La relación entre empleo juvenil y conducta antisocial

AutorRobert Apel
Cargo del AutorProfesor de Criminología Universidad de Albany
Páginas95-118

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1. La relación entre empleo juvenil y conducta antisocial

Casi todos los adolescentes norteamericanos adquieren experiencia laboral antes de graduarse en enseñanza secundaria. Hasta un 90 por ciento de los adolescentes se incorporan al mercado laboral en algún momento durante el trascurso de sus estudios de secundaria (Consejo Nacional de Investigación, 1998; Steinberg y Cauffman, 1995). Además del hecho de que la mayoría de los jóvenes de secundaria trabajen; investigaciones anteriores sugieren que una proporción significativa de los adolescentes empleados trabaja «muy intensamente» -etiqueta que generalmente denota un trabajo de más de 20 horas semanales (Greenberger y Steinberg, 1986). Por ejemplo, Apel (2004) descubre que esta cota de 20 horas se supera en la primavera del segundo curso de enseñanza secundaria. En el último año, aproximadamente uno de cada cuatro jóvenes empleados tiene un empleo a tiempo completo con más de 35 horas a la semana. Casi todo parece mostrar que muchos jóvenes en el momento de graduarse forman plenamente parte de la mano de obra.

La sabiduría popular sugiere que el empleo durante los años escolares proporciona una serie de beneficios para los adolescentes, y a finales de los años 70 y principios de los 80, educadores, políticos y personas legas en la materia coincidían en creer que los adolescentes se benefician al estar en contacto con el mundo laboral adulto. Las justificaciones más destacadas eran que trabajar estructura el tiempo de ocio de los jóvenes, aumenta su exposición a la figura de autoridad del adulto, fomenta la independencia y la madurez, enseña a tener responsabilidad en el uso del dinero y promueve el equilibrio entre múltiples responsabilidades (por ejemplo, Comisión Nacional sobre la Reforma de la Educación Secundaria, 1973; Comisión Nacional sobre la Juventud, 1980, Comisión Nacional sobre el High School (enseñanza secundaria) y Educación de Adolescentes 1976; Comisión sobre la Juventud del Comité de Asesoramiento Científico del Presidente, 1974). En aquel momento, sin embargo, estos supuestos beneficios carecían de base empírica debido a la escasa investigación sobre las consecuencias del empleo en los jóvenes (Ruhm, 1995). Page 96

Esto empezó a cambiar a principios de los 80. Sorprendentemente, los hallazgos de esta nueva línea de investigación contradecían la creencia por muchos defendida de que el empleo durante la adolescencia era totalmente beneficioso. Algunos de los resultados más alarmantes vinculados con el empleo juvenil eran bajas calificaciones, bajas puntuaciones en los exámenes, elevado abandono escolar, por no mencionar una amplia variedad de conductas antisociales. A este respecto, los investigadores observaron sistemáticamente que trabajar mientras se cursan estudios de enseñanza secundaria estaba asociado a niveles más elevados de mala conducta (por ejemplo, novillos, copiar, expulsiones), uso de sustancias (ej., cigarrillos, alcohol, marihuana), delincuencia menor (ej., robos, vandalismo) y delincuencia grave (ej., agresión, amenazas). Además, los investigadores llegaron a la conclusión de que los efectos secundarios negativos del empleo juvenil dependían en general de la «intensidad de trabajo» o del número de horas semanales dedicadas al trabajo. Concretamente, el trabajo intensivo de más de 20 horas semanales estaba asociado a los resultados más negativos. Sobre la base de este estudio, el prestigioso Consejo Nacional de Investigación (1998) se vio obligado a proponer que el Congreso de los Estados Unidos limitara estatutariamente el número máximo de horas de trabajo permitido a los adolescentes durante el año escolar. Concretamente, la comisión recomendaba que durante el curso escolar no se les permitiera trabajar más de 20 horas a la semana a los jóvenes entre 16 y 17 años.1 El cambio de política sugerido estaba directamente enfocado al número de horas que los jóvenes pasan en el lugar de trabajo, con la sugerencia implícita de que los trabajos de alta intensidad durante la adolescencia eran causa de varios resultados negativos.

