La elaboración de perfiles y su impacto en los derechos fundamentales. Una primera aproximación a su regulación en el reglamento general de protección de datos de la Unión Europea

AutorAna Garriga Domínguez
Páginas107-139

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1. Datos masivos, computación ubicua, servicios online e internet de las cosas

Hace más de una década, Lawrence Lessing auguraba que Internet se convertiría en “un espacio de control ejercido, en su mayor parte, por las tecnologías del comercio respaldadas por las reglas que impone la ley”1. Lo cierto es que, como consecuencia lógica del progreso de la tecnología informática, se ha operado un espectacular desarrollo de Internet acompañado de un vertiginoso incremento del número y clase de servicios disponibles a través de la red usados por millones de personas. Esta interacción en la red va a ser seguida y analizada por diversos vigilantes, que por diferentes razones e intereses, recogen y observan nuestra actividad en los distintos servicios y redes de la Sociedad de la Información. En el mundo de la vigilancia líquida2 cada uno de nuestros comentarios, acciones o intereses es susceptible de pasar a engrosar alguno de los muchos centros de datos personales que los Estados y las entidades privadas poseen y que en numerosas ocasiones constituyen su activo y objeto de negocio principal.

Como consecuencia de las posibilidades de seguimiento de la actividad en la red y de la proliferación de tecnologías que permiten la localización y la monitorización de la actividad humana en tiempo real, nuestro mundo puede calificarse con acierto como sociedad del control3 o sociedad de la transparencia4 y, por el conjunto de actividades que se desarrollan derivadas de la incesante infiltración de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en nuestras vidas, no resulta exagerado en algunos casos hablar de posibilidades de vigilancia masiva o vigilancia total.

Debemos tener presente que con Internet se ha generalizado la recogida y tratamiento de enormes cantidades de información sobre personas. Datos que provienen, no sólo de los que nosotros facilitamos directamente a través de la información que voluntariamente subimos a la red, sino también de los rastros que dejamos de forma inconsciente. La navegación por Internet gene-

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ra gran cantidad de datos transaccionales de forma que cuando se accede a la red se deja un rastro digital y, “al ser cada vez mayor el número de actividades de nuestro quehacer cotidiano que se realizan el línea, irá aumentando la información que sobre nuestras ocupaciones, gustos y preferencias quede registrada”5. A través de «cookies remotas» o programas rastreadores se posibilita el funcionamiento de las denominadas «redes de seguimiento» mediante las que es posible seguir al usuario a medida que navega por determinados «sitios», “vigilando sus acciones, acumulando información personal, controlando cuales bienes o servicios adquiere, etc.”6. Este rastro podrá reunirse e interrelacionarse, con la consiguiente “transformación de datos en principio irrelevantes en un perfil peligrosamente público del ciudadano”7, ya que existen soportes lógicos ca-paces de buscar y recopilar todos los datos que sobre una misma persona se encuentren en la red8. La problemática derivada del tratamiento de este tipo de datos personales se complica también por que se trata de «datos invisibles» para el usuario, cuyo almacenamiento o elaboración escapan a su conocimiento y a su control9 y porque Internet implica “el riesgo de un efecto multiplicador de los atentados contra derechos, bienes e intereses jurídicos”10.

Igualmente, la digitalización en nuestra forma de comunicarnos e interactuar con otras personas, especialmente con la aparición de la web 2.0 ha tenido un impacto considerable a este respecto. La desaparición de las nociones de espacio y el tiempo en la comunicación11, las posibilidades de inmediatez en la transmisión de toda clase de actos, pensamientos, imágenes o emociones van a tener consecuencias, a veces inesperadas, para quienes se expresan en la red. Cada individuo puede ser emisor y difusor de informa-

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ción a través de las redes sociales, foros, blogs y bitácoras, que será expresada mediante textos, sonidos o imágenes propios y de terceros, acompañadas de valoraciones, descripciones y opiniones. Con la proliferación de herramientas de comunicación y de expresión, “habida cuenta de la posibilidad de «remixaje» y de bricolaje de todo lo que existe”, cada vez son mayores las posibilidades de reelaboración y descontextualización de esa información que los usuarios hacen disponible12.

Otra consecuencia de nuestra interacción online es la mezcla entre lo público y lo privado, ya que el medio digital privatiza la comunicación en la medida en que “desplaza de lo público a lo privado la producción de información”13.

