Hacia una economía mundial socialmente sostenible

AutorRaymond Torres
Páginas207 - 212

HACIA UNA ECONOMÍA MUNDIAL SOCIALMENTE SOSTENIBLE

LUIS FERNÁNDEZ BRICEÑO

RAYMOND TORRES

El presente trabajo, que ha sido realizado por Raymond Torres, director del Equipo Especial para el Estudio por Países de las Dimensiones Sociales de la Globalización, de la OIT, es un estudio sobre el efecto social de la globalización en siete países (Bangladesh, Chile, República de Corea, Mauricio, Polonia, Sudáfrica y Suiza).

El propósito del estudio es mostrar, en primer lugar, que el proceso de globalización puede mejorar el nivel de vida pero que también entraña considerables riesgos, como el aumento de las desigualdades de la renta y de la inseguridad laboral y, en segundo lugar, que los gobiernos tienen un importante papel que desempeñar en la explotación de los beneficios y en la reducción de los costes relacionados con la globalización.

Comienza el autor señalando que mientras algunos consideran que la globalización impulsará una nueva prosperidad en la que los países más pobres tendrán la posibilidad de acortar distancias con la economía mundial, otros temen que afecte negativamente a los trabajadores, ponga en peligro sus derechos sociales y aumente las desigualdades sociales.

Señala el autor que es probable que exista una relación entre la globalización, por una parte, y la inseguridad económica y laboral, por otra. A medida que los mercados son más globales, incluso las empresas perfectamente establecidas se encuentran en peligro, lo que puede producir una sensación de inseguridad en los trabajadores y en los empresarios afectados. Por otra parte, se ha vuelto técnicamente posible subcontratar algunas partes del proceso de producción a otros países, lo que también puede ser una amenaza para la seguridad del empleo. Y lo que es más importante, la ventaja comparativa es cada vez más susceptible de sufrir cambios, hasta el punto de que algunos observadores han acuñado el término «ventaja comparativa caleidoscópica»: el análisis basado en comparaciones internacionales realizado por el Equipo Especial de la OIT confirma que cuanto más abierta es la economía, más movimientos intersectoriales de empleo pueden observarse.

Comenta el autor que, según la teoría económica convencional, en algunas circunstancias el comercio internacional debería contribuir a reducir la desigualdad de la renta en los países en desarrollo y amenazar con aumentarla en los países industrializados. Las economías en desarrollo tienen, en comparación con los países industrializados, una cantidad relativamente abundante de mano de obra no cualificada, cuya demanda es probable que crezca a medida que aumente el comercio entre los países en desarrollo y los países industrializados, lo cual debería elevar, a su vez, los salarios de los trabajadores no cualificados en relación con los salarios de los cualificados y reducir así la desigualdad de la renta. Teóricamente, al menos, sería de esperar que ocurriera lo contrario en los países industrializados, pero los datos empíricos inducen a pensar que el comercio apenas influye directamente en la desigualdad de la renta.

Más adelante comenta el autor que pueden aducirse principalmente dos razones para explicar la causa por la que en muchos países en desarrollo la liberalización del comercio está aumentando la demanda relativa de trabajadores cualificados y reduciendo la de trabajadores no cualificados:

• Las nuevas tecnologías que están introduciéndose en el clima de intensificación de las presiones de la competencia internacional tienden a exigir mano de obra más cualificada, mientras que la demanda de mano de obra no cualificada disminuye.

• Es probable que la liberalización del comercio estimule la demanda de bienes intensivos en recursos naturales, que son relativamente abundantes en muchos países en desarrollo, lo cual beneficiará a los propietarios de recur- sos naturales, así como a los ingresos de la mano de obra cualificada, que es más móvil que la mano de obra no cualificada. En cambio, los ingresos de la mano de obra no cualificada, factor que es relativamente inmóvil y específico de cada sector, disminuirán en relación con otros factores. Es así cómo la explotación y la transformación de los recursos naturales pueden hacer que un país sea más propenso a las desigualdades de la renta.

Sin embargo, no ocurre así en todos los países examinados, por lo que señala el autor que las estrategias destinadas a tratar de evitar las consecuencias distributivas negativas de la globalización deben ir dirigidas a la mejora de la educación de la población trabajadora.

Otro aspecto que considera el autor es el que, en muchos países en desarrollo, la globalización ha ido acompañada de un aumento de participación de las mujeres en la población activa. Sin embargo, comenta que no parece que la globalización haya sido capaz de reducir la discriminación sexual: la segmentación ocupacional no ha cambiado decisivamente y en muchos países las mujeres continúan estando sobrerrepresentadas en puestos de trabajo caracterizados por unos salarios relativamente bajos, una elevada inseguridad de empleo y malas condiciones de trabajo.

