Duelo, honor y masculinidad en la literatura española del siglo XIX

AutorJorge Pajarín Domínguez
Páginas353-412
14. DUELO, HONOR Y MASCULINIDAD EN LA
LITERATURA ESPOLA DEL SIGLO XIX*
Jorge Pajarín Domínguez
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Considerado como un absurdo e irracional en nuestra mentalidad contempo-
ránea, el duelo fue una constante realidad que, a pesar de su origen medieval, con-
tribuyó a mantener un modelo idealizado de violencia, honor y masculinidad a lo
largo de la historia, según el ideal ético, cultural y político dominante en cada época.
En el caso de la Europa del siglo XIX, el código de honor y su puesta en escena, el
duelo, tuvieron un importante arraigo en las sociedades liberales, actuando como
un “entramado de normas paralegales que regulaban las relaciones entre caballeros”
que contribuyó al establecimiento de un modelo de organización social que “preser-
vaba el espacio público para los varones y relegaba a las mujeres al espacio privado”1.
Toda la Europa del siglo XIX, así como América, vieron el renacimiento de una
práctica que se convirtió en un auténtico fenómeno social y cultural, especialmente
literario. Así, periodistas, novelistas, poetas o dramaturgos de todos los rincones de
* Este trabajo se inscribe dentro de las actuaciones del proyecto “La Herencia de los Reales Sitios.
Madrid, de Corte a capital (Historia, Patrimonio y Turismo)” (H2015/HUM3415) de la Convocatoria
de Programas de I+D en Ciencias Sociales y Humanidades 2015 de la Comunidad de Madrid y nan-
ciado por el Fondo Social Europeo.
1 Miguel MARTORELL LINARES, “El duelo en 1900: Un ‘delito especial’, en Javier Alvarado
Planas y Miguel Martorell Linares, )JTUPSJBEFMEFMJUPZFM DBTUJHPFOM B&EBE$POUFNQPSÈOFB, Madrid:
Dykinson, 2017, p. 355.
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Europa y América no dudaron en otorgar un papel destacado al honor y, por tanto,
al duelo en sus obras.
La España decimonónica, evidentemente, no fue ajena a esta universalización
que experimentó el duelo, a pesar de que los desafíos eran perseguidos y prohibidos
por las leyes o condenados moralmente por la Iglesia. El honor y el duelo, temas
predilectos de la tradición literaria española desde el Siglo de Oro, volvieron a reci-
bir una especial atención por parte de los autores del siglo XIX, ya pertenecieran al
Romanticismo, al Realismo u otras corrientes literarias. Jovellanos, Palacio Valdés,
Larra, el Duque de Rivas, Tamayo y Baus, Echegaray, Juan Valera, Bécquer, etc. son
algunos ejemplos que trataron la cuestión del duelo en sus obras.
La literatura en el siglo XIX, tal y como considera Romero Tobar, “era la forma
más elevada del humanismo liberal, es decir, que los textos literarios debían expre-
sar un sistema de pensar y tenían que proponer un modelo de comportamiento”2.
De esta manera, las obras literarias, con independencia del género y corriente al que
estuviesen adscritas, podían ser un reejo directo del entorno social y cultural en
el que se enmarcasen, ya fuese mostrando una actitud mimética y/o explícitamente
crítica3. Así, como ha señalado Kiernan:
&MEVFMPTFQSFTUBCBQFSGFDUBNFOUFBMBTOFDFTJEBEFTEFMBMJUFSBUVSB-PRVF
FTDSJUPSFTPBSUJTUBTTFSJPTIBOIFDIPDPOFMUFNBFTBNFOVEPNÈTTJHOJDBUJWP
RVFMPTDPNCBUFTBVUÏOUJDPT4VTEJTUJOUBTGPSNBTEFFOGPDBSMPQSPQPSDJPOBO
VOBCVFOBWJTJØOEFMBTDPTUVNCSFTFMBNCJFOUFTPDJBMPNPSBMMBQSPQJBJNB
HFOEFMBTDMBTFTBMUBT4
El objetivo de este trabajo es estudiar la realidad social controvertida del duelo
como fenómeno literario a partir de un conjunto de obras5 y poder profundizar
2 Leonardo ROMERO TOBAR, “Introducción a la segunda mitad del siglo XIX en España, en
VíctorGarcía de la Concha (dir.), )JTUPSJBEFMB -JUFSBUVSB&TQB×PMB4JHMP9*9(II), Madrid: Espasa,
1998, p. XLII.
