Editorial

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El panorama al que nos enfrentamos hasta final de año, es desolador. Las terapias anti-crisis del año 2010 han desembocado en Europa en una espiral inagotable de recortes sociales programados, con especial incidencia en los países periféricos y en una recom posición violenta de la tasa de ganancia del capital financiero y especulativo, impulsada sin diferencias ideológicas por los poderes públicos. El programa neoliberal que se está ejecutando “con pulso firme” desde el eje Frankfurt–Bruselas a partir del inicio del 2010, ha logrado en diferente medida sus objetivos. La reducción de salarios y el aumento del coste de la vida y los impuestos sobre el consumo de bienes necesarios, la destrucción de empleos y la flexibilización de las relaciones laborales, el endurecimiento de los requisitos de acceso a las pensiones de vejez y la disminución de su cuantía, la ampliación de la exclusión social y la degradación de los servicios de interés general se acompañan del incremento exponencial de la desigualdad social en términos impensables hasta hace poco en Europa, se han puesto en marcha con distinta intensidad en función de los marcos nacionales, la capacidad de resistencia de la población y la potencia económica del país de que se trate. El saqueo al que se está sometiendo a Grecia o el rescate que mantiene secuestrado a Portugal son ejemplos terminantes del programa máximo del neoliberalismo triunfante en Europa, y funcionan simbólicamente como advertencia de lo que puede suceder en países en dificultad, como España, a la vez que como objetivo a perseguir por influyentes sectores económicos en esos mismos supuestos. La impotencia política de la izquierda institucional en los gobiernos de muchos de los países afectados por la crisis y la renuncia a controlar estos procesos desde planteamientos diferentes a los tajantemente establecidos por los guardianes del euro y los mercados financieros, hace más dramático el curso de las cosas, puesto que, como ha sucedido en Portugal y en las elecciones municipales y autonómicas españolas, el derrumbe electoral de las posiciones socialdemócratas encumbra sin oposición real a la derecha política sin ni siquiera el coste de hacer las reformas requeridas por el capital especulativo, como sin embargo ha sucedido en el Reino Unido.

En el otro lado, la fragmentación de las respuestas en función de cada coyuntura nacional ha generado una permanente fractura entre las resistencias del sur de Europa...

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