Se afirma a menudo que el aumento de la movilidad internacional del capital ha cambiado la relación de fuerzas entre el capital y el trabajo a favor del capital. Como la mano de obra de un país parece relativamente más fácil de sustituir por la de otros, es posible que eso haya mermado el poder de negociación de la población trabajadora y es de esperar que disminuya la participación de los salarios en el PIB. De hecho, ha disminuido desde los años ochenta en los 15 países de la Unión Europea salvo en dos.

A continuación el autor analiza la posible relación entre globalización e inseguridad en el empleo, señalando que de la misma forma que la globalización afecta a la desigualdad de la renta, también ejerce presiones sobre la seguridad en el empleo, siendo ambos efectos las dos caras de la misma moneda. Los trabajadores pueden verse desplazados por las importaciones, por la tecnología ahorradora de trabajo y por la IED (Inversión Extranjera Directa). El aumento de la elasticidad de la demanda de trabajo afecta principalmente a los trabajadores poco cualificados, que tienden a tener poca movilidad y que, por tanto, es más probable que sufran un alto grado de inseguridad en el empleo.

Generalmente se considera que la globalización es sinónimo de cambios de la posición competitiva de las empresas en los mercados mundiales y de la posición de los países en la división internacional del trabajo. Estos cambios tienen repercusiones inevitablemente en el trabajador, ya que el comercio puede provocar la creación de empleo en las industrias en las que se encuentra la ventaja comparativa, pero pérdidas de empleo en las que compiten con las importaciones.

El presente estudio se basa en el supuesto de que los costes de ajuste relacionados con la liberalización del comercio serán mayores cuanto mayor sea la diferencia entre las necesidades de empleo de las ramas de actividad en expansión y las pérdidas de empleo de las ramas de actividad en declive. Cuando tanto las ramas en expansión como las ramas en declive pertenecen al mismo sector, normal- mente es más fácil para los trabajadores desplazados encontrar otro empleo. En cambio, es probable que sea más difícil encontrar trabajo en un sector totalmente diferente, sobre todo para los trabajadores que tienen un bajo nivel de estudios, cuyas cualificaciones y competencias suelen ser específicas del sector.

A continuación, el autor analiza las nuevas pautas de empleo, señalando que hasta la década de 1970 el empleo asalariado se basó en el modelo de una relación «típica» de empleo, que tenía como características: una empresa y un centro de trabajo vitalicios, un contrato de trabajo indefinido, un empleo a tiempo completo y un cierto grado de protección social y jurídica.

Comenta el autor que es difícil saber si la globalización es responsable de los cambios de las pautas de empleo, pero hay razones para creer que existe alguna correlación. Los datos de algunos países y sectores tienden a confirmar la relación entre el empleo atípico y la globalización. Sin embargo, esos resultados deben interpretarse con cautela, sobre todo porque no indican claramente si es la globalización en general o el comercio, en particular, la causa de la inestabilidad del empleo. Es posible, además, que los trabajadores consideren que la movilidad intersectorial es positiva y no una manifestación de la precariedad del empleo. Se concluye este apartado apuntando a que, en conjunto, pare- ce que, aunque los trabajadores muy cualificados aprovechan a menudo los tipos de empleo atípicos, los que tienen menos cualificaciones los padecen.

En cuanto a la relación entre impuestos y globalización, señala el autor que la globalización puede mejorar las oportunidades empresariales y elevar así la producción y los ingresos del Estado. Por otra parte, puede afectar también a la base impositiva de varias formas. En primer lugar, la aplicación de reformas comerciales, por medio de las cuales se reducen significativamente los aranceles, puede suponer graves pérdidas de ingresos para algunos países, especialmente para los países en desarrollo cuyos impuestos sobre el comercio representan un elevado porcentaje de los ingresos del Estado. En segundo lugar, la movilidad del capital y de las empresas del sector financiero, así como de los grupos de renta alta, ha aumentado considerablemente debido en parte a la liberalización de los movimientos de capitales y al cambio tecnológico.

Señala el autor que los resultados antes descritos inducen a pensar que la globalización puede brindar nuevas oportunidades empresariales y, por lo tanto, mejorar las perspectivas económicas, pero que también puede entrañar considerables costes de ajuste y correr el riesgo de aumentar las desigualdades de la renta y la inseguridad en el empleo. Existe una creciente preocupación por la estabilidad del empleo, ya que las empresas se ajustan a las presiones provocadas por el aumento de la competencia inter- nacional. Sin embargo, ninguno de los países estudiados ha considerado la posibilidad de adoptar medidas proteccionistas con respecto al comercio y a la IED para resolver estos problemas. De hecho, parece que el reto es más bien seleccionar la combinación correcta de medidas para mejorar los rendimientos de la globalización y reducir al mismo tiempo los costes sociales. Los estudios de los países muestran que, en contraste con la idea de que los gobiernos son impotentes ante la globalización, las políticas interiores pueden influir considerablemente en la relación entre la globalización y el progreso social.

Según el autor, a menudo se pasa por alto el hecho de que para que se materialicen las nuevas oportunidades empresariales que brinda la liberalización del comercio y de la IED, debe existir un entorno en el que los individuos puedan innovar y crear nuevas empresas para las que también existe un mercado de productos apropiado

A continuación, el autor señala que los análisis de la política de países concretos muestra que las medidas que se toman en los ámbitos del mercado de trabajo y de las redes de seguridad social no sólo son importantes en sí mismas sino que también pueden contribuir a aumentar los beneficios derivados de la globalización. En este sentido el autor aboga por el reforzamiento de los cuatro pilares sociales:

El primero de ellos, la educación y la formación, constituye una respuesta a largo plazo a los retos de la globalización, ya que, entre otros aspectos, uno de los motores de la globalización –el cambio tecnológico y la adopción de TIC (Tecnología de la Información y las Comunicaciones)- tiende a elevar, como ya se ha dicho, la demanda de mano de obra cualificada en detrimento de la mano de obra no cualificada. Por otra parte, existen pruebas de que el comercio va acompañado de un aumento de la rotación laboral y de que es probable que los trabajadores cuyas cualificaciones son específicas de las empresas o de los sectores (a menudo los poco cualificados) sufran más que los trabajadores que tienen cualificaciones generalmente transferibles.

El segundo pilar lo constituyen las redes de seguridad social, señalando el autor que una red de seguridad social que funcione perfectamente desempeña dos funciones complementarias: garantizar la distribución justa de los beneficios y de los costes relacionados con la globalización y con la reestructuración económica y aumentar el apoyo de los trabajadores al proceso de reforma.

La legislación laboral y las relaciones laborales suponen el tercer pilar. En este sentido comenta el autor que, dado que la globalización presiona sobre el reparto de los recursos entre los sectores, el empleo debe ser suficientemente adaptable para facilitar el ajuste. La capacidad de adaptación del empleo puede ser «numérica», lo cual significa que los niveles de empleo se ajustan a las variaciones de la demanda y de la producción, pero también puede ser «funcional», lo cual significa que el empleo se ajusta por medio de traslados internos y de cambios en la organización del trabajo.

El último pilar lo constituyen las normas fundamentales del trabajo, que son importantes desde el punto de vista de los derechos que comportan: eliminación del trabajo infantil, abolición del trabajo forzoso, fomento de la ausencia de discriminación en el empleo y libertad de asociación y de negociación colectiva.

En las observaciones finales que hace el autor destaca el reconocimiento de la importancia del análisis de las interrelaciones entre la globalización, el desarrollo económico y el progreso social, cuestiones que se analizan con demasiada frecuencia como si fueran fenómenos independientes, cuando están cada vez más interrelacionados. Según el autor, un enfoque integrado permitiría realizar un análisis más realista de la política, si bien en la práctica plantea difíciles dilemas, tanto a escala nacional como internacional. En primer lugar, está la cuestión de la secuencia o el ritmo relativo de las diferentes reformas. Otra cuestión es el grado en que pueden resolverse las desigualdades de la renta y mantener al mismo tiempo los incentivos para innovar, invertir y crear empleo. Por último, la volatilidad de los movimientos de capitales influye poderosamente en el empleo y en el progreso social de los Estados miembros de la OIT, por lo que, en los futuros debates internacionales sobre las cuestiones financieras, comerciales y macroeconómicas, la OIT podría asumir, según el autor, un papel más importante a la hora de garantizar que se tienen debidamente en cuenta las dimensiones sociales y laborales.

Concluye el trabajo con un apéndice en el que figuran los resúmenes de los estudios de los diferentes países objeto del estudio.

El trabajo es interesante no sólo por su valor en sí mismo sino también porque son pocas las investigaciones que han centrado la atención en la naturaleza o magnitud de los costes de ajuste relacionados con la liberalización del comercio.

GUILLERMO RODRÍGUEZ FOLGAR

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