EDITORIAL:Introducción al Proyecto Futuros

AutorJ-M Cadiou
CargoDirector, IPTS

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El Proyecto Futuros es un importante ejercicio de prospectiva realizado por el IPTS. Examina las implicaciones de las fuerzas motrices clave que afectarán a la tecnología, a la productividad y al empleo, en la Europa del año 2010. Estas fuerzas actuarán tanto a nivel europeo como a nivel mundial. En Europa, existen tres grandes fuerzas económicas y políticas. El euro se convertirá en la principal moneda de Europa. Se habrá completado la primera ronda de incorporaciones de nuevos países a la UE. El Mercado Unico y la liberalización de los mercados que lleva consigo continuará consolidando a Europa como el mercado más rico del mundo. En cuanto a las fuerzas sociales, Europa se enfrenta con el desafío del envejecimiento demográfico, que presionará sobre las pensiones y sobre la asistencia sanitaria y hará indispensable el reciclaje de los trabajadores de más edad.

El proyecto también considera tres fuerzas motrices mundiales. Dos son de carácter tecnológico: las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y la revolución genética, que está transformando las ciencias de la vida. La tercera fuerza mundial es el medio ambiente, que sin duda tendrá un impacto significativo sobre la tecnología, sobre la competitividad y sobre el empleo, en la próxima década.

Este número especial del IPTS Report, sobre "Europa en el año 2010", ofrece los resultados de la primera fase del Proyecto Futuros. Hasta ahora, han colaborado en el proyecto más de 120 expertos de la Industria, el sector académico, los estados miembros y la propia Comisión. Cada experto ha participado en una serie de paneles de discusión y en la redacción de diversos informes. Los informes de los paneles examinan cuatro de las principales fuerzas motrices mundiales y europeas: las tendencias demográficas y sociales; las tecnologías de la información y la comunicación; las ciencias de la vida y las fronteras de la vida; y los recursos naturales y el medio ambiente. En este número especial se transmiten algunos mensajes clave de esos paneles. Además, este número incluye un artículo sobre la ampliación de la UE, tomado del proyecto "Escenarios Europa 2010", desarrollado por la Unidad de Estudios Prospectivos. Esta introducción trata de ofrecer una visión general del Proyecto Futuros. Se basa en los principales resultados de los cuatro informes de los paneles para definir los principales desafíos con los que se va a enfrentar Europa en los diez años próximos.

Refiriéndonos, en primer lugar, a las fuerzas motrices demográficas y sociales, una característica definitoria de la Europa del año 2010 será que la media de edad de su población va a ser significativamente más alta. Esto se reflejará, en primer lugar, en la población activa, en la que el número de trabajadores de más edad (55-64 años) comenzará a superar al de los más jóvenes (20-29 años), a partir del año 2007. Pero el número de jubilados aumentará también. La edad media de jubilación en Europa ha estado disminuyendo hasta hace poco, lo que, unido al aumento de la esperanza de vida, significa que un trabajador varón se jubila hoy con la perspectiva de vivir de 8 a 11 años más, frente a los 2 o 3 años de la década de los 60.

El envejecimiento de la población europea crea presiones sobre los servicios públicos, en especial sobre la asistencia sanitaria, las pensiones y la educación. Una población de más edad significa mayor gasto en asistencia sanitaria, especialmente para los enfermos crónicos y para los costosos tratamientos del final de la vida. Además, al disminuir el número de jóvenes que se incorporan a la fuerza laboral, habrá que reorientar sustancialmente los sistemas de enseñanza y formación, para hacer frente a la creciente demanda de reciclaje. Esta transformación exigirá cambios radicales en el sector de la educación y formación regladas, pero todos los participantes tendrán que jugar un papel activo. Los empresarios tendrán que reinvertir en la actual fuerza laboral mucho más de lo que lo han hecho hasta ahora y, recíprocamente, los trabajadores de más edad tendrán que aprovechar las oportunidades de reciclaje para mantener su capacidad de empleo.

Hasta el año 2010 es de esperar que la población activa se mantanga relativamente estable en la mayor parte de Europa, para disminuir después. Esta estabilidad depende de que los trabajadores puedan conseguir puestos de trabajo durante toda su vida activa, lo que no siempre ocurre hoy día, ya que, en muchos países, se dan altas tasas de desempleo entre los trabajadores de más edad. También será necesario que continúe la tendencia a una creciente participación de la mujer en el mercado de trabajo. De hecho, las previsiones apuntan a que la mayoría de las nuevas incorporaciones al mercado laboral serán mujeres.

