¡Es la igualdad, estúpido!

AutorMiquel Àngel Falguera Baró
CargoMagistrado especialista, sala de lo social del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña; y profesor asociado de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.
Páginas1-7

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Uno de los aspectos positivos del llamado Libro Verde para la modernización del Derecho del Trabajo confeccionado por la Unión Europea es que ha abierto el necesario debate sobre las políticas de integración de los distintos colectivos que forman parte del mercado laboral. No oculta dicho documento que uno de sus ejes vertebradores es la lucha contra la dualización de las condiciones de trabajo y, en consecuencia, el establecimiento de mecanismos de -supuestaigualdad entre los llamados excluidos o "outsiders" y los "insiders" (o trabajadores integrados que gozan de plenas garantías) Sin embargo, las propuestas del Libro Verde pasan por la más pura ortodoxia neo-liberal: aunque no se diga en forma expresa, las preguntas capciosas que se formulan transmiten a cualquier lector la necesidad de rebajar derechos de los asalariados "instalados" a fin de que los menos desfavorecidos amplíen su nivel de cobertura. Una equiparación "in peius" que se preconiza como necesario elemento de la política de empleo.

Como se ha destacado desde las cada vez más frecuentes voces críticas iuslaboralistas que han analizado el documento de la Comisión -que, debo decir, van creciendo en intensidad, tanto cualitativa como cuantitativa- el Libro Verde adolece de un pecado original: intenta transformar o adaptar el Derecho del Trabajo... desde fuera del Derecho del Trabajo. Son, en efecto, razones económicas o de simple politicología las que se dan como justificación para el cambio. Se trata de resituar el modelo productivo europeo ante el fenómeno de la globalización rebajando tutelas. Y en ese marco se halla una doble crítica apenas implícita a nuestra disciplina: por un lado, la escasa capacidad de adaptación a "lo nuevo"; por otro, que estamos protegiendo a los colectivos privilegiados y olvidándonos de los que menos tutelan gozan. El Derecho del Trabajo, por tanto, aparece para los autores del texto como una especie de rémora que está afectado a la productividad europea.

Olvidémonos, de momento -y al albur de posteriores reflexiones- de la carga ideológica del Libro Verde. Y formulemos una pregunta provocadora: ¿no son

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ciertas ambas objeciones . Creo -y lo digo sin ambages- que no falta razón en esa reflexión. Aunque, por supuesto, el hecho de compartir el diagnóstico de la enfermedad no tiene porqué comportar coincidencias en el tratamiento de choque que se nos propone, como luego veremos.

No me detendré en la acusación de que el Derecho del Trabajo está siendo demasiado lento en cambiar su orografía a fin de adaptarse a los cambios productivos. Es ésta una cuestión que ha sido analizada en forma reiterada y continuada -también desde muchas perspectivas- por el iuslaboralismo. Somos una disciplina relativamente joven que ha comprendido demasiado tarde - precisamente, cuando estábamos alcanzando la madurez doctrinal- que nuestras instituciones se basan en las maneras y formas de producir que son, por definición, transitorias, y en unos momentos en que éstas están cambiando "in rádice".

Sin embargo, es menester llamar la atención sobre la escasa tensión doctrinal que se está produciendo sobre la fragmentación del colectivo asalariado y sus consecuencias (salvo, entre otros autores, las llamadas de atención que viene haciendo desde hace tiempo el maestro ROMAGNOLI).

Cierto: si bien se mira el mercado de trabajo ha estado siempre dualizado. No en vano un venerable pensador barbado de Tréveris nos hablaba ya del...

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