La educación en valores desde la perspectiva de los menores en situación de desamparo

AutorJosé Manuel Suárez Sandomingo
Páginas75-86

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1. ¿Qué son los valores?

Los valores son algo complejo y multilateral, por lo que para ser comprendidos deben ser concretados y juzgados en función de las consecuencias que tiene su aplicación. Los valores mantienen una relación directa entre la realidad objetiva y los componentes de la personalidad de quienes los adoptan, lo que hace necesario que las personas sean conscientes de ellos y logren expresarlos a través de sus comportamientos convenientemente. Por todo ello, es necesario que los miembros de una determinada comunidad los introspecten, pues solo así conseguirán valorarlos y de reflexionar sobre su práctica y su significación. La misión de los valores es alcanzar comportamientos coherentes que sean el resultado de aprendizajes conscientes y significativos en lo racional y en lo emocional.

2. ¿Cómo se consigue compartir los valores?

La educación está impregnada de todo tipo de elementos valorativos, no sólo con respecto a los contenidos sino también a las relaciones personales y a las relaciones con el mundo en general.

La familia, como primera comunidad en educadora del individuo, debe comprender los valores que le aportan a su/s hijo/s y lo que ellos le supondrán para la integración en su comunidad.

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3. Pautas para educar en valores desde el ámbito familiar

Para conseguir educar en valores la familia debe tener en cuenta unos objetivos claros y generales con los que poder ofrecerles a sus hijos, a la vez, una visión de conjunto pero también una aplicación específica a cada situación en la que se encuentre. Según esto, los padres deberán seguir las siguientes pautas en su educación familiar:
• Ayudar a los hijos a construir su propia escala de valores de forma autónoma, racional y coherente. Para ello, los padres han de aceptar sus iniciativas; comprenderlos en su forma de tomar sus decisiones y orientarlos en cuando se vean situaciones que no puedan resolver por sí mismos.

• Hacerles ver que deben seguir un enfoque vivencial, ya que este será una prueba evidente de que los valores que van a ir adquiriendo mediante sus propias experiencias afectivas y relacionales con los demás son las que mejor se adaptarán a las nuevas situaciones que se generen en sus vidas.

• Hacer que utilicen una perspectiva transversal, para que gracias a ello siempre esté presente el punto de vista educativo, independientemente del tema, la edad, la disciplina o el modelo de educación familiar o escolar que sigan.

• Enseñarles a ser críticos ante la información que obtengan o reciban por cualquier vía, en especial la que les llegue a través de los medios de comunicación, haciéndoles hincapié en que deberán plantearse preguntas y reflexiones sobre los distintos aspectos positivos y negativos que les aportan a sus vidas y a las de los demás.

Cuando se piensa en la educación en valores tampoco se debe olvidar que esta debe hacerse:
• En un ambiente de diálogo y, por tanto, basado en el respeto y la igualdad entre las personas que en cada momento compartan sus relaciones e interacciones.

• Propiciando y fomentando la ayuda mutua, de modo que les lleve a una colaboración participativa.

• Facilitando la participación de todos los miembros implicados, con el fin de que de ello se pueda conseguir una conciencia de igualdad.

• Empleando normas transparentes y que hayan sido pactadas y ejemplificadas, pues es más fácil mostrar una buena conducta que enseñarla.

Toda esta tarea educativa se podría resumir en unos pocos principios que han de ser compartidos por los padres:
Consistencia. Los valores deben ser relevantes, por lo que cada uno de ellos ha de enseñar de forma regular que lo que es importante siempre debe estar presente.

Firmeza. Las normas y límites deben ser estables y claros en función de la edad y las posibilidades de cada hijo o hija. Pero, sobre todo, deben transmitirse con autoridad, cariño y respeto.

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Autocontrol emocional. Es muy importante la forma en cómo se manejan las emociones de ansiedad, enfado, ira, y las maneras de reaccionar en situaciones adversas, difíciles o conflictivas, puesto que sin la calma suficiente, los aprendizajes no se transformarán en los modelos que los hijos precisarán para actuar.

Expresividad emocional. Dominar las emociones no quiere decir que no se deban exteriorizar, sino, simplemente, que las personas no deben dejarse dominar por ellas. Los padres deberán ayudar a sus hijos a que las reconozcan, a ser capaces de nombrarlas, y de gestionarlas, y, así, poder conseguir establecer una buena comunicación afectiva mediante el contacto físico, las caricias, los abrazos, las palabras ajustadas a su edad —entonación y contenido— y situación. De este modo, el hijo o la hija se sentirá seguro, aceptado y valorado, y, por tanto, capaz y firme en su forma de proceder en cada momento y situación.

Empatía. La comprensión de las situaciones por las que pasa el niño y su evaluación es fundamental para su educación. Los padres deben prestar atención a la expresión de las emociones de sus hijos, ponerse en su lugar, saber qué les ocurre y transmitirles que les comprenden y aceptan. Esto supondrá para ellos un modo eficaz para aprender a relacionarse con los demás y convivir con ellos de manera respetuosa y pacífica. La empatía es la base de la conducta social.

Mantener una buena relación. La comunicación en la pareja y con los compañeros de centro, la participación en la resolución de los problemas, el tipo de interacción que se da entre los miembros adultos, enseña a los demás el modo que se ama, es el mejor ejemplo que se les podrá dar a los niños de cómo deberán han de interactuar con los demás.

4. Las familias de los menores en situación de desamparo

Todas las sociedades consideran fundamental que la familia se implique en la protección y la educación de sus hijos para conseguir con ello que se desarrollen como personas. Sin embargo, los sistemas de protección de menores acogen a muchos niños y niñas en cuyas familias no han cumplido con esta premisa. Es por ello que el término legal con que se les define es el de menores en situación de desamparo. Una situación que está recogida en el artículo 172 del Código Civil español como la producida de hecho a causa del incumplimiento, o del imposible o inadecuado ejercicio de los deberes de protección establecidos por las leyes para la guarda de los menores de edad, cuando estos queden privados de la necesaria asistencia moral o material por parte de sus familias. Si pusiésemos en un esquema las condiciones que se generan por el incumplimiento de los deberes parentales este podría ser el siguiente (Véase tabla 1).

Como decimos, los valores de cualquier comunidad no son contenidos que se puedan enseñar fuera de los contextos, sino que están inmersos e impresos en los actos de las personas y, además, son transversales a todas sus vivencias o experiencias. Esto hace que cuando hablamos de honestidad, humildad, cooperación, etc.

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lo tengamos que hacer en relación a unas situaciones que las muestren. Y, en el caso de los menores en situación de desamparo, sus familias les han mostrado más valores negativos que positivos. Por ese motivo, sus hijos van a introspectar una serie de valores y actitudes que les llevarán a chocar con los que su sociedad ha acordado como estándares. Esto ocurre, muchas veces, debido, como dicen Besada y Puñal, a que en las familias parentalmente incompetentes las emociones son expresadas y experimentadas con una...

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