La educación de los niños en el discurso de los derechos humanos

AutorIgnacio Campoy Cervera
Cargo del AutorUniversidad Carlos III de Madrid
Páginas149-201

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LA EDUCACIÓN DE LOS NIÑOS EN EL DISCURSO DE LOS DERECHOS HUMANOS

IGNACIO CAMPOY CERVERA

Universidad Carlos III de Madrid

1. Introducción Presentación del tema

La importancia de la educación en relación con los derechos de los niños y la realidad de la infancia

La educación de los niños es una de las cuestiones principales a las que se ha de atender si se quiere tener una visión completa de cuál es la situación y, sobre todo, el por qué de la misma, en cuanto a los derechos de los niños y la realidad de la infancia en cualquier sociedad que tomemos como referencia. Es cierto que, como no puede ser de otra manera, los diferentes ámbitos de la sociedad están relacionados, la economía, los avances científicos o las concepciones religiosas, evidentemente, tienen mucho que ver con la forma en que en una sociedad se percibe a la infancia y se la considera merecedora de un trato u otro. Una labor importante, y muy complicada de realizar, es, precisamente, poder determinar lo más exactamente posible qué es lo que marca las relaciones entre los distintos elementos que configuran la realidad y si existe prevalencia de alguno o algunos de ellos sobre los demás. Las diferentes visiones que, en este sentido, se defiendan pueden aportar importantes luces para explicar la realidad existente. Así lo fue, por ejemplo, la visión nueva que supuso el pensamiento de Marx sobre las relaciones existen-

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tes entre los elementos que constituían la superestructura, como el Derecho, y los que constituían la infraestructura, determinada por las fuerzas y las relaciones de producción.

De esta manera, entiendo que la realidad vivida por la infancia en las distintas sociedades ha venido siempre determinada, en muy buena medida, por las consideraciones que se hacían en cada caso sobre cuál era la educación que los niños en cada sociedad debían recibir, y, en este sentido, la determinación de qué objetivos, qué fines, y a través de la utilización de qué medios se debía de realizar la educación de los niños. En este sentido, creo que en la comprensión de los principales sistemas que históricamente han dado una solución a la cuestión de cuál es el trato que se ha de dar a los niños en nuestras sociedades occidentales, se identifican cinco elementos que conforman cada sistema: la concepción que del niño se maneja; las relaciones que se defienden que deben de existir entre los padres y los hijos; la consideración de cuál es el interés del niño, quién ha de determinar en qué consiste y cómo se ha de conseguir satisfacer, así como establecer cuál es la importancia que debe dársele a su efectiva satisfacción frente a otros posibles intereses; las justificaciones sobre cómo, por qué y de qué manera se ha de formar a un futuro adultociudadano a través de la educación; y, finalmente, la propia consideración, indisociable de los otros elementos, de qué derechos deben reconocerse a los niños, cómo se han de proteger y quién los puede ejercer1. Todos ellos se configuran como elementos indispensables para entender adecuadamente la realidad de la infancia en cada sociedad. Sin embargo, en muchos de esos sistemas, si no en todos, el elemento central –aunque no siempre fuese así expresamente señalado– sobre el que pivotaba el sistema era, precisamente, el de la formación del futuro ciudadano a través de la educación. El resto de elementos, de forma más o menos clara, de forma más o menos expresa y abrupta, se amoldaban sospechosamente a la formación pretendida de un tipo ideal de ciudadano y, por consiguiente, de sociedad que se pretendía mantener, transformar o crear. Por eso, creo que atender a esta cuestión de la educación es atender,

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en buena medida, al corazón de las consideraciones que se hacen en las sociedades sobre cómo se ha de tratar a los niños.

Para ello, primero presentaré el problema al que nos enfrentamos, apuntando cuáles son los tres aspectos relevantes que hay que considerar: la comprensión que podemos tener sobre el significado del término educación, cuáles son, en este sentido, los problemas principales que plantea su definición; el establecimiento de una vía de consenso en cuanto a lo que cabe entender por los fines y métodos educativos; y la necesaria vinculación existente entre educación y Derecho.

¿Qué es la educación? Problemas de definición

La importancia esencial de la educación deriva de su consideración como elemento principal en la formación de la personalidad de cada individuo, y, por ello, en tanto en cuanto las sociedades están conformadas por individuos, como elemento primordial para la formación del tipo de ciudadano que ha de conformar un determinado modelo de sociedad. Como cualquier otro término del lenguaje natural, la comprensión de su significado deriva de problemas de emotividad, ambigüedad y vaguedad.

