El emprendimiento social: ejemplos de buenas prácticas en Cataluña

AutorDr. Fernando Álvarez Gómez
Cargo del AutorProfesor de Administración de Empresas. Universitat Abat Oliba CEU
Páginas129-148

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1. Introducción

Con la perspectiva de los años podemos afirmar que lo que ha llevado a la economía a la crisis actual ha sido la manera de hacer negocios, sin preocupación por el otro, sin límites éticos y abusando del poder; junto con la creación de incentivos perversos, que han extendido y acentuado las conductas inmorales. Las empresas dejaron de medir el riesgo, las instituciones financieras financiaron lo que no tenían que financiar y los ciudadanos olvidaron la prudencia endeudándose más de lo razonable. Mientras tanto, los gobiernos vieron en todo este juego votos fáciles.

Durante los últimos años, hemos asistido a un modelo de vida y a una cultura empresarial desprovista de horizonte ético. Una cultura empresarial que ha fomentado dos tipos de comportamientos lesivos para las empresas. Por un lado, conductas imprudentes, irresponsables y fraudulentas, basadas en la infravaloración del riesgo, sabiendo que si las cosas iban mal, los costes recaerían sobre otros; por otro, se ha propiciado la maldición del cortoplacismo, un comportamiento orientado a la maximización de beneficios a corto plazo, desentendiéndose de la sostenibilidad de la empresa a largo plazo.

Todos estos factores han puesto de manifiesto la necesidad de apostar por la Responsabilidad y Sostenibilidad Empresarial (RSE), cuyos cuatro fundamentos son: clara vocación a largo plazo, propósito humanista,

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hondo espíritu emprendedor y capacidad de anticipación y adaptación a los cambios; así como por una economía que combine la generación de riqueza con el impacto social y ambiental, y que denominamos «economía social y solidaria». La búsqueda de este nuevo enfoque ha hecho que proliferen iniciativas de emprendimiento social marcadas por:

• La búsqueda de un modelo económico más humano y solidario,

• El apoyo de las instituciones públicas, privadas y académicas conscientes de la necesidad de solucionar las necesidades sociales y medioambientales mediante el fomento y el apoyo al emprendimiento.

• La existencia de un consumo cada vez más responsable, que reclama una apuesta por los valores sociales y mayor transparencia en cuanto a productos y servicios, así como la exigencia de circuitos comerciales cortos donde el papel de los intermediarios sea cada vez más un facilitador de relaciones que añaden valor, y no un coste más en las cadenas de distribución.

• Una cultura del emprendedor/a social basada en un estilo de vida que permite unir una actividad profesional con una forma de en-tender el mundo y relacionarse.

Para considerar una iniciativa como de emprendimiento social es importante valorar si crea un impacto social real. Del mismo modo que el emprendedor evalúa sus objetivos económicos, el emprendedor social revisa sus objetivos de impacto social, medioambiental y económico. Últimamente se ha ido avanzando en la evaluación económica de las iniciativas sociales, de forma que se puede medir su «retorno social de inversión» SROI (según las siglas en inglés). Cuando los fondos de capital riesgo social, las empresas, los fondos filantrópicos o las administraciones públicas invierten en iniciativas emprendedoras, buscan pruebas de la rentabilidad social que ha generado su inversión. En la metodología SROI se llega a un impacto cuantificable que se puede traducir fácilmente en valor económico.

De todas formas, el impacto social se puede cuantificar de muchas maneras. Por ejemplo, para determinar aquellas acciones que sirven para delimitar una iniciativa de emprendimiento convencional de lo que sería una iniciativa de emprendimiento social, podríamos formular las preguntas siguientes:

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• ¿Provoca cambios en los mercados y en las cadenas de valor? Es decir, genera beneficios reales para personas con pocos recursos, acceso al mercado a ciudadanos en riesgo de exclusión, cambios en la mentalidad de individuos ó revaloriza formas culturales y tradicionales.

• ¿Provoca cambios en políticas públicas o instituciones? Es decir, tiene un impacto directo en los marcos legislativos, normas, están-dares o relaciones con las grandes empresas, es una iniciativa que acepta y responde a la diversidad social y cultural, promueve la igualdad de oportunidades reconociendo y valorando las diferentes capacidades.

• ¿Cambia las condiciones de vida de las personas? Es decir, mejora sustancialmente la calidad de vida en cuanto al acceso a recursos o servicios básicos, y protege y fomenta los derechos humanos.

• ¿Provoca una cultura de cambio? Se genera un cambio en la mentalidad de la población, concienciando que todo el mundo pueda ser un motor de cambio de la sociedad.

• ¿Incorpora la innovación en sus prácticas? ¿Hay posibilidad de transferencia? Se caracteriza por ser una iniciativa que propone formas de actuación innovadoras y experiencias imitables o de las cuales se puede aprender para adaptarlas a otro contexto.

Cuantas más respuestas positivas tengamos, más significativo es el impacto social de la iniciativa, y por lo tanto la podríamos considerar con más o menos intensidad una iniciativa de emprendimiento social.

2. El emprendimiento social

Sin duda, la creación de una empresa tiene mucho de «social», los emprendedores contribuyen a crear riqueza para la sociedad, facilitan el desarrollo de nuevos puestos de trabajo, innovan, etc. Al mismo tiempo, en muchos países existen organizaciones sociales que hace ya muchos años que emprenden en áreas de intervención, que van desde proyectos medioambien-tales, pasando por el comercio justo, hasta llegar, por ejemplo, a la inclusión laboral de colectivos excluidos. Entonces, ¿A qué nos referimos cuando hablamos de emprendimiento social? Martin y Osberg (2007) han elaborado una definición de emprendimiento social muy concreta, que puede ayudar a aproximar el concepto. La definición está formada por tres componentes:

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  1. Identificación de un equilibrio estable pero injusto que causa exclusión, marginalización o sufrimiento a un grupo de personas que no tienen los medios para conseguir ninguna transformación por sí mismos;

  2. Identificación de una oportunidad de intervenir en este equilibrio injusto, a través del desarrollo de una proposición de valor, aportando creatividad y acción directa, y poniendo en entredicho el equilibrio existente, y

  3. Creación de un nuevo equilibrio que alivia las carencias del grupo de personas elegido y que, además, al ensanchar la solución, asegura un futuro mejor para la sociedad en conjunto.

Ahora bien, a partir de estos principios, el emprendimiento puede tomar varias formas, cubriendo toda la gama de grises que puede haber entre la asociación sin ánimo de lucro tradicional y la empresa tradicional. Hartigan y Elkington (2008) definen tres categorías de emprendimiento social: la ONG apalancada (leveraged nonprofit venture), la organización híbrida (hybrid nonprofit venture) y la empresa social (social business venture).

  1. La ONG apalancada se refiere a organizaciones sin ánimo de lucro cuyo impacto acostumbra a tener más alcance que el de las ONG tradicionales, y se basan en la innovación, en un liderazgo fuerte y en poner a los beneficiarios en el centro de la solución. Generalmente, cumplen las características siguientes:

    • Proveen a los colectivos más vulnerables económicamente hablando de un bien público al cual normalmente no tendrían acceso o no lo se podrían permitir.

    • Tanto el emprendedor como la organización que crea son catalizadores de cambios, con el objetivo central de empoderar a los beneficiarios para asumir la responsabilidad de la iniciativa, reforzando su sostenibilidad a largo plazo.

    • Varios socios externos están activamente involucrados, y apoyan la iniciativa tanto financieramente, políticamente como en especies.

    • El emprendedor fundador se transforma en un mascarón de proa, en algunos casos, para el movimiento o sector, a medida que otros van asumiendo responsabilidades y liderazgo.

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  2. Las organizaciones híbridas representan algunos de los modelos de negocio más innovadores para la creación de valor social o ambiental. Acostumbran a cumplir las características siguientes:

    • Cómo en el modelo anterior, pretenden beneficiar poblaciones excluidas o vulnerables y mal servidas por los mercados habituales, pero la noción de generar y reinvertir un beneficio económico sí que se prevé.

    • La organización es capaz de recuperar una parte de sus costes a través de la venta de bienes o de servicios, y, en el proceso, a menudo identifican nuevos mercados.

    • El emprendedor moviliza fuentes de origen público, privado y filantrópico bajo varias formas para sostener sus actividades.

    A medida que los gestores y los inversores tradicionales se interesan por los modelos híbridos, estos empiezan a acercarse cada vez más hacia un modelo de empresa social.

  3. La empresa social representa el emprendimiento social en el mercado, en que las personas que ponen en marcha una empresa social buscan, por encima de todo, consumar un impacto social muy definido, pero utilizan los mercados y una actividad empresarial financieramente viable para hacerlo. Los empresarios sociales crean empresas, y no hay ninguna duda que, en este acto de creación, comparten muchos aspectos comunes con los emprendedores de las empresas ordinarias, pero difieren respecto de su misión fundamental. El motor de la creación de una empresa social es el impacto social, no la aventura empresarial.

    La distinción fundamental entre emprendimiento y emprendimiento social radica, pues, en la proposición de valor. Para una persona emprende-dora, la proposición de valor consiste a servir unos mercados que pueden comprar un...

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