3 Yvan LISSORGUES y Gonzalo SOBEJANO (coords.), 1FOTBNJFOUPZ-JUFSBUVSBFO&TQB×BFOFM
TJHMP9*9*EFBMJTNPQPTJUJWJTNPFTQJSJUVBMJTNP, Toulouse: Oresses Universitaires du Mirail, 1998, p. 15.
4 Victor G. KIERNAN, &M%VFMPFOMBIJTUPSJBEF&VSPQB, Madrid: Alianza, 1998, p. 23.
5 El corpus literario que se ha utilizado para este estudio lo componen las siguientes obras: &M
EFMJODVFOUFIPOSBEP (1791), de Melchor Gaspar de Jovellanos; Mariano José de Larra y su artículo “El
duelo”, publicado originalmente en la 3FWJTUB.FOTBKFSP en el año 1835; %PO«MWBSPZMBGVFS[BEFMTJOP
(1835), del duque de Rivas; Manuel Tamayo y Baus y -BODFTEFIPOPS (1863); Gustavo Adolfo Bécquer
y su leyenda &MDSJTUPEFMB$BMBWF SB, publicado originalmente en el año 1867 en &M$POUFNQPSÈOFP-B
NVKFSEFM$ÏTBS (1870), de José María de Pereda; 1FQJUB+JNÏOF[ (1874), de Juan Varela; Eugenio Sellés y
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1 . e os onor masc inidad en a iterat ra espa o a de si o
sobre el concepto de honor, la construcción de la identidad masculina y la idea del
propio duelo.
El duelo en el imaginario literario del siglo XIX
El duelo, a pesar de sus orígenes medievales, era una realidad vigente en la socie-
dad del siglo XIX. El diccionario del año 1780 denía el duelo como el “combate
entre dos personas, en que cuerpo a cuerpo se llega a las manos, determinando lugar
y tiempo para la pelea, a n de purgar alguna sospecha infame, o asegurar algún
derecho dudoso, o por conseguir crédito de valiente, o por vengar algún odio. Esta
denición pervivió en la práctica durante toda la centuria siguiente y, en ella, se
ponía el foco en cómo la resolución del conicto o el desarrollo del duelo siempre
seguía un ritual pautado, establecido en los llamados códigos de honor.
Tal y como lo indicaba el marqués de Cabriñana en 1900, la celebración del duelo
precisaba de un protocolo establecido que iba desde la elección de los padrinos, la
entrevista de estos para acordar las condiciones y naturaleza del duelo, la discusión
sobre las armas, el establecimiento del lugar y la hora exactas, la presencia de un juez
de campo y un doctor durante la celebración del desafío, la redacción del acta que
certicase lo ocurrido y la voluntad de los contrincantes de enfrentarse, etc.6 Por
tanto, parecía no quedar nada pendiente o sujeto a las pasiones desenfrenadas de
los combatientes. Así, como explica Martorell Linares, los duelos poco tenían que
ver con las peleas improvisadas entre borrachos o de las reyertas entre obreros o
campesinos, espectáculos considerados vulgares, brutales, primitivos y sin reglas7.
Esta es la sorpresa que se encuentra Ramón en -BNVKFSEFM$ÏTBS (1870),
de José María de Pereda, cuando recibe la visita de los padrinos del vizconde del
Cierzo, a quien había abofeteado el día antes por un insulto que ofendía el honor de
su hermano. Así, tras rechazar satisfacer públicamente el honor del noble, los padri-
nos le piden que nombre dos personas que intercedan por él para la negociación
de las condiciones del duelo, Ramón exclama: “Vamos, es esa la costumbre... Y no
extrañen ustedes ésta mi ignorancia, porque allá, en mi pueblo, no se gastan tantas
&MOVE PHPSEJB OP(1878); José Echegaray y &M(SBO(BMFPUP (1881); las obras de Palacio Valdés, &MDVBSUP
QPEFS (1888) y 5SJTUÈOPFMQFTJNJTNP (1906); Benito Pérez Galdós y su 5SJTUBOB(1892).
6 MARQUÉS DE CABRIÑANA [Julio Urbina y Ceballos Escalera], -BODFTFOUSFDBCBMMFSPT,
Madrid: Sucesores de Rivadeneyra, 1900.
7 Miguel MARTORELL LINARES, “El duelo en 1900…, p. 360.

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