La emotividad que conlleva el término educación es siempre positiva, como demuestra el hecho de que la educación de la persona con valores o parámetros que se consideren inadecuados son señalados como constitutivos de una mala educación o con otros términos que pueden tener un significado emotivo negativo, como son, por ejemplo, aleccionamiento, adiestramiento o adoctrinamiento.

En este sentido, hay que estar prevenidos, pues cualquier formación que se pretenda realizar de la persona siempre irá revestida con el nombre de educación, e incluso postulándose como la “buena” o “adecuada” educación. Lo que también significa una conexión con los problemas de ambigüedad del término. Sin embargo, por concretar, podemos utilizar los distintos significados que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española da al término educar; y, en este sentido, es claro que el que aquí trato es el de “Desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc.”.

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Las dimensiones connotativa y denotativa de la vaguedad del término educación están, como siempre, en una relación directa, cuantos más elementos utilicemos para identificar el significado del término educación más estrechamos la vaguedad intensional y extensional del término. Pero hay que tener cuidado, no sea que se exija el cumplimiento de elementos identificadores del término que impidan hablar adecuadamente de educación para acciones que claramente entendemos que forman parte del mismo. Por una parte, es claro que cuantas más fuentes entendamos que son las que producen educación, más campo de la realidad entendemos que es abarcable con el significado del término educación y más cierta será la anterior afirmación de que con ella se consigue la formación de la personalidad del individuo. En esa línea podría llegar a sostenerse que es fuente de la educación cualquier formación del individuo, independientemente de por que vía se produzca; así, se entiende por algunos que la formación - educación proviene de cualquier experiencia vital, y se dice, por ejemplo, que de los fracasos o éxitos profesionales o personales, uno aprende, y de esta manera se forma como persona. Y, por otra parte, cuanto más nos alejemos de esa comprensión totalizadora de fuentes educativas, evidentemente, menos cierta será, en un sentido amplio, la anterior afirmación; pues la formación de la personalidad de cada individuo tendrá que entenderse compartida además de por la realizada a través de las fuentes que ahora consideremos como educativas con todas las otras fuentes conformadoras de la personalidad que ahora han de quedar fuera de la definición de educación.

Es cierto que esos problemas del lenguaje siempre persisten en alguna medida, pero también que no impiden dar definiciones estipuladas que resulten operativas. Aunque siempre podamos predicar del término educación los problemas de emotividad, ambigüedad y vaguedad, quedando siempre confusos en alguna medida los contornos de lo que se ha de entender que significa la educación de una persona, creo que podremos consensuar sin problemas que ni la máxima extensión de su significado será nunca totalizadora de la formación de la personalidad del individuo, siempre quedarán fuera diferentes fuentes conformadoras de la personalidad del individuo –como los genes o, quizás, las reacciones psicológicas propias de cada individuo–, ni tampoco la mínima extensión de un significado operativo puede quedar anulado –pudiéndose entender siempre

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como educación al menos la educación formal recibida por el individuo a través de enseñanzas proporcionadas por personas profesionalmente dedicadas a ello, conforme a un determinado programa, con las que se pretende instruir a los individuos–.

Una definición de consenso en cuanto a fines y métodos educativos

Hay, pues, que decantarse por alguna solución, ante las diferentes posibilidades que se nos abren, para concretar el significado del término educación entre su máxima y mínima expresión, y entiendo que un buen punto de partida es buscarlo entre las soluciones que se aceptarían sin problemas en nuestras actuales sociedades occidentales. En este sentido, quizás nos sirva de guía la primera acepción que de dicho término señala el Diccionario del español actual, dirigido en 1999 por Manuel Seco: “Formar intelectual y moralmente [a una pers.] para convivir en sociedad”. En esta definición están explícitamente presentes los dos elementos que antes apuntaba, aunque yo creo que habría que darles algún matiz relevantemente diferente: el elemento de la formación de la personalidad del individuo (aquí determinados por los elementos intelectuales y morales, y que yo creo que hay que ampliar a otras consideraciones que son necesarias para atender a la formación de la personalidad del individuo), y el elemento social (aquí señalado con la convivencia social, y que yo creo que es necesario ampliar a través de la...

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