Educando para la Paz a través del reconocimiento de la diversidad

AutorSophia Herrero Rico
Cargo del AutorInstituto Interuniversitario de Desarrollo Social y Paz (IUDESP)
Páginas41-56

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Introducción

Este capítulo reflexiona sobre la posibilidad de educar para la Paz en el contexto de diversidad cultural en el que se encuentra nuestra sociedad, tomando como punto de partida la capacidad que tenemos como seres humanos para hacer las paces1y el reconocimiento de la diversidad. Este análisis lo haré en el marco del modelo de Educación para la Paz (en adelante EpP): «Reconstructivo-Empoderador» (en adelante REM) propuesto en las investigaciones que vengo realizando en el Instituto Interuniversitario de Desarrollo Social y Paz (IUDESP) y en la Cátedra UNESCO de Filosofía para la Paz de la Universitat Jaume I de Castellón.

En el comienzo del siglo XXI, los seres humanos tenemos que encarar un sin fin de problemas sociales, entre ellos las migraciones con las diferencias de creencias y estilos de vida que conllevan. Estos problemas y nuevos desafíos se reflejan también en el terreno educativo. En nuestras sociedades la distribución de salud y poder empeora cada vez más, lo cual imposibilita a la mayoría de seres humanos vivir dignamente y la realización de todo su potencial. Nuestros sistemas educativos y culturales perpetúan, lamentablemente, patrones sociales e injusticias, en los cuales todavía se reproduce el racismo, sexismo, militarismo y otras muchas formas de opresión (Barash & Webel, 2009).

En este marco reaparecen con fuerza dos factores íntimamente ligados a la EpP: 1) el de la violencia-resolución de conflictos en los centros escolares y contextos de aula y 2) el aprendizaje de la convivencia. En este capítulo nos dedicaremos a este segundo componente.

Ya sabemos que toda relación humana conlleva un determinado modelo de convivencia que comporta diferentes variables, valores, formas de organi-

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zación, sistemas de relación, pautas para afrontar conflictos, formas lingüísticas, modos de expresar los sentimientos, expectativas sociales y educativas y maneras de ejercer el cuidado, entre otras. Y esto es así porque no hay posibilidad de vivir sin convivir, los humanos somos seres sociales y precisamos de los demás para la propia subsistencia (Jares, 2006: 11). Por tanto, el aprendizaje de la convivencia se hace necesario y es inherente a cualquier proceso educativo, y así ha sido históricamente.

En consecuencia, debemos interrogarnos por el tipo de convivencia que aspiramos vivir y para la que pretendemos educar, siendo conscientes de su repercusión en el futuro. En este sentido, el informe de la Comisión Internacional sobre la Educación para el siglo XXI (1996), presidida por Jaques Delors, titulado La Educación encierra un tesoro, plantea entre los 4 objetivos principales de la educación de este siglo el aprender a convivir, junto a aprender a conocer, hacer y ser.

Por otro lado, debemos tener en cuenta que la construcción de la convivencia se realiza en muy diferentes contextos sociales: la familia, el sistema educativo, el grupo de iguales, los medios de comunicación, el contexto político dominante, el sistema socio-cultural y los espacios e instrumentos de ocio, y con interpretaciones, objetivos y estrategias no siempre coincidentes (Jares, 2006: 19). Por ello, la importancia de que todos los ámbitos educativos, formales y no formales, se dirijan en consonancia hacia la consecución de una pedagogía de la convivencia, el entendimiento y la paz. Esta educación de la convivencia es, por tanto, responsabilidad y competencia de todo el conjunto de la sociedad (Jares, 2006).

Estos temas que acabo de mencionar en los párrafos anteriores siempre han estado presentes en la historia de la EpP, pero nunca con la exigencia, preocupación y urgencia con la que se está viviendo en la actualidad debido a los altos índices de violencia en la escuela. Junto a estas preocupaciones educativas que acabamos de mencionar, también seguirá teniendo una relevancia considerable la educación intercultural. Esto se debe, en gran parte, al aumento de la inmigración que está sucediendo en la actualidad (Jares, 1999: 130). Se aclama, pues, un cambio en la educación del siglo XXI, que modifique los patrones tradicionales de vida cerrada y estática y que se abra al mejor entendimiento de todas las gentes, el intercambio pacífico y la armonía entre las distintas culturas y religiones. Educación que promueva la diversidad, la valoración de la diferencia cultural como fuente de enriquecimiento a todos los niveles y el reconocimiento de los valores, los derechos y modos de vida de las distintas culturas.

Para el desarrollo de este artículo dividiré el análisis en distintos apartados:

¿Somos violentos o pacíficos? ¿es posible educar para la paz y la convivencia?

