Elías Díaz y los «críticos izquierdistas»: a propósito del papel del Estado en las relaciones económicas

AutorJulián Sauquillo González
CargoCatedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid
Páginas239-263

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"El infierno confería una especie de santidad a la riqueza acumulada", John Berger, De A para X. Una historia en cartas (2008).

I Unas señas de identidad diáfanas

Al profesor Elías Díaz no le agrada nada que se le atribuya "virtud" a alguien pues le parece un término de resonancias religiosas. Así que me referiré a una "cualidad" muy destaca en su posición en la vida y, quizás, la más cultivada en sus análisis teóricos. En su evolución investigadora, siempre ha destacado un abierto compromiso político de izquierdas. Por encima de su irrenunciable pluralismo ético, ha sobresalido una inalienable ubicación dentro de la izquierda. Ubicación política que requirió siempre dosis de tolerancia e incluso de llamativa paciencia -no de resignación- para convivir inevitablemente con todo el arco de ideas y creencias. Su lugar natural, en cualquier caso, fuera del que se siente incluso incómodo, está claro. A veces, no se ha llegado a explicar cómo algunos de sus seguidores hemos podido admirar la cultura, la inteligencia e incluso la maldad sofista de pensadores conservadores y, ciertamente, reaccionarios dentro de la tradición del derecho público1. Creo que conmigo es tolerante y tuvo que ampliar lo que entiende habitualmente por pensador de izquierdas. Su compromiso no es óbice alguno a su vocación científica. Se confunden quienes suponen que el ideal metodológico de "estar libre de valores" ("Wertfreiheit") significa neutralidad positivista. En su formulación original, este "desideratum" metodológico consistió en un distanciamiento metódico de los valores dominantes en la sociología académica cercana al poder establecido. La sociología comprehensiva no pretendía acabar con los valores en las ciencias sociales sino que el investigador los hiciera explícitos en el estudio cualitativo de la realidad social. El científico deja a un lado sus propios valores para posibilitar una discusión abierta sobre los valores en discusión, por ejemplo, en materia de políticas sociales. Una vez planteadas las diferentes alternativas en cuestiones sociales, siempre habrá que decidir sobre las posibilidades en cuestión. Mal podría aproximarse a diferentes aspectos de la sociedad quien no utilizara un utillaje valorativo expreso en sus conceptos2. De ahí que Elías Díaz pueda acercarse con un compromiso determinado sin merma alguna de sus aportaciones teóricas3.

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Uno de los debates sostenidos más característicos de su trayectoria intelectual es con los más críticos del sistema capitalista por la consecución de la igualdad social. Más allá de sus valiosas aportaciones, hay un trasfondo moral fundamental en Elías Díaz al que me referiré en estas páginas siguientes. El debate consiste en identificar si el Estado, en una democracia de propietario, es un instrumento regulador y redistribuidor (trasformador en un tiempo no inmediato) o es un mero mecanismo de dominación que consolida un sistema económico no igualitario4. Pero la discusión trasluce además una genuina lucha por la conquista de las "señas de identidad" de la izquierda. Identidad a la que Elías Díaz no ha querido renunciar lo más mínimo y que ha deseado encarnar en sí mismo como el primero. Sus señas de identidad más genuinas, marxistas, quedan refiejadas por escrito a sus cuarenta y cuatro y a sus cincuenta años (en dos momentos clave: entrada la transición política en España y poco después de la llegada del P.S.O.E. al gobierno, para algunos el cierre de la transición5) en debate con el pensamiento marxiano. Todavía, podemos hablar de "escritos de juventud" de Elías Díaz, ¿no? Las líneas políticas de su generación estaban muy claras y escindidas. Se trataba de materializar en uno mismo la izquierda más trasformadora de una realidad social desigual. Por ello, no ha discutido tanto con la derecha política y económica como con los "críticos izquierdistas". Además, esta identidad de izquierdas, en realidad, no la identifica con algunos autores ahí agrupados en la actualidad, como Michel Foucault, Simone Weil, Hanna Arendt o, incluso, Jürgen Habermas, no digamos con Slavoj Zizek, sino con Carlos Marx mismo y la disputa con quienes se arrogan su mejor comprensión. El núcleo de la discusión, para él, son Marx y los marxistas.

