La doctrina estratégica de Rusia en las presidencias de Putin y Medvedev

AutorJavier Morales Hernández
Páginas33-60

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Javier Morales Hernández

El análisis de la doctrina estratégica: ventajas y limitaciones

El objetivo de este capítulo es describir las distintas etapas en la evolución de la doctrina rusa de política exterior y seguridad, a partir de la llegada al poder de Putin en 2000. Para ello, analizaremos cada uno de los principales documentos gubernamentales que establecen de forma oficial cuáles son los intereses de Rusia en el mundo, los objetivos y estrategia que guían su acción exterior, y sus percepciones de riesgos y amenazas procedentes del entorno internacional.

Ante todo, hay que señalar que la utilización de documentos de carácter público -por ejemplo, el Concepto de Política Exterior o la Estrategia de Seguridad Nacionalrequiere de ciertas precauciones por parte del investigador. Por su propia naturaleza, se trata no necesariamente de una plasmación veraz por escrito de los planes e intenciones futuras del gobierno que los redacta, sino de un acto político y comunicativo, que se dirige de forma consciente a un público mucho más amplio que los funcionarios encargados de su implementación.47 Así, la doctrina de política exterior y de seguridad sirve entre otras funciones para justificar las políticas ya vigentes, reforzar la relación con los aliados, deslegitimar las acciones de potencias rivales, delimitar competencias entre los distintos departamentos gubernamentales, o crear un estado de opinión determinado entre los ciudadanos.

Sin embargo, esta doctrina ofrece una información para el estudio de la política exterior que no debe tampoco ser descartada en un trabajo científico. En primer lugar, se trata de fuentes primarias no condicionadas aún por las percepciones del

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analista: reflejan lo que el Estado, a través de sus gobernantes, quiere comunicar al mundo. En segundo lugar, especialmente tras el “giro ideacional” (ideational turn) en la teoría de las Relaciones Internacionales de los últimos años, las aportaciones del análisis del discurso plasmado en documentos y declaraciones oficiales han quedado ya demostradas en numerosos estudios de caso, aplicando un marco teó-rico constructivista o postestructuralista al campo del Análisis de la Política Exterior (Foreign Policy Analysis).48 Acercarse a estos textos no supone aceptar de forma acrítica la información contenida en ellos, sino precisamente concebirlos como reflejo de la subjetividad de sus autores, la cual se sitúa a su vez en un contexto político, cultural e histórico determinado. Esa subjetividad es la que nos permitirá detectar tendencias a largo plazo: la prioridad relativa que se concede a cada uno de los temas, la percepción del entorno, el grado de conflictividad o distensión que se aprecia en el lenguaje utilizado, o las propias incoherencias entre sus afirmaciones y los datos objetivos con los que contamos sobre hechos no sujetos a interpretación.

La concentración del poder en un sistema hiperpresidencialista y de autoritarismo competitivo49 como el ruso tiene también implicaciones para el análisis de su doctrina estratégica. Por un lado, dichos documentos tienden a reflejar sólo las preocupaciones e intereses de la reducida élite gobernante -en este caso, el presidente, su círculo inmediato de asesores y los escasos miembros del gabinete con influencia real en la formulación de la política exterior y de seguridad-50 ; por lo que paradójicamente podría darse el caso de que su implementación posterior no se lleve a cabo, si no cuentan con un mínimo apoyo en los niveles inferiores de la burocracia estatal y en la propia opinión pública. Para el analista, sin embargo, esta formulación “de arriba abajo” de la doctrina la hace más representativa de las prioridades reales del gobernante; sería mucho más difícil identificar las aportaciones propias del decisor político en un documento que hubiera recibido un número elevado de inputs y se hubiera modificado como resultado.

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El papel de Rusia en el mundo: tres escuelas de pensamiento

Desde sus inicios como disciplina hace ahora un siglo, las Relaciones Internacionales han tratado de definir cuáles son los intereses nacionales que deben orientar la política exterior, e identificarlos en la práctica de los distintos Estados. En un primer momento, marcado por la tradicional preponderancia del realismo político, dichos intereses eran concebidos como grandes objetivos inmutables que debían dotar de continuidad a la acción exterior de cada país; independientemente de sus alianzas coyunturales o del gobierno que ocupase el poder en cada momento. Una visión ya reflejada, por ejemplo, en el conocido discurso del ministro británico Lord Palmerston ante la Cámara de los Comunes en 1848: “No tenemos aliados eternos, ni enemigos perpetuos. Nuestros intereses son eternos y perpetuos, y es nuestro deber seguirlos”.51