En lo que resta de capítulo llevaré a cabo un examen detallado de las investigaciones existentes sobre la relación entre el empleo juvenil y la conducta antisocial. Primero, revisaré los estudios de los años 80 y 90 que muestran un efecto perjudicial del trabajo intensivo en relación con el consumo de sustancias y la delincuencia. Examinaré tanto la base teórica como la empírica a propósito de la petición del Consejo Nacional de Investigación (1998) de limitar más estrictamente el empleo juvenil. En segundo lugar, dirigiré la atención hacia uno de los problemas más perniciosos en el estudio de empleo juvenil y conducta antisocial -el problema del sesgo en la selección. Hay razón para creer que los primeros estudios sobre el empleo juvenil no prestaron suficiente atención a este problema. En tercer lugar, analizaré los datos más recientes sobre la relación entre intensidad del trabajo y delincuencia, los cuales abordan varias de las limitaciones de los primeras investigaciones. Veremos que esta nueva línea de investigación exige una mayor cautela a la hora de interpretar la incidencia del empleo juvenil en el comportamiento de los jóvenes de una manera causal. Finalmente, contemplaremos brevemente las investigaciones en curso las cuales ofrecen un atisbo del estudio del mercado de trabajo de los jóvenes. Page 97

2. Primeras Investigaciones sobre empleo juvenil y conducta antisocial

En varios estudios criminológicos clásicos se pueden encontrar las primeras pruebas respecto a la relación entre empleo juvenil y conducta delictiva. Hago referencia a estos estudios en tanto que constituyentes de la primera generación de estudios sobre empleo juvenil y conducta antisocial. Glueck y Glueck (1950), por ejemplo, observaron que la delincuencia oficial en el área de Boston entre los jóvenes de 10 a 17 años estaba positivamente relacionada con el empleo posterior a la jornada escolar, especialmente con el empleo diario y el trabajo en el comercio callejero. Nye (1958) halló que los niños que más delinquían, en su muestra de un colegio de Washington, ganaban dinero fuera del entorno familiar durante el año escolar (no existía relación para las niñas). Hirschi (1969) halló que la muestra escolar de chicos de raza blanca del área de la bahía de San Francisco en California, aquellos que tenían un trabajo remunerado participaban en mayor variedad de actos delictivos (las horas de trabajo no tenían relación relevante con la delincuencia). Shannon (1982) halló que los adolescentes nacidos en 1942 y 1948 en Racine, Wisconsin, que trabajaban muchas horas a la semana tenían mayor probabilidad de contar con ficha policial o de ser detenidos por delitos más graves.

A principios de los años 80 una nueva serie de estudios comenzó aprestar atención de una manera más sostenida a la cuestión de empleo juvenil y conducta antisocial. Dos factores distinguían esta nueva generación de estudios. En primer lugar, se elaboraron para examinar los efectos del empleo por sí solo, en contraste a los estudios de primera generación que examinaban el empleo entre otros muchos precursores potenciales de la delincuencia. En segundo lugar, fueron elaborados, al menos inicialmente, por psicólogos del desarrollo. Estos investigadores estaban pues interesados en el efecto del empleo juvenil en una amplia gama de cuestiones relacionadas con el desarrollo de los adolescentes, incluidas las relaciones con sus padres, implicación con grupos de iguales, niveles de estrés y rendimiento escolar, además del consumo de sustancias y el comportamiento delictivo.

Greenberger, Steinberg y Vaux (1981) llevaron a cabo el primer estudio sistemático acerca de los efectos del empleo juvenil en los casos de conducta problemática entre una muestra de alumnos de décimo y undécimo curso en los centros de enseñanza secundaria del condado de Orange, California. Descubrieron que el campo de empleo (una medida binaria para trabajadores versus no trabajadores) no guardaba por lo general relación con el consumo de sustancias, aunque la paga semanal y el tiempo pasado en los lugares de trabajo eran indicadores estables de niveles más elevados de consumo de sustancias; particularmente consumo excesivo de alcohol y marihuana. Steinberg, Greenberger, Garduque, Ruggiero y Vaux (1982) hicieron un seguimiento de los no trabajadores en este estudio y hallaron que los jóvenes que pasaban más tiempo en el lugar de trabajo tenían un año después mayor riesgo de consumir cigarrillos y marihuana que aquellos que seguían sin trabajar.

En un intento por reproducir exactamente estas conclusiones, Steinberg y Dornbusch (1991) recopilaron datos de estudiantes de educación secundaria del Page 98 norte de California y Wisconsin, llegando a la conclusión de que la alta intensidad en el trabajo estaba asociada a niveles más elevados de consumo de sustancias...

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