Su concepción acerca de la teoría marxista del Estado se encuentra en un trabajo sucesivamente reelaborado entre 1978 y 1984: "Marx y la teoría marxista del derecho y del Estado"6. Elías Díaz se oponía a una teoría "marxistamecanicista" del Derecho y del Estado que, tradicionalmente y en una línea positivista, había considerado a ambos fenómenos como una "supraestructura" que era determinada por los elementos económicos. Si todas las normas jurídicas, incluida la Constitución, eran refiejo de la estructura económica, el Derecho y el Estado eran epifenómenos del capitalismo actual sin posibilidad de infiuencia autónoma sobre la realidad social cara a favorecer unas condiciones más igualitarias. Son

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obstáculo a cualquier cambio social progresivo. El Derecho y el Estado para anarquistas y marxistas mecanicistas serían la encarnación del Mal pues impedirían la caída del sistema económico y ratificarían las relaciones sociales avanzadas desde la mecánica del mercado capitalista. Elías Díaz se propone en este trabajo, de una parte, rebatir que esa sea la más correcta interpretación de la teoría del Derecho y del Estado de Marx; y, de otra, replan-tear la crisis de legitimidad del Estado, capitalista o no, de nuestros tiempos. Para ello, desentrañaba una interpretación más plausible que la tradicional y preponderante en los textos de Marx, en La ideología alemana (1845, 1846), escrito con Engels, Miseria de la filosofía (1847), el prefacio a la Contribución a la crítica de la economía política (1859), el Manifiesto comunista (1848), también escrito con Engels, y la Crítica del Programa de Gotha (1857). Insistía en que para Marx el Derecho y el Estado también tienen una función positiva de cambio y trasformación social, capaz de lograr una democracia formal y real con socialismo en un sentido general. Lejos de suponer que Marx sólo había concedido mínimo estudio a la teoría del Derecho y del Estado por su carácter transitorio entre el capitalismo y el comunismo, como muchos de los "críticos izquierdistas", Elías Díaz reconstruía los elementos emancipadores de estos instrumentos de regulación social en la teoría marxista7.

Más allá de una visión instrumental del Estado y de una visión simplista de la lucha de clase, ponía de manifiesto la multiplicidad y complejidad de alianzas políticas, los confiictos de hegemonía y las resistencias de los grupos dominantes y dominados en las clases sociales, demasiado homogéneamente vistas en las interpretaciones más ortodoxas del marxismo. Elías Díaz situaba el origen de la crítica marxista del Estado en su distanciamiento y ruptura con la sociedad civil tras las revoluciones burguesas y, especialmente, tras la revolución francesa. Antes de las revoluciones burguesas, con el Antiguo Régimen, tanto las situaciones sociales como las situaciones jurídico políticas eran de desigualdad manifiesta, mientras que el Estado revolucionario crea la ficción de igualdad social y mantiene la desigualdad palmaria. Elías Díaz le reprocha al gran "maestro de la sospecha", Carlos Marx, que le parezca más preocupante la distorsión de la estricta verdad política que el progreso objetivo, aún imperfecto, que se da del Antiguo Régimen a la Revolución. La esfera de lo político surge como abstracción de lo social. Desde luego, se trata de un proceso consciente en los escritos políticos de Émmanuel Sieyés, el gran "tapado" de la Revolución, cuando delimita un cuerpo político superior y empleado en las tareas de gobierno claramente escindido del cuerpo fabril e industrioso de ciudadanos de segunda categoría8. Pero no por ello, la eliminación de las estructuras feudales deja de ser un paso adelante de gran significación en la consecución de la igualdad, algo que el autor de El Capital no deja de aceptar, y que

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Tocqueville, muy escéptico con la Revolución, admite9. Elías Díaz supone que cabe la homogeneización de sociedad civil y Estado sin que su consecución conlleve la extinción del Derecho y el Estado, supuesta algo ingenuamente por los marxistas más ortodoxos. Para ello, subraya los textos de Marx, especialmente la introducción de Engels a La lucha de clases en Francia (1848-1850), donde Marx reconsidera los medios legales de mayor eficacia que la violencia revolucionaria, propugnada por los "revolucionarios" o "elementos subversivos", para conseguir mejoras para la clase trabajadora. El autor de De la maldad estatal y la soberanía popular sitúa la persecución de la igualdad real más en la emancipadora "república democrática" -en los términos de Marx y Engels en la Crítica al Programa de Erfurt (1891)- que en la autoritaria y totalitaria "dictadura del proletariado" -tan traída por el leninismo y el estalinismo y aún dentro de las doctrinas marxistas-. Elías Díaz situaba así al Derecho y el Estado en una dialéctica histórica continuamente inacabada, en un proceso social y político siempre abierto hacia la igualdad real, en vez de en un mito milenarista de acabamiento de un tiempo de injusticias para arribar definitivamente en una nueva y paradójica versión del "Fin de la Historia". En el futuro, ni se vislumbra la desaparición del Derecho y el Estado -como predijo Marx, en alguno de sus textos- ni tendremos un futuro seguro sin revoluciones (negativas y positivas) caracterizado por reformas estrictas y rotaciones de dirigentes en las cúspides de las administraciones burocráticas -como auguró Weber-, sino un panorama mucho más incierto y convulso tras la crisis y el derrumbe...

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