En el caso de Rusia, han sido muchos los autores que consideran que el país está condicionado por determinados factores geográficos e históricos -por ejemplo, su sensación de vulnerabilidad ante la falta de barreras naturales que protejan su territorio, o la ausencia de un Estado de Derecho homologable al de las democracias liberales- que darían lugar a unos intereses permanentes en su política exterior. Por ejemplo, De Haas identifica cuatro “principios tradicionales”: el temor al extranjero, el anhelo insaciable de seguridad, el sentimiento de superioridad -desde la doctrina de la “Tercera Roma” a la visión de la URSS como “vanguardia del proletariado mundial”-, o el servilismo hacia el Estado.52 Aunque tengan una parte de verdad, estas afirmaciones deben ser matizadas para no caer en el determinismo; una carencia especialmente presente en las teorías geopolíticas de épocas pasadas -como la de Mackinder sobre el “heartland” eurasiático o la de Kennan sobre el expansionismo supuestamente inherente a la cultura ruso-soviética-53, pero que todavía sigue presente hoy en algunos análisis de la política exterior de Putin.54

Una interpretación más precisa del impacto de estas características en la formula-ción de la política exterior es la que analiza su influencia -junto con otros factores materiales e ideacionales, objetivos o subjetivos- en la cultura estratégica.55 Ésta incluye

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una serie de identidades y visiones socialmente compartidas por las élites dirigentes acerca de los intereses nacionales de Rusia; ideas que, una vez producidas, habrían servido a su vez para interpretar los condicionantes geográficos o históricos, dando lugar a una política exterior cambiante en función del enfoque predominante en cada momento. El análisis de las concepciones rusas sobre su política exterior viene a confirmar esa visión menos determinista. Así, desde el hundimiento de la URSS, se ha producido un debate social y político entre distintas escuelas de pensamiento sobre cuál debía ser la orientación geopolítica de su país como Estado independiente; las cuales entroncan, a su vez, con ciertas tradiciones políticas y filosóficas que se remontan a la época zarista, aunque presentadas ahora en nuevas versiones adaptadas a las circunstancias actuales (tabla 1).

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Tabla 1. Concepciones rusas de la identidad de su país como actor internacional56. Gran potencia Centro de una civilización eurasiática (consultar PDF adjunto)

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La concepción de Rusia como una “gran potencia” mundial57 -en ruso, derzhava-es defendida por los llamados derzhavniki: aquellos que consideran que el papel de Rusia en la sociedad internacional se define por ocupar una posición como “polo de poder” autónomo e influyente, dentro de un sistema multipolar. Este poder no sería sólo un simple instrumento que utilizar en defensa de sus intereses, sino un elemento consustancial a su propia identidad como actor en política exterior. Por tanto, el no reconocimiento de ese estatus de “gran potencia” por parte de los demás Estados es percibido desde esta posición como una amenaza -no tanto en un sentido material, sino ideacional-58, ya que supone negar la concepción que Rusia tiene de sí misma y de la cual se derivan sus intereses nacionales.

Aunque esta escuela de pensamiento ha sido la predominante en la mayor parte de la etapa postsoviética, entre sus defensores han existido variaciones a la hora de especificar los objetivos e instrumentos concretos que debían emplearse en cada momento. Por ejemplo, el ejercicio del poder en la política exterior rusa ha sido tradicionalmente entendido en términos de hard power, como la adquisición y preservación de territorio, capacidades militares o recursos energéticos. Sin embargo, al menos desde comienzos del siglo XXI, Rusia está desarrollando en paralelo una estrategia propia de soft power que se ha plasmado no sólo en la creación de medios de comunicación de alcance global como RT o Sputnik para difundir ideas favorables a sus intereses, sino también en el empleo de otras entidades como la Iglesia Ortodoxa, o distintas fundaciones culturales y ONGs impulsadas por el gobierno ruso. Aunque esta implementación práctica parece tener más que ver con la propaganda tradicional que con la idea de soft power como “poder de atracción” de Joseph Nye, tampoco puede subestimarse el evidente aprendizaje de Rusia a la hora de difundir sus ideas en el mundo con cada vez mayor eficacia.59

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En segundo lugar, existe una corriente que considera a...

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