Editorial. Economía, trabajo, empleo y política. Paisajes desolados

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Hay que subvertir el sentido de las palabras buscando los contenidos que encierran. Desde hace demasiado tiempo, la opinión pública y los discursos políticos aceptan como un hecho notorio y consumado –¿de manera irrevocable?– la incompatibilidad entre un marco económico estable basado en el libre mercado y un nivel digno de derechos laborales, individuales y colectivos. Es decir, se da como un fenómeno que no necesita ser probado, fuera de toda duda, que los derechos derivados del trabajo tienen que ser reducidos y en ocasiones eliminados como condición de existencia del desarrollo económico y productivo del país. Este discurso admite muchas variantes, pero es implícitamente reiterado en los discursos políticos hegemónicos, desde la Unión Europea y la coalición financiera que dicta sus políticas y las garantiza en los países de economías dependientes, hasta los que elaboran los gabinetes económicos del gobierno español, o los que sostiene una buena parte de la inteligentsia académica nucleada en torno a grupos de presión con fuerte incidencia en los programas socialdemócratas. Desde ese punto de vista, la “devaluación salarial”, el “contrato único”, la “liberalización del despido”, el “recorte del gasto social” y la “redefinición de las prestaciones sociales”, son elementos funcionales a la recuperación económica que permitirá no solo salir de la crisis, sino una fuerte creación de empleo. Lo que significa que la política debe hacer posible el crecimiento económico sobre la base de la degradación del trabajo con derechos, clave para la recuperación del empleo flexible. El razonamiento no mira hacia atrás ni ajusta las cuentas con los daños producidos ni la devastación social que ha ido instalándose en el país a partir del 2010.

Por el contrario, ya desde finales del 2013, el discurso ha ido escalando grados de auto convicción hasta llegar a niveles de euforia, sobre la base de previsiones económicas favorables y del favor que en el ambiente financiero encuentran las políticas del gobierno español. Una mirada a la hemeroteca de los primeros meses del año 2014 lo deja de manifiesto, aunque la entonación es más enfática conforme se avecina la fecha de las elecciones europeas.

Veamos algunos ejemplos extraídos de una prensa escrita que hace suyo el optimismo del poder público. “El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, renunció a ir a Davos en enero pasado. Tenía un hueco marginal en el programa que en

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La Moncloa no consideraron apropiado. Este se desquitó. En una sola jornada, el Gobierno español ha logrado reunir a lo más granado de la economía nacional e internacional en el museo Guggenheim, en Bilbao, un edificio imponente en una de las capitales de la España próspera, en una jornada a la que se ha dado en llamar miniDavos. Allí, Rajoy lanzó al mundo el mensaje de que la recuperación ya está aquí y España ha vuelto a la senda del crecimiento. El FMI, la OCDE, el Eurogrupo, la Comisión Europea y algunos de los más destacados empresarios españoles lanzaron a España más flores que las que adornan a Puppy, la escultura del Guggenheim” (El País, 3.03.14, titular: “Rajoy vende al mundo la...

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