Pero tampoco se puede garantizar este aumento continuo de la participación de la mujer, porque la aparición de una "Sociedad Mosaico" significa que los patrones de trabajo y de forma de vida serán menos predecibles para todos, pero especialmente para las mujeres. Las fronteras entre el trabajo y la vida se están desdibujando. Los trabajos estables son cosa del pasado. Las familias se separan debido a la mayor movilidad, a la mayor independencia económica de la mujer y a las tasas crecientes de divorcios. Estas tendencias, actuando conjuntamente, significan que ya no se puede suponer que se mantengan los papeles tradicionales en la familia y en el trabajo. Muchos padres tendrán que compaginar responsabilidades entre el trabajo y la familia. Habrá más hogares unipersonales y más familias monoparentales. La "Sociedad Mosaico" provocará inevitablemente una profunda reconsideración de las instituciones sociales (pensiones, desempleo y bienestar, formación y servicios sanitarios) que responda a las demandas más complejas de una población más variada y cambiante.

Entre tanto, la necesidad de reinvertir en la actual población activa se verá acentuada por los espectaculares avances tecnológicos de los próximos diez años. Los ciclos tecnológicos se están acortando continuamente, hasta el punto de que un reciente informe de la OCDE sugiere una vida media de los conocimientos de sólo 3,5 años. Para mantenerse, Europa tendrá que actualizar continuamente las aptitudes de sus especialistas tecnológicos y garantizar una difusión general de los conocimientos sobre las TIC. El envejecimiento de la población activa contribuye a este desafío, aumentando la demanda de formación y elevando, al mismo tiempo, su importancia.

Pero los datos indican que Europa está "perdiendo el tren" de la llamada "economía digital". El reciente crecimiento explosivo de Internet se basa, casi completamente, en tecnologías norteamericanas y en empresas del mismo país, como Intel, Microsoft, Netscape, Cisco y Sun. Asimismo, en torno al 80 % del comercio electrónico se realiza actualmente en Estados Unidos; el desfase europeo en este campo es de unos 5 años. Dadas las grandes ventajas económicas que podrán obtener quienes sean los primeros en actuar, las empresas europeas necesitan identificar áreas donde puedan competir y moverse deprisa para obtener los beneficios de esta nueva revolución de la información.

Un sector donde Europa puede tener fuerza, como se subraya en el informe del panel sobre las TIC, es en la futura "Informática Ubicua": la idea es que los ordenadores van a ser pronto tan baratos y corrientes que se encontrarán en todas partes, desde en las paredes y los muebles hasta en los vestidos. La Informática Ubicua estará basada en redes de minúsculos sistemas incorporados. Si la ley de Moore (que dice que la complejidad de los circuitos se duplica cada año, para un mismo coste) continúa siendo válida en el año 2010, se podrá disponer de "sistemas en un chip", de bajo coste, para incorporarlos a cualquier superficie sólida. Estos sistemas se conectareán en red, de modo que se puedan controlar y mantener a distancia. Muchos de ellos serán sensores o accionadores, que porporcionarán una capacidad psicomotora al sistema nervioso de Internet. Las interfaces también cambiarán. Los teclados seguirán siendo importantes, pero también habrá muchos dispositivos controlados por la voz y por reconocimiento de caracteres. Estas técnicas alternativas de entrada de datos permitirán aplicaciones autónomas y de manos libres. Se dispondrá de capacidad informática, sea cualquiera la actividad que se esté desarrollando, como conducir, pasear, correr o cualquier otra. La consecuencia será una explosión de nuevos dispositivos, aplicaciones y servicios.

Esta nueva ola de TIC representa una oportunidad para Europa. Europa dispone ya de algunos actores de nivel mundial en industrias importantes, como las telecomunicaciones móviles, los ordenadores portátiles o los sistemas integrados en la electrónica para automoción y la electrónica de consumo. Además, la Informática Ubicua puede evitar situaciones de monopolio, como el "Wintelismo" (Windows + Intel), que ha dominado el establecimiento de normas en la industria de los PC. Simplemente habrá demasiados participantes en demasiadas industrias para que pueda producirse una situación de este tipo. Sin embargo, para mantener el juego abierto, hace falta un liderazgo decisivo por parte de la industria y esfuerzos políticos complementarios. A pesar del Mercado Unico, hay muchas normas administrativas, jurídicas y técnicas incompatibles. En la Sociedad de la Información, conectada a nivel internacional, tales islas inhiben la innovación y la inversión. Por ejemplo, existen en la actualidad en Europa 22 normas diferentes de tarjetas inteligentes y muchos sistemas distintos de pago electrónico. Nadie sabe cuál triunfará; nadie sabe en quién confiar o cómo quedarán mejor protegidos sus derechos. Hay margen abundante para la duda. Quizás sea hora de que las administraciones asuman el liderazgo, adoptando una "Carta Digital" que las obligue a realizar operaciones en línea, a utilizar normas comunes y a garantizar que el comercio electrónico es seguro para hacer negocios. El peso de la administración pública en la economía puede, pues, servir de fuerte estímulo para la inversión y la innovación.

