La emergencia de la participación ciudadana en el contexto de la globalización: hacia una estrategia relacional en el Gobierno de la ciudad

AutorJulio Alguacil Gómez
Cargo del AutorUniversidad Carlos III de Madrid
Páginas105-146
Introducción

La evolución de nuestras sociedades y los cambios que se producen en ella se están desarrollando a una velocidad tan vertiginosa que apenas nos deja un respiro para proyectar y pensar el futuro. La cantidad de innovaciones tecnológicas por unidad de tiempo cronológico se ha incrementado de tal manera que estamos en una sensación permanente de obsolescencia del presente, sumiéndonos, en consecuencia, en una incertidumbre inquietante que precisa de nuevas y múltiples estrategias combinadas capaces de orientar la acción humana en el control de los procesos de cambios social.

Esa rapidez de los cambios hace que acompañemos del adjetivo "nuevo" a nuevos fenómenos sociales y a nuevos retos. Así los nuevos movimientos sociales, las nuevas tecnologías, la nueva economía, la nueva pobreza, las nuevas generaciones de derechos, la nueva gestión pública etc. combinan un sin fin de amenazas y de nuevas oportunidades, de nuevos retos en suma, que precisan de una adaptación permanente de las formas de organización y que también ponen en evidencia importantes desajustes en los períodos de transición.

Uno de esos desajustes es el que se produce entre la política "realmente existente" y sus estructuras (gubernamentales y asociativas) respecto de los nuevos desafíos y la nueva ciudadanía en ciernes, lo que ha llevado a una creciente deslegitimación de nuestras democracias y de las organizaciones que a ellas van asociadas. Buena prueba de ello es la pérdi-Page 105da de operatividad y legitimidad que el Estado-nación esta sufriendo en el contexto de la globalización (Habermas, 2000), y los impactos negativos que la misma esta provocando sobre los espacios locales.

En este rápido y cambiante discurrir contextual se ponen de relieve nuevas (re)existencias que se arropan en un significativo rearme del concepto de participación, emplazándose éste a la construcción de una democracia participativa entendida como una democracia reflexiva y compleja. Los síntomas se evidencian en nuevas expresiones y experiencias participativas que se apoyan, entre otros fenómenos, en una enorme eclosión de organizaciones sociales, en la puesta en escena de "novísimos movimientos sociales", también denominado "movimiento de movimientos", y en innumerables experiencias innovadoras de participación ciudadana que se producen sobretodo en el ámbito de lo municipal. Todas estas manifestaciones se están originando

La nueva ciudadanía también desborda al Estado-nación

El último exponente histórico del Estado-nación es el Estado de Bienestar (Estado-providencia, Estado benefactor) que se atisba en las últimas décadas del siglo XIX en el contexto del II Reich de Bismarck y que se caracteriza por incorporar algunos beneficios sociales a las estrictas funciones políticas del Estado como mejor manera de contrarrestar el auge del movimiento obrero y de las corrientes socialistas1. El modelo termina por afianzarse tras la II Guerra Mundial con la incorporación de los postulados keynesianos al calor del crecimiento sostenido de reconstrucción y reindustrialización de posguerra y en el que caben distintas lecturas complementarias de su razón de ser. En primer lugar, se suele interpretar al Estado de Bienestar Keynesiano como un compromiso histórico entendido como el gran pacto entre clases basado en el mantenimiento de la paz social a cambio de beneficios sociales (educación y sanidad universal, pleno empleo, prestaciones sociales y pensiones, políticas de vivienda social, etc.), prestaciones que el Estado solo puede ofrecer a través de una importante regulación del mercado interno. En segundo lugar, no deja de ser un modelo fundamentalmente interesado en el sostenimiento del sistema ca-Page 106pitalista, ya sumergido en un capitalismo de consumo de masas, donde la amenaza de la presencia del bloque de países de la órbita soviética es la que motiva esa cara amable de un modelo de capitalismo social que debe evitar a toda costa la activación del movimiento obrero y el conflicto social abierto. Se puede decir con toda propiedad que los mayores beneficiados de las revoluciones socialistas, paradójicamente, no fueron tanto los trabajadores de los estados donde triunfó el proceso revolucionario, como la clase trabajadora de los países capitalistas avanzados.

El modelo keynesiano de Estado de Bienestar se encuentra estrechamente vinculado a la democracia representativa hasta el punto en que se monopoliza ésta y los derechos de ciudadanía a ella asociada, perfeccionando algunas de las características del Estado-nación. La institucionalización de la solidaridad, pero también de la acción colectiva y de la participación ciudadana, en gran medida articulada a través de organizaciones de masas como los partidos políticos y los sindicatos, se basan en procedimientos delegativos que reglamentan la separación y la distancia entre una razón de Estado y una razón de la ciudadanía, considerando a ésta última como menor de edad, desresponsabilizada o incompetente para afrontar su participación en las decisiones públicas.

Ivan Illich proponía denominar a los años centrales del siglo XX como la "Era de las Profesiones Inhabilitantes, una época en la que la gente tenia «problemas», los expertos tenían «soluciones» y los científicos median imponderables tales como «capacidades» y «necesidades»"2. Cambiemos los conceptos que expresa Illich, de "gente" por ciudadanos, de expertos por técnicos, y de científicos por políticos. Vemos ahora que la gestión de los recursos, la definición de las necesidades y la forma de satisfacerlas, y la solución a los problemas, le corresponde a una elite de especialistas (técnicos y políticos) siendo los ciudadanos meros sujetos (objetos) pasivos que se ven "beneficiados" por el buen hacer de los que tienen capacidad de análisis y de decisión.

Asi, el proceso de la construcción de la ciudadanía vinculado a la consolidación del Estado de derecho se ha fundamentado en este modelo político de democracia representativa que ha sido incapaz de incorporar plenamente a los ciudadanos en los asuntos públicos, motivando, por tanto, Page 107 una ciudadanía de naturaleza pasiva. El Estado de Bienestar no ha sido capaz de superar una perspectiva paternalista dónde las necesidades son definidas por el Estado, y dónde los derechos asistenciales, los servicios y prestaciones han terminado siendo, por su significado y por su llamada a la pasividad, un impedimento para consolidar una ciudadanía social y activa, y una participación real en las decisiones y en la construcción de los objetivos colectivos. La no implicación plena de los ciudadanos en la política y en los asuntos públicos hace de la propia política un dimensión muy vulnerable frente a los procesos económicos y territoriales propios del actual contexto de una globalización de corte neoliberal.

Precisamente su principal adscripción a la regulación del crecimiento económico, y en general a los aspectos cuantitativos y crematísticos de la sociedad, relegando a un segundo plano las dimensiones cualitativas, culturales y ambientales, repercute en un creciente desinterés y pérdida de adhesión de la ciudadanía que en buena medida explican la emergencia de nuevas formas de acción colectiva a través de los denominados nuevos movimientos sociales. Éstos nuevos movimientos, que tienen su punto de inflexión en la revolución cultural y universal de Mayo del 68 y su encadenamiento en la revolución de 1989 que proclamó el derrumbe de los estados burocráticos del denominado "socialismo real"3, incorporan a la tradicional contradicción capital-trabajo, que dio lugar al viejo movimiento obrero, otras dimensiones más culturales y cualitativas que ponen de relieve la contradicción Estado-Sociedad Civil. Así, a la clásica explotación económica se añade la perspectiva de la alienación y de la dominación cultural. Se incorporan plenamente la nueva perspectiva de los derechos civiles: de las minorías, de las mujeres, de los jóvenes, de los débiles, etc.; y algo más tarde la perspectiva de la contradición capital-naturaleza, desarrollando en su interactividad nuevas dimensiones de la democracia (económica, cultural, ambiental, reflexiva) radical.

En este contexto el movimiento ciudadano, como singularidad propia, tiene una base territorial y, por tanto, una mayor potencialidad, en un proceso de confluencia en el territorio, para incorporar de forma integral, las estrategias y objetivos de los otros movimientos sociales. Es en los ámbitos locales, particularmente en las ciudades, donde se puede percibir Page 108 una permeabilidad creciente entre los miembros activos de los movimientos sociales que ha producido en no pocas ocasiones la confluencia de esos movimientos en una perspectiva de "movimiento de movimientos". La alianza entre la "política de emancipación", que representa los viejos movimientos sociales, y la "política de la vida", que emana de los nuevos movimientos sociales, construye una perspectiva de la complementariedad que proyecta la extensión de los valores universales y permite combinar eficazmente la estrategia de la reivindicación y de la movilización a través la puesta en práctica de experiencias de acción directa, de autogestión y de gestión compartida con otras agencias como los gobiernos locales.

Así, es la conjugación entre los nuevos movimientos sociales y las redes del tejido social lo que crea condiciones que posibilitan el surgimiento de nuevas organizaciones ciudadanas, que junto a esos nuevos movimientos conforman ese complejo Tercer Sector. Mientras los denominados nuevos movimientos sociales recogen los valores de carácter...

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