Partimos de la hipótesis de que la violencia no es innata, sino que se aprende a lo largo de nuestras vidas. Así se ha encargado de señalarlo la

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UNESCO, particularmente con la Declaración de Sevilla de 1986 (Adams, 1992), adoptada por esta institución en 1989. Basándonos en la mencionada declaración llegamos a la conclusión de que la guerra y la violencia no son una fatalidad biológica, ya que no está determinada en nuestros genes. Podemos poner fin a la guerra y a los sufrimientos que conlleva mediante la acción común y no solo con esfuerzos independientes. De este modo, se puede afirmar que si nuestros antepasados inventaron la guerra, nosotros podemos inventar la paz. En este sentido, hace falta responsabilidad y compromiso por parte de todos los actores de la sociedad, tal como plantea (Hicks, 1993: 293) «todos nosotros, cada uno en su sitio, tenemos que cumplir con nuestro papel».

De forma sintética, Martínez Guzmán (2005: 94-95) presenta las conclusiones sobre la Declaración de Sevilla que ponen de manifiesto que la violencia es aprendida socialmente y no está determinada genéticamente.

Se dice/se cree que:

  1. La violencia y la guerra no cesarán nunca: están inscritas en nuestra naturaleza biológica.

  2. La guerra no se podrá suprimir nunca porque somos animales y los animales hacen la guerra.

  3. Hay una carga genética que influye en nuestra manera de actuar y, por tanto, en la guerra.

  4. Los animales y personas violentos viven mejor y tienen más hijos.

  5. La violencia es parte del instinto.

    Conclusiones de los Científicos en Sevilla:

  6. Se dijo y se pretendió demostrar lo mismo de la esclavitud y la dominación basada en la raza o sexo y la esclavitud se ha abolido y sabemos que puede acabar este tipo de dominación.

  7. Los animales no hacen la guerra. Además de ser animales tenemos cultura. La cultura puede conocer la guerra pero también la paz.

  8. Es cierto que los genes influyen en nuestra manera de actuar. Pero la cultura nos confiere la capacidad de moldear y transformar nuestra naturaleza de una generación a otra y esto nos hace responsables.

  9. El bien vivir, tanto en animales como personas no está relacionado con la violencia sino con la cooperación.

  10. Instinto está en desuso porque no hay parte del comportamiento humano que no pueda ser modificado por el aprendizaje, aunque se reconoce el papel de emociones e impulsos.

    Apoyándome, entonces, en esta declaración destaco que la guerra no es de naturaleza humana, no está determinada genéticamente. Por el contrario, existen una gran variedad de otros factores que creemos que afectan a nivel individual y colectivo, los cuales centran su atención en las experiencias sociales, culturales y educativas (Barash y Webel, 2009: 100), «we conclude by

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    saying that war is a human invention»2(Barash y Webel, 2009: 116). «Tanto hacer la guerra y/o la paz es responsabilidad de los seres humanos» (Barash y Webel, 2009: 187). Vemos con ello que hay soluciones y alternativas para la Paz, como decía el Presidente Herbert Hoover’s: «Peace is just around the corner»3(Barash y Webel, 2009: 219); quizás algunas no son suficientemente innovadoras, pensadas a larga distancia o creativas, otras puede que no sean prácticas o incluso factibles. Tal vez el problema es que ninguna solución o alternativa ha sido llevada a cabo con verdadero esfuerzo y hasta el final.

    The problem of peaceful accommodation in the world is infinitely more difficult than the conquest of space, infinitely more complex than a trip to the moon [...] If I am sometimes discouraged, it is not by the magnitude of the problem, by our colossal indifference to it. I am unable to understand why... we do not make greater more diligent and more imaginative use of reason and human intelligence in seeking [...] accord and compromise4(Barash y Webel, 2009: 220).

    Por tanto, con las conclusiones de esta declaración vemos las alternativas que tenemos como seres humanos para responder de otras maneras a la violencia, el desprecio y la exclusión. Tenemos otras posibilidades más respetuosas, justas y solidarias que necesitamos incluir en nuestra propuesta de EpP. En este sentido, se plantea que todos los seres humanos tenemos competencias para la convivencia pacífica.

¿Qué es coexistencia?

Coexistencia significa aprender a vivir juntos, aceptar la diversidad, e implica una relación positiva con el otro. Nuestras identidades son definidas en relación con los otros. Cuando las relaciones son afirmativas y de igualdad mejoran la dignidad, la libertad y la interdependencia. Cuando son negativas y destructivas minan la dignidad humana y nuestra propia valía; esto incluso aplicado a las personas, grupos y relaciones entre estados. Por tanto, la promoción de la coexistencia o convivencia a todos los niveles es un imperativo para el siglo XXI (Rupesinghe, 1999: 67). Una de las concepciones básicas de la cultura occidental en general y de la filosofía moderna en particular dice que algo existe solo cuando es reconocido por otra...

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