Volviendo ahora al área de las ciencias de la vida, es claro, incluso para un observador casual, que aquí también se está produciendo una revolución tecnológica. En medicina, los avances en genética humana pueden transformar la asistencia sanitaria, proporcionando tratamientos mejores y más rentables. Pero también habrá expectativas cada vez mayores. La prolongación de la vida creará una gran demanda de paliativos eficaces de las enfermedades crónicas que, indudablemente, serán endémicas en una población que envejece. Una vez más, la base consistirá en rediseñar los servicios de asistencia sanitaria para responder a estas demandas y expectativas cambiantes, con objeto de elevar la calidad mientras se resiste, en la medida de lo posible, la insistente presión hacia la elevación de los costes.

Otro desafío importante para Europa es la aplicación de las nuevas biotecnologías en el sector agroalimentario. Los europeos parecen más reacios que los norteamericanos a aceptar la presencia de productos modificados genéticamente, en los alimentos. Esto es comprensible, dado que aún no se han comprobado los riesgos a largo plazo para la salud y para el medio ambiente, si es que tal comprobación es posible. Sin embargo, en la economía mundial es virtualmente imposible eliminar tales productos, mientras que la lentitud en la adaptación de la legislación puede socavar la posición competitiva de las empresas europeas. Esto suscita un problema político importante: cómo asegurar a los ciudadanos europeos que se han tomado medidas adecuadas para proteger su bienestar, al tiempo que se evita la pérdida de competitividad en un sector industrial estratégico. Una vía posible sería dar a los consumidores la posibilidad de elegir, mediante un etiquetado claro de los productos modificados genéticamente, complementado, desde luego, por una mejor investigación e información sobre los riesgos. En último término, el problema exige un diálogo constructivo y abierto entre todas las partes interesadas: la industria, los biotecnólogos, los especialistas sanitarios y el público en general.

La respuesta europea a los problemas mundiales ocupa también un lugar importante en el campo medioambiental. El ejemplo del Protocolo de Kyoto sobre el control de los gases de efecto invernadero muestra claramente los distintos enfoques políticos de Europa y Estados Unidos. Después de Kyoto, la Unión Europea se ha constituido en campeón de la protección del clima. Pretende demostrar su compromiso en este terreno, consiguiendo internamente la mayor parte de sus objetivos de reducción de emisiones de CO2. Con la tendencia hacia tecnologías más eficaces y más limpias, puede haber ventajas comparativas para la industria, a medio plazo. Estas ventajas, sin embargo, sólo se materializarán si otros países siguen el camino hacia la reducción interna de sus emisiones de CO2. Pero la posición de EE.UU. prefiere hacer frente a sus obligaciones a través de la cooperación y el comercio internacionales. Hay grandes diferencias de coste entre estos dos enfoques diferentes. La reducción interna de las emisiones de CO2 (sistema de la UE) resulta decididamente menos costosa que apoyar los esfuerzos de reducción de los países en rápido desarrollo (sistema de EE.UU.). La base de esta diferencia es que los países que se industrializan rápidamente, como China y la India, aumentarán sus emisiones en un 150 % hasta el año 2020 (en comparación con un aumento del 32 % en la UE y de un 38 % en EE.UU.). En un mercado en gran crecimiento hay siempre más posibilidades de instalar tecnologías de baja emisión, como nuevas centrales eléctricas, para satisfacer las nuevas demandas. Probablemente estas centrales se basarán en tecnologías occidentales, proporcionando un beneficio adicional al comercio tecnológico. El problema es que, a menos que EE.UU. y Japón sigan también el camino de la UE para conseguir reducciones internas de las emisiones de CO2, la posición competitiva de Europa podría verse perjudicada por el aumento de los costes para los productores y de los precios para los consumidores.

El ejemplo del CO2 ilustra un desafío general de la globalización: habrá conflictos de intereses porque hay diferentes actitudes entre los actores. En general, Europa adopta el principio de precaución, es decir, en la duda, abstente. La posición de EE.UU. y de la OMC es la inversa: en la duda, actúa. Además, la globalización transforma estos contrastes bilaterales en complejidades multilaterales, dando lugar a conflictos y estancamientos recurrentes. Pero así es la globalización y Europa ha de comprometerse plenamente en el proceso para jugar un papel importante en la construcción del futuro.

La ampliación de la UE reforzará el papel de Europa en la construcción de la economía globalizada. Ciertamente, la aceptación de un país en la primera ronda de la ampliación parece haber atraído inversiones externas directas a la Europa Oriental. Pero estos flujos continuarán sólo si las infraestructuras alcanzan un nivel aceptable y se mantiene un entorno estable y previsible para las inversiones. El desafío de la ampliación es enorme, pero es fundamental para el futuro de Europa. Con el fin de la guerra fría, la UE es el protagonista principal en un "vecindario" mucho más amplio. Esto conlleva responsabilidades para contribuir a que se estabilice la región, como indica la reciente guerra en la ex-Yugoslavia. También proporciona ventajas. Europa se puede convertir, con mucho, en el mayor bloque de economías democráticas avanzadas.

Las diferentes tendencias, retos y oportunidades, identificados en el Proyecto Futuros, probablemente no sobrevendrán separadamente o a un ritmo tranquilo. Habrá que hacer frente a la elevación de los costes necesarios para mantener las prestaciones sociales básicas (pensiones, asistencia sanitaria y subsidios de desempleo), al tiempo que el número de contribuyentes a la seguridad social en la población activa cesa de crecer y después comienza a disminuir. Se necesitará una enorme presión para forzar la transformación de los rígidos sistemas europeos de enseñanza y formación. Y, si Europa quiere estar en la vanguardia de la innovación tecnológica y la competitividad, tendrá que reorganizar este sector. Por otro lado, la industria europea tendrá que soportar altos costes para reducir las emisiones de CO2. Al mismo tiempo, los costes iniciales de la ampliación supondrán una carga, aunque las perspectivas a largo plazo sean de mayor riqueza e influencia para Europa en su conjunto.

Aún queda un problema más: enfrentados con todas estas presiones sobre los sistemas sociales, los europeos pueden decidir reducir el consumo, en favor del ahorro, por miedo a futuras disminuciones de las prestaciones sociales. Si muchos ciudadanos comienzan a mantener grandes reservas líquidas para cubrir las pensiones, las enfermedades o los periodos de desempleo, puede existir el peligro de que una falta de demanda empuje a Europa a la recesión. Una consecuencia menos grave de la poca confianza de los consumidores sería la reducción del gasto en electrónica de consumo y en medios de comunicación, con lo que se estrangularía o se retrasaría la siguiente etapa de la revolución de la información.

Algunas de estas fuerzas motrices, especialmente el envejecimiento demográfico, afectarán a la UE más gravemente que a los EE.UU. Tanta más razón, en un mundo en competencia global, para que Europa se mueva rápida y eficazmente, si quiere mantenerse en el centro de la acción. En este juego mundial, suelen ganar los actores dinámicos e innovadores. Europa tendrá que superar su natural cautela, si no quiere perder el tren en sectores tales como los sistemas integrados, ya que los que actúen primero se llevarán la parte del león en las ganancias.

Por otra parte, no podemos permitirnos prescindir de todas las características especiales que distinguen a Europa de sus competidores: diversidad cultural, compromiso con un crecimiento socialmente equilibrado, tradición de progreso a través del consenso. Rapidez y cautela pueden convertirse en rapidez y pérdida. Se necesitan reformas estructurales e institucionales, especialmente en sectores tales como la educación, la sanidad y las pensiones. Pero las soluciones deben ser también eficaces y duraderas. Deben capitalizar los sectores emergentes de crecimiento, basándose en los actuales puntos fuertes de Europa, como su excelencia tecnológica, su riqueza cultural y su cohesión social. Las oportunidades están abiertas: hay que actuar rápidamente, pero con la vista puesta en construir instituciones y soluciones para el próximo siglo.

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Contactos

Dr. Gustavo Fahrenkrog, Director del Proyecto Futuros, IPTS

Tel.: +34 95 4488 361, fax: +34 95 4488 358, correo electrónico: gustavo.fahrenkrog@jrc.es

Dr. Ken Ducatel, Editor Invitado de este número especial, IPTS

Tel.: +34 95 4488 382, fax: +34 95 4488 326, correo electrónico: ken.ducatel@jrc.es

Sobre el autor

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Jean-Marie Cadiou es el director del IPTS. Se graduó en la Escuela Politécnica y en la Escuela de Minas de París y obtuvo el doctorado en Informática en la Stanford University (California). Ha sido director científico de INRIA y alto ejecutivo de IBM. Se incorporó a la Comisión Europea en 1981 y fue el primer director del programa ESPRIT. De 1992 a 1997 fue Secretario General Adjunto para los Asuntos Científicos y Medioambientales de la OTAN.

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