Editorial: Vocación

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Dícese de alguien que tiene vocación, cuando se siente llamado a algo. Se puede tener vocación de servir a una religión, de curar a los demás, de jugar al fútbol, de juzgar e incluso de delinquir. Al buscar dicha palabra en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, ‘vocación’ es sinónimo de ‘advocación’, y de ésta lo es ‘abogado’, entendiendo que abogado es el que habla por otro, o utiliza su voz en nombre de otro, el que patrocina , tutela o protege. Ninguna otra profesión entre las muchas existentes tienen esta ligazón con la palabra vocación.

Curiosidades aparte, lo que no nos cabe la menor duda, a los que ejercemos este digno e ilustre oficio es que, en él, la vocación es necesaria por encima de otras aptitudes que se pueden ir adquiriendo y perfeccionando con el tiempo, pero la vocación o se tiene o no se tiene y si no se tiene, poco durará el sujeto siendo abogado.

La vocación se necesita porque da la fuerza y el aguante necesario para soportar tantas cosas, desde clientes ingratos hasta sentencias injustas (y no seguimos en la enumeración porque es extensa). El que no es capaz de resistir en los difíciles comienzos, los difíciles intermedios y los difíciles finales del abogado (ya que fácil no hay nada en esta profesión, ni siquiera los años que dan la experiencia pueden dar tranquilidad), en los que al duro trabajo le acompañan contadas dichas, acabará dejando este oficio y dedicándose a otros menesteres.

Pero si hay vocación, seguirá luchando contra viento y marea, sabedor de que la Justicia existe, aunque a veces, además de ciega nos parezca invisible, y que hay personas que necesitan abogados que los defiendan cuando ellos no...

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