Los doscientos años del código civil francés

AutorRobert Badinter
Páginas1381-1383

Page 1381

Jean Etienne Marie Portalis dejó consignadas, brillantemente, en el Discurso Preliminar del Código Civil francés las siguientes palabras:

Unas buenas leyes civiles son el mayor bien que los hombres pueden dar y recibir; son la fuente de las costumbres, el palladium de la propiedad y la garantía de toda paz pública y particular: si bien no fundan el gobierno, lo mantienen; moderan el poder, y con tribuyen a hacerlo respetar, como si fuera la justicia misma. Alcanzan a cada individuo, se mezclan con las principales acciones de su vida, le siguen a todas partes; a menudo son la única moral del pueblo, y siempre forman parte de su libertad; por último, consuela a cada ciudadano de los sacrificios que la ley política le ordena en aras de la ciudad, protegiéndole, cuando hace falta, en su persona y en sus bienes, como si fuera, él sólo, la ciudad toda entera. De ahí que la redacción del Código Civil haya captado el celo del héroe que la Nación ha establecido como su primer magistrado, cuyo genio todo lo anima, y que creerá siempre tener que trabajar para su gloria, en tanto le quede algo por hacer para nuestra felicidad.

Expresa en estas palabras lo que había sido un programa de actuación y lo que era, con la labor ya concluida, la sensación que se tenía respecto de lo que se había hecho.

Siempre se ha considerado el Código Civil francés como un hijo legítimo de la Revolución de 1789. Y es verdad que durante ella la tarea se acomete y es verdad, también, que durante el tiempo de la Convención presentó Cambacerès el primer proyecto. El código, finalmente, nace en una época en que, parcialmente al menos, algunas aguas tomaban a cauces que, si no eran los viejos, merecían al menos tal nombre. Por eso, aunque se haya dicho de él que poseía el punto de utopía de toda obra revolucionaria (y no puede negarse la parte de verdad que esta afirmación encierra), en el momento en que se termina de redactar es también una obra reflexiva, hecha en gran parte de transacciones, como la que el propio Portalis recuerda que se había producido entre el derecho escrito y las costumbres, pues suyas son también -insertas también en Page 1382 el Discurso Preliminar- estas otras palabras, que conservan vigencia no obstante el paso de los años:

"Resulta útil conservar todo lo que no es necesario destruir: las leyes deben preservar los hábitos, cuando esos hábitos no son vicios. Se razona demasiado a menudo como si el género humano acabara y comenzara a cada...

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