Enfrentar la realidad y hacerlo en público. Una comparación entre Ignacio Ellacuría y David Tracy

AutorGonzalo Villagrán SJ
Páginas91-116

Page 91

La teología de la liberación y la teología pública son dos corrientes teológicas que han marchado en paralelo durante bastante tiempo, y que, por tanto, se han desarrollado independientemente la una de la otra. El haber surgido en contextos tan distantes social y culturalmente como son Latinoamérica y Estados Unidos, ha hecho que se puedan entender como opuestas o en contradicción. Sin embargo, una mirada atenta descubre en ellas una inspiración común, anterior a ambas, y una coincidencia en ciertas circunstancias de su surgimiento. Cada una es un producto lógico de la recepción del Vaticano II en sus propios contextos sociales e históricos.

En el contexto teológico español, que es el nuestro, la teología de la liberación es ampliamente conocida y tiene ya una larga historia de recepción y desarrollo local. No es así, sin embargo, en el caso de la teología pública, que ni es demasiado conocida ni ha sido citada explícitamente en la obra de los teólogos españoles. Esta diferente familiaridad con cada una de estas corrientes del mundo teológico hispano, es fruto de su cercanía cultural, histórica y lingüística con el mundo latinoamericano por un lado y de su menor conexión cultural con el mundo norteamericano por otro. Sin embargo, el em-

Page 92

peño de la teología pública de elaborar discursos teológicos sobre temas sociales que sean significativos para la sociedad pluralista moderna puede ser, hoy en día, muy importante para el entorno intelectual hispano contemporáneo. Esta propuesta de la teología pública se vuelve muy atractiva para una sociedad como la nuestra que se descubre más plural, moral y religiosamente, cada año. Ante la probable creciente presencia de los argumentos de la teología pública en nuestros foros teológicos, el poder conectar adecuadamente ambas corrientes – de la liberación y pública – es muy importante. Una buena comprensión de ambas corrientes y una buena conciencia de su interrelación puede evitar el terminar percibiendo estos dos empeños teológicos, la praxis liberadora de los oprimidos y la palabra teológica significativa para la sociedad plural, como alternativas irreconciliables.

A la hora de comprender mejor la relación entre ambas corrientes hay que tener en cuenta que pretender comparar a la teología de la liberación con la teología pública en bloque sería tan falto de rigor como artificial. La enorme pluralidad de versiones de una y otra escuela impiden cualquier consideración de conjunto de los autores adscritos a cada corriente. Es significativo, en este sentido, que la Congregación de la Doctrina de la Fe en su documento Libertatis Nuntius de 1984 al intentar valorar la corriente latinoamericana prefería hablar de “las teologías de la liberación”.1Por su parte, Harold Breitenberg mostraba, en un importante ensayo suyo, como el término teología pública se usa en un número cada vez mayor de contextos (desde textos confesionales a noticias de televisión) y con una enorme gama de significados diferentes lo que implica, para él, la existencia de una gran confusión sobre su auténtico contenido2.

Page 93

Debido a esto, tiene mucho más sentido el fijarnos en dos autores concretos, representativos de ambas corrientes y verlos en paralelo. Así tomaremos en este ensayo por un lado el pensamiento de Ignacio Ellacuría, a quien quiere homenajear este escrito y quien supone un representante principal de las teologías de la liberación; y, por otro lado, el pensamiento de David Tracy, un representante principal de la reflexión metodológica sobre teología pública en el campo católico (Breitenberg Jr., 2010; Villagrán, 2013). La comparación entre ambos autores es especialmente acertada por la cercanía en el ámbito de reflexión de ambos. Así, Ellacuría desde su ámbito propio de la filosofía reflexionó sobre las fuentes del método teológico de la liberación como veremos a continuación. Por su parte, el trabajo de Tracy se sitúa en el campo de la teología fundamental, y supone una reflexión sobre la metodología de la teología pública. Como vemos, ambos autores han privilegiado en su trabajo la reflexión sobre temas metodológicos de sus respectivas posiciones teológicas, esto permite comparar más fácilmente las posiciones de ambos.

En este ensayo comenzaré, primero, presentando breve-mente el contexto, tanto de Ignacio Ellacuría, como de David Tracy, para poder entender mejor sus posiciones respectivas. En un segundo momento describiré los presupuestos metodológicos de ambos autores para así encontrar un punto de comparación entre ambas posiciones. Posteriormente examinaré las similitudes y compatibilidades entre los presupuestos de nuestros dos autores así como los puntos de auténtica divergencia entre sus teologías. En un último apartado intentaré dar cuenta de dichas diferencias mostrando como, aun reconociendo su realidad, no suponen que las posiciones de Ellacuría y Tracy sean incompatibles.

