Editorial: En horas bajas

Autor# 20
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Considerada desde tiempos inmemoriales, y hasta fechas relativamente recientes, como “una de las más nobles y elevadas funciones que un ser humano puede desempeñar en el seno de una sociedad";, la Abogacía vive en la actualidad, al menos en lo que a su consideración y reconocimiento por parte de esa sociedad en cuyo seno se desarrollan tan altas funciones se refiere, una de las horas más bajas de su historia, exceptuando, claro está, los tiempos en que la excesiva magnitud de los Honorarios de los Abogados estuvieron a punto de derrumbar los mismísimos cimientos de la República Romana.

Quizás algún lector, compañero o no, al leer la afirmación expuesta ut supra, podría tildarnos incluso de alarmistas y/o exagerados. Nada más lejos de nuestra intención.

No obstante, difícilmente puede colegirse otra inter- pretación con respecto al dato aparecido en fechas recientes, producto de una encuesta global realizada entre diferentes sectores de la población española, cuyo objetivo principal consistió en establecer un ranking entre la variopinta oferta de servicios profesionales y laborales a la que la sociedad tiene acceso, ordenándolas en sentido descendente conforme al nivel de aceptación y estimación que de las mismas tuviesen los encuestados.

La Abogacía ocupó un raquítico penúltimo lugar, sólo superado por el farolillo rojo de esa liga, honor que recayó en los servicios prestado por los Talleres de Mecánica y Reparación de Vehículos. Si a lo anterior se añade el aluvión de chascarrillos, chistes y burlas de la que somos objeto de forma constante en los distintos medios de comunicación, hemos de convenir en que, en los tiempos que corren, ejercer la Abogacía se convierte en un auténtico ejercicio de valentía.

Ahora bien, ¿somos nosotros los verdaderos culpables de la pésima y nefasta opinión que de nuestra profesión se tiene o más bien somos las víctimas inocentes de un sistema de Adminsitración de Justicia en el cual el Abogado se ha convertido, salvando las distancias, en el retrete donde se evacúa todo lo que de pestilente y residual existe en nuestra actividad?

Dando por sentado que en nuestro gremio, como en todos, existen garbanzos negros, afortunadamente pocos, no alcanza ni para un potaje, y reconsiderando la segunda opción arriba apuntada, resulta innegable que los derechos que nos asisten en nuestra relación con los...

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