La comunicación digital fomenta una enorme exposición de la vida personal de un gran número de personas, en especial a través de las redes sociales. Incluso desde antes de su nacimiento algunas personas tienen presencia en la red, por ejemplo, a través de las ecografías que publican sus padres14. La comunicación digital “fomenta esta exposición pornográfica de la intimidad y de la esfera privada”15 y unida a factores como la despreocupación y descontextualización de la información subida a la red, puede suponer que nuestra “trayectoria vital grabada en la red, se vea hipotecada por el recuerdo constante” del pasado, especialmente en el caso de los más jóvenes16. Además, la proliferación de dispositivos conectados para realizar toda clase de actividades en la red ha tenido como consecuencia que hoy nos encontramos, respecto de la cantidad de información personal disponible, ante una nueva revolución tecnológica que “no se cifra en las máquinas que calculan los datos, sino en los

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datos mismos y en cómo los usamos”17. Es decir, no sólo es relevante a efectos del rastro digital, el tipo de información que ponemos a disposición de otros en Internet, sino que otro factor importantísimo es el de su cantidad, que va suponer por sí mismo un nuevo tipo de riesgo para los derechos.

La cantidad de datos personales que hay en todo el mundo comienza a ser difícil de cuantificar y aumenta cada minuto del día. Nuestra forma de usar la red y muchos de los servicios disponibles tiene como consecuencia directa un continuo aporte de información sobre nosotros mismos. Tras un año de visitas a la red “la incansable maquinaria de registrar metadata ha acumulado miles de páginas sobre nosotros en un archivo que incluye nuestro nombre, dirección, estado civil, financiero y emocional; compras, viajes, amigos, inclinaciones políticas y predicciones acerca de nuestras vidas basadas en todo lo anterior”18. Los millones de usuarios de los diferentes servicios en Internet generan enormes cantidades de información sobre ellos y sobre terceros cada vez que los utilizan19.

En la era de los grandes datos, éstos se ha convertido en la materia prima, en una nueva fuente de inmenso valor económico y social. Los avances en la minería y análisis de datos y el aumento masivo de la capacidad informática de procesamiento y almacenamiento de datos se han ampliado exponencialmente y la información se encuentra al alcance de las empresas, los gobiernos y los individuos. Igualmente, el número creciente de personas, dispositivos y sensores que están conectados por redes digitales ha revolucionado la capacidad de generar, comunicar, compartir y acceder a los datos20.

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Las posibilidades de análisis estadístico y predictivo de los datos en la era de los datos masivos son difíciles de imaginar, “al cambiar la cantidad cambiamos la esencia”, pues al emplear todos los datos disponibles podemos apreciar “detalles que nunca pudimos ver cuando estábamos limitados a las cantidades más pequeñas”21. Hoy, señalan Craig y Ludloff, han desaparecido la barreras tradicionales para el análisis de los grandes conjuntos de datos y que históricamente habían retenido la ciencia de minería de datos y los modelos de predicción, ya que la tecnología contemporánea posibilita el almacenamiento y el procesamiento posterior de ingentes cantidades de datos a un coste relativamente barato22.

El término Big Data hace referencia a dos cuestiones íntimamente relacionadas. En primer lugar, a la gran cantidad de datos disponibles, es decir, a la existencia de un masivo volumen de datos que pueden ser utilizados con diversos fines. En segundo lugar, se alude también al conjunto de tecnologías, “que pertenecen al campo de la inteligencia artificial (y) recibe el nombre de «minería de datos»”23 y cuyo objetivo es tratar grandes cantidades de información24 empleando complejos algoritmos y estadística con la finalidad de hacer predicciones, extraer información oculta o correlaciones imprevistas y, en último término, favorecer la toma de decisiones. Así pues, cuando utilizamos la expresión Big Data nos estamos refiriendo, por una parte, a la ingente cantidad de datos, disponibles y, por otra al conjunto de herramientas y sistemas informáticos que analizan los datos buscando patrones recurrentes y correlaciones dentro del conjunto de aquellos.

Asimismo, el Big Data puede ser definido como un fenómeno cultural, tecnológico y académico, que se apoya en la interacción de la tecnología a través de la maximización de la potencia de cálculo y precisión algorítmica para reunir, analizar, vincular y comparar grandes conjuntos de datos, pero que, en último término, aportaría un elemento mitológico, entendido como la creencia generalizada de que los grandes conjuntos de datos ofrecen una forma superior de la inteligencia y que su conocimiento puede gene-

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rar ideas que antes eran imposibles, con el aura de la verdad, la objetividad y...

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