Page 94

1. El contexto de ambas corrientes

Aunque la figura de Ignacio Ellacuría, así como las corrientes entorno a la teología de la liberación, son de sobra conocidas; no es este el caso del pensamiento de David Tracy, ni aún menos del movimiento de la teología pública, que fácilmente resultan desconocidos para la mayoría del público teológico en nuestro país. Para poder superar dicho desconocimiento, y así poder establecer comparaciones entre los métodos de sendos teólogos, no viene mal actualizar algunos puntos sobre el contexto de ambos autores que permitan entender mejor sus pensamientos y sus presupuestos.

Por una parte, la teología de la liberación se puede pensar como la recepción y desarrollo en American Latina de las intuiciones del Concilio Vaticano II. Así en la conferencia de Medellín de 1968 el episcopado latinoamericano reinterpretó las principales intuiciones del concilio en función de la realidad latinoamericana, una realidad que ellos describen como marcada por la injusticia. Estas intuiciones episcopales cuajaron en una propuesta teológica con el trabajo de Gustavo Gutiérrez en su obra de 1971, Teología de la liberación. Perspectivas (Gutiérrez, 1972).

Ignacio Ellacuría, jesuita vasco y filósofo trabajando en El Salvador, recibió esta propuesta de la liberación y la hizo suya modelándola según sus propias influencias. Así, Ellacuría trabajó sobre todo al nivel de fundamentos filosóficos de la liberación y releyó los conceptos de ésta desde el pensamiento de Xavier Zubiri, filósofo muy cercano a él y en quien encontraba inspiración. Todo su trabajo en la UCA, como profesor y rector, en diálogo con la compleja situación salvadoreña, y su muerte asesinado en 1989, muestran como Ellacuría hizo vida lo que pensaba: el cristianismo no es una teoría sino un movimiento histórico de liberación y salvación (Pikaza, 2010a).

Page 95

Por su parte, la teología pública surge de una inquietud presente en el contexto cultural estadounidense de los años 70: debido al creciente pluralismo moral y religioso, se percibía un creciente peligro de privatización de las creencias religiosas particulares, lo que resultaba contradictorio con la tradición americana (Villagrán, 2012) En este contexto el historiador luterano Martin Marty fue el primero en reclamar el desarrollo de una teología capaz de hablar de los problemas sociales y políticos de la sociedad estadounidense desde las propias fuentes de la revelación cristiana. Para reforzar su postura Marty recordaba cómo figuras preminentes de la historia y la cultura norteamericana habían contribuido a la sociedad desde sus propias confesiones religiosas particulares, por ejemplo: Jonathan Edwards, Abraham Lincoln y Reinhold Niebuhr (Marty, 1974).

El mundo católico recibió esta llamada de Marty y la inter-pretó a la luz del Concilio Vaticano II y de la vuelta a las fuentes a que éste invita. Además, el legado del trabajo del jesuita John Courtney Murray –uno de los principales redactores de la Declaración Dignitatis Humanae del Concilio Vaticano IIsuponía una tradición importante previa de reflexión sobre teología y sociedad en que ya se hablaba de una filosofía pública. Las primeras reflexiones de teólogos católicos sobre la posibilidad de una teología pública señalaron la necesidad ante todo de una fundamentación de fondo para desarrollarla. Esta fue la tarea que asumió el sacerdote diocesano neoyorquino y teólogo David Tracy, primero en la Catholic Univeristy of America y más tarde en la Universidad de Chicago.

Tracy desarrollará la que es, probablemente, la fundamentación más sólida para una teología pública de las varias que han surgido desde el surgimiento de ésta (Pikaza, 2010b) La aproximación de Tracy bebe de su maestro en la Universidad Gregoriana Bernard Lonergan y del pensamiento de Gadamer. Tracy expuso la que será su propuesta metodológica de teología pública en su obra de 1981 The Analogical Imagination, Posteriormente Tracy ha ido desarrollando su pensamiento,

Page 96

primero en diálogo con las teologías de la praxis (Tracy, 1987, 1997), y, más tarde, en la dirección del diálogo interreligioso, en concreto con el budismo (Tracy, 1990).

Esta somera visión en paralelo de ambas corrientes y ambos autores puede darnos ya alguna pista interesante sobre la relación entre estos. Así, vemos como en ambos campos existe una inspiración primera común y un objetivo similar: ambas posiciones teológicas parten desde la recepción del Concilio Vaticano II en sus respectivos entornos culturales, y ambas quieren poner en diálogo teología y vida socio-política. Por otra parte, más allá de las posiciones teóricas de uno y otro, podemos percibir como mucho de sus diferencias se debe al diferente contexto socio-histórico en que cada corriente se...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR