Creación de empleo y tiempo de trabajo

AutorJon Bilbao
Páginas05

I.- LA DECISIÓN DE CONTRATAR

1.1) LA DECISIÓN DE CONTRATAR: ELEMENTOS DETERMINANTES

Entre los empresarios no es fácil encontrar alguno que considere que por reducirse la jornada de trabajo vaya a crearse más empleo. Al contrario, son muchos los que opinan lo contrario: que a menor tiempo de trabajo, menor empleo.

Si se pregunta al empresario, es decir, a quien contrata, de qué factores depende la decisión de contratar, mencionará una serie de cuestiones muy simples. Entre ellas estará siempre presente la más elemental: el crecimiento económico. Si no se producen más bienes o servicios, no existe razón para contratar. El crecimiento es, pues, el elemento decisorio clave a la hora de decidir una nueva contratación. Ahora bien, no es el único.

En efecto, para atender las necesidades derivadas del crecimiento el empresario cuenta a su elección con distintos factores. Básicamente, se reducen a tres: capital, tecnología y trabajo. Tendrá que incorporar los tres pero la preponderancia de uno u otro sobre los demás dependerá de su costo, de su idoneidad para las necesidades que debe cubrir y de su capacidad de ser gestionado eficientemente.

En gran medida, los distintos factores de la producción compiten entre sí. No es lo mismo que los capitales sean ofrecidos por las entidades financieras en unas condiciones de devolución que en otras, con unas garantías o con otras y, tampoco, al 16% o al 3%. Tampoco el factor trabajo escapa de esta lógica. Su nivel de atractivo y de utilización dependerá del costo, es decir, del nivel salarial; dependerá de la idoneidad, es decir, de la formación suficiente para realizar aquello para lo que se contrata y de la capacidad de gestión, esto es, de la posibilidad de adaptarlo a las necesidades cambiantes de la empresa.

Si los costos del factor trabajo son altos; si su formación no es la adecuada o si las condiciones de la relación laboral se revisten de garantías y prerrogativas que dificulten su capacidad de gestión, quizá mejore la posición de quienes tienen ya un puesto de trabajo, pero con toda seguridad disminuirá el atractivo de la contratación respecto a los otros factores de la producción y disminuirán, en consecuencia, las posibilidades de dar empleo a quienes no lo tienen.

De todo esto en las empresas vascas se sabe mucho. Basta con recorrer algunos talleres para observar la sofisticación y el costo de algunas inversiones en maquinaria que podían haber sido perfectamente suplidas con unas pocas contrataciones, si su capacidad de atractivo hubiera sido suficiente.

En ninguna de estas decisiones, la duración de tiempo de trabajo se configura como un elemento decisivo a la hora de determinar la decisión empresarial de contratar. Es más, la disminución del tiempo de trabajo puede configurarse precisamente en sentido exactamente opuesto al que persigue. En cuanto que aumenta el costo del factor trabajo y, además, disminuye su disponibilidad y la consiguiente capacidad de gestión, puede configurarse como un elemento destructor del empleo.

No se trata de ninguna exageración. A la vista de los inconvenientes que generaría una jornada más corta, algunas empresas están volviendo a sopesar la posibilidad de hacer un replanteamiento total de su actual equilibrio entre los factores de la producción para volver a plantearse el maximizar la inversión en tecnologías de gran capacidad de sustitución de mano de obra.

1.2) EL TIEMPO COMO CONDICIÓN DEL TRABAJO: CONCEPTO Y EVOLUCIÓN

El que la duración del tiempo de trabajo no se configure como un elemento determinante en la decisión empresarial de contratar, no significa que el tiempo de trabajo no sea una cuestión de máxima importancia dentro de las relaciones laborales.

En efecto, el tiempo de trabajo y su duración constituye una de las condiciones básicas de relación laboral. El contrato de trabajo no es más que la prestación de un servicio durante un tiempo por una retribución. Salario y tiempo son los pilares del trabajo y constituyen sus condiciones básicas.

Esta esencialidad explica que el tiempo de trabajo y su tratamiento haya tenido una presencia constante en la regulación laboral tanto legal como convencional. Las primeras regulaciones laborales son limitadoras de la jornada de trabajo como una forma de garantizar la seguridad y la salud de los trabajadores de los riesgos derivados del cansancio.

Desde esta base, la reducción de la jornada aparece recurrentemente en todos los convenios colectivos como la lógica aspiración de los trabajadores a disponer de más tiempo libre o, en otras palabras, a mejorar sus condiciones laborales. Se inició así a principios de siglo un paulatino y continuado descenso de la jornada que llega incluso a presentarse como una tendencia “natural” hacia la “ineludible” llegada de la sociedad del ocio.

Sin embargo, a inicios de la década de los 80 la disminución se estabiliza y se produce un cambio trascendental no suficientemente resaltado. El tiempo de trabajo deja de ser una pieza de la reivindicación de los trabajadores y pasa a ser planteado desde las posiciones empresariales.

Las transformaciones que experimenta la economía mundial desde el advenimiento de lo que se ha llamado la sociedad postindustrial, ha emplazado en las empresas una exigencia constante e ineludible: la adaptabilidad permanente a un entorno en el que lo único que se mantiene es el cambio.

Pues bien, en la búsqueda de la flexibilidad necesaria, el tiempo de trabajo aparece como una herramienta capaz de proporcionar enormes dosis de adaptabilidad. En consecuencia, desde los primeros años 80 el énfasis sobre el tiempo de trabajo se traslada desde la reducción hacia la redistribución. De esta manera, el tiempo de trabajo admite una ecuación que le dota de una versatilidad y de una potencialidad extraordinaria: la de constituirse en un elemento de mejora de las condiciones de trabajo y también como un elemento de mejora de la competitividad de las empresas. Lograr que estas dos potencialidades de mejora puedan actuar simultáneamente constituye el reto básico de futuro. Tendremos oportunidad de volver a ello más tarde.

II.- EL REPARTO DEL TRABAJO

2.1) APARICIÓN Y CONTEXTO

Con la duración de la jornada estabilizada, con la iniciativa y el énfasis del tiempo de trabajo orientados hacia su reordenación, la adaptación de las economías hacia la sociedad postindustrial globalizada avanza. En este proceso de adaptación general, unas economías colapsan como las del bloque socialista, otras emergen, otras se adaptan mejorando su posición competitiva como las economías japonesas y americana y otras, como la española, no logran que el nuevo contexto económico aporte ocupación a toda su población activa. En tiempos de recesión, España pierde empleo de forma masiva, pero en tiempos de crecimiento tampoco es capaz de generar empleo suficiente.

Las causas de la incapacidad para generar empleo para toda la población que está dispuesta a trabajar, son conocidas. Ya se ha dicho que el crecimiento es la condición indispensable para crear empleo pero no es una condición suficiente. Ya se ha dicho también que, producido el crecimiento, es necesario dotar al factor trabajo del atractivo suficiente para maximizar su utilización respecto al capital y la tecnología. Y es a esto último a lo que no están dispuestas muchas de las sociedades europeas.

Todavía en muchos sitios, el trabajo sigue anclado en unos conceptos y revestido de una serie de características que son propias del entorno industrial en el que surgió, pero no de los elementos que necesita para adaptarse a la sociedad postindustrial actual. Dicho de otra forma, con las características o elementos que tiene el factor trabajo en España, el mercado sólo es capaz de observar entre el 75% y el 85% de la población activa. El resto es condenado al paro.

Ahora bien, justificar el paro como el precio de mantener un determinado modelo laboral es algo que no resulta fácil. Para evitarlo se recurre a una construcción teórica que explique la existencia del paro y que abra una vía de solución que no exija modificar las bases de un modelo que no se quiere cambiar.

Así surge la tesis del reparto del trabajo.

Los planteamientos de reparto parten de una verdad de perogrullo: el crecimiento económico no es elemento suficiente para crear empleo. Ahora bien, en vez de preguntarse de qué elementos hay que dotar al factor trabajo para incrementar su utilización, la vía por la que opta es la siguiente: Dado que no se está dispuesto a asumir el riesgo y el coste de adaptar el núcleo de las condiciones y elementos de los que se ha ido revistiendo el factor trabajo, resulta inexorable que el empleo no crezca al ritmo necesario y, además, es más que previsible que no lo haga en el futuro. En consecuencia, no hay posibilidades de crear empleo suficiente para todos los que lo demandan; ni ahora ni, mucho menos, en el futuro.

Así pues, si las condiciones de trabajo son inalterables y, por tanto, el empleo no crece o no crece suficientemente, no queda más posibilidad que repartir entre todos el empleo que exista. Pues bien, el tiempo de trabajo se constituye en el instrumento clave del reparto a base de disminuir la jornada. Toda la ecuación se formula así:

• Si una cantidad dada de trabajo se realiza por x personas en 100 unidades de tiempo, reduzcamos el tiempo y serán necesarias más personas para sacar la misma cantidad de trabajo.

Independientemente de que se formule con más o menos grado de sofisticación, lo cierto es que las tesis del reparto y de la disminución de la jornada van directamente ligadas a la incapacidad de adaptar al trabajo y a sus elementos, a necesidades nuevas y diferentes.

2.2) LOS DEBATES SUBYACENTES

Por debajo del debate sobre el reparto del tiempo de trabajo como medida de creación de empleo se ocultan concepciones, ideas e intereses muy diferentes. Estos debates subyacentes suelen mantenerse en la sombra a pesar de que su conocimiento resulta sumamente esclarecedor. Veamos.

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