 30 de agosto de 1996, una auténtica cortina de fuego caía sobre el recinto militar de las Delicias, sorprendiendo a los soldados que, a excepción de los retenes de guardia, estaban descansando. Los recursos de fuego de la guerrilla, en contraste con los de la Compañía, eran muchos y variados; allí se emplearon bombas incendiarias, morteros, lanzagranadas, una nutrida cubertura de fusiles y ametralladoras y los famosos cilindros de gas que causaban un efecto parecido al de la artillería pesada. No puede decirse que los soldados no supieran responder con valor, y que no organizaran, tras la sorpresa, una singular resistencia; sin embargo, nada pudo hacerse y, pese a la ayuda de la aviación nocturna, la base cayo en la mañana del día siguiente; habían muerto 27 militares, 16 estaban heridos y 60 fueron hechos prisioneros y desplazados hacia los nidos que la guerrilla tenía en la selva norte del Ecuador. La conmoción en las Fuerzas Armadas, y en el gobierno de la República fue traumática. Se demostraba que la eficacia del ejército, destacado en esta parte del territorio, era casi nula y quedaba a mucha distancia del accionar de la guerrilla. Los fallos se habían sucedido en cascada y sin paliativo alguno: los errores eran de la inteligencia, de la contrainteligencia, de la capacidad de organización, del desconocimiento del terreno, etc264. Para los estrategas del ejército lo que había ocurrido era grave, porque, por primera vez, la guerrilla había copado una compañía entera, y esto suponía un salto cualitativo importante en su capacidad militar. ¿Cómo era posible que 450 hombres bien armados se hubieran paseado por esa zona sin detección alguna? ¿Y qué decir de la sistemática infiltración de los guerrilleros en la población, acaso el ejército desconocía este elemental proceder de los rebeldes? Fidel y Carlos Castaño, en las autodefensas de Córdoba y Urabá, lo habían aprendido desde el primer momento, al punto que, sin escrúpulo alguno en imitarlo, sus hombres se convirtieron en auténticos maestros en el arte de la infiltración.

Pero, en cualquier caso, las cifras del fracaso de Las Delicias eran un recordatorio hiriente para todos, para el ejército y para el gobierno: el 93% de los efectivos de la Compañía había sido dado de baja y, 60 soldados estaban secuestrados; magnífica ocasión, la de las FARC, para reclamar una negociación con el gobierno que, ahora, sin duda alguna habría de ser paritaria y de tú a tú. Marulanda y sus colegas del Secretariado hicieron esta lectura del éxito en las Delicias y, los más optimistas, creyeron

264Rafael Pardo Rueda. La Historia de las Guerras…, op. cit., p. 536.

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FARC-EP: INSURGENCIA, TERRORISMO Y NARCOTRÁFICO EN COLOMBIA

que el triunfo final no era una quimera. Además los réditos propagandísticos fueron, también, sustanciosos, porque no solo los medios colombianos insistían sin cesar, en el desastre, sino que la prensa de todo el mundo puso a las FARC en las primeras páginas de todos los periódicos de Occidente, y los comentarios mayoritarios incidían en una guerrilla convertida, no solo en la primera fuerza política de oposición, sino en una estructura militar con certeras posibilidades de llegar al poder desde el uso de las armas. Por entonces “Tiro Fijo” se había convertido en la estrella de moda que todo periodista deseaba entrevistar.

Por si esto no fuera bastante, a Samper no le quedaba otro remedio que iniciar un proceso de acercamiento para conseguir liberar a los soldados, “rehenes de guerra” como los llamaba, ya, el comandante en jefe de la organización. Pero el gobierno y Samper, su propio presidente, ahora, se encontraban en una gravísima situación política de signo diferente. Se trataba de una verdadera crisis institucional del Estado, por la cual el sistema bipartidista había perdido toda su credibilidad. En Julio de 1996, poco antes del ataque del guerrilla en Las Delicias, el gobierno de los Estados Unidos canceló, unilateralmente, la visita que el Presidente Samper tenía proyectada realizar a Washington; aunque nada se decía respecto de las razones de la cancelación, todo el mundo entendían que la suspensión se debía a la causa judicial que la Fiscalía del Estado había abierto contra el Presidente al que se le acusaba de haber recibido dinero procedente del Cartel de Cali para financiar la campaña presidencial de 1994. Más allá de lo que, finalmente, determinase la justicia, la cancelación de la visita suponía un duro golpe político contra la credibilidad de Samper, pero, sobre todo, era una vejación para toda la nación porque rebajaba, a condición de sospechoso, a la máxima autoridad del Estado.

El proceso, no solo afectaba al presidente sino, también, a un buen número de congresistas, candidatos y ministros del gabinete, los cuales, todos ellos, aparecían en un expediente encontrado en la Fiscalía de Cali que aparecía definido por el número
8.000. El expediente, según se comentaba en la Fiscalía, ponía de relieve la existencia de un “pacto” entre los capos del Cartel, los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela y una gran parte de la clase política del país; dicho “pacto” precisaba que los capos financiaban las campañas electorales para cubrir los curules de las diversas instituciones del estado y, a cambio, recibían compensaciones económicas o trato favorable en las decisiones de los tribunales en relación con sus causas265El asunto venía, ya, martilleando desde principios de 1995 y, desde entonces, fue aumentando, paulatinamente, en intensidad y pruebas y, en consecuencia, la oposición, ahora, se hizo causa de la situación.

No había, entonces, personalidad más notoria en el escenario político colombiano que encabezase una necesaria oposición institucionalizada como la del senador Alvar

265El gestor de la financiación, Alberto Giraldo que trabajaba para el cartel declaró públicamente que los hermanos Rodríguez Orejuela financiaron directamente la campaña presidencial de Samper en 1994. “¿Sabes cuánta plata le dieron al presidente Samper, en el año de 1994? Diecisiete mil millones de pesos. Así, como te lo estoy diciendo. Seis mil, los Rodríguez; tres mil, Víctor Patiño Fómeque; tres mil, el marido de la Monita Retrechera, Chucho Sarria; y dos mil, los de Marlboro”. J. Giraldo. Los Rodríguez Orejuela. El Cartel de Cali y sus amigos. E. Gato. Buenos Aires. 2005, p. 62. Cit. En G. Duncan. Los Señores de la Guerra. De paramilitares, mafiosos y autodefensas en Colombia. E. Debate. Bogotá. 2015, p. 252.

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