Discusión

AutorAlfonso Serrano Maíllo
Cargo del AutorDoctor en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid
Páginas322-372

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5.1. La fuerte y robusta relación entre autocontrol y delincuencia

En el presente estudio se han encontrado pruebas a favor de nuestras dos hipótesis, derivadas ambas de la teoría general del delito. En primer lugar, el autocontrol se relaciona de modo estadísticamente significativo con la delincuencia de nuestra muestra de jóvenes; y, en segundo lugar, esta relación se mantiene cuando se incorporan, como controles, otras variables1.

Una vez comprobadas las asunciones de los modelos y realizados, en su caso, ulteriores análisis estadísticos sofisticados, puede añadirse que no se han encontrado razones para dudar de la robustez de nuestros análisis principales. La relación entre autocontrol y delito en nuestro estudio, pues, es fuerte atendiendo a nuestros estimadores y a nuestros coeficientes de determinación ajustados; y robusta en el sentido de que se mantiene incluso bajo ciertas circunstancias complejas. Hasta aquí, entonces, se ha cumplido el primer y más importante objetivo de la presente investigación: se ha encontrado evidencia empírica favorable a la teoría general del delito y se ha hecho, además, en un ámbito socio-cultural muy distinto de aquél en el que fue originariamente propuesta2. Debe aquí recordarse una vez más que, con todo ello, la presente se

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une a la legión de investigaciones que han encontrado pruebas favorables a nuestra teoría, ocasionalmente también en contextos muy heterogéneos.

Por añadidura, entonces, hemos alcanzado con éxito nuestro segundo objetivo: se ha llevado a cabo el test de la teoría recurriendo a una muestra de pequeño tamaño. Desde luego, ello ha representado un reto importante y, así, ha obligado a un análisis a priori de potencia estadística, a una imputación de datos perdidos a nivel del ítem que permitiera maximizar las observaciones empleadas o a extremar la comprobación de las asunciones de nuestros modelos. Como conclusión, no puede aconsejarse utilizar muestras pequeñas o incluso medianas como regla general, ni mucho menos, pero al menos creo haber ofrecido pruebas no sólo de la utilidad, desde luego en situaciones de precariedad y al menos para determinados propósitos, de este enfoque; sino incluso de la superioridad del mismo para casos más o menos particulares.

El presente test de la teoría general del delito ha recurrido a autoinformes sobre comportamientos para la medición del auto-control. En ello sigue las recomendaciones de la propia teoría. A la vez, constituye el primero realizado en nuestro país siguiendo este enfoque. Se trata de una estrategia alternativa, aunque a mi juicio complementaria, de la más habitual de las escalas de naturaleza cognitiva. De entre todas las que se ubican en esta segunda opción, caben pocas dudas de que la más utilizada es la de Grasmick, Tittle, Bursik y Arneklev -o algunas de las escalas de ella derivadas. La misma, sin duda, ha alcanzado una gran popularidad en los tests de la teoría. A menudo, sin embargo, ha sido utilizada de modo insuficientemente crítico -desde el punto de vista de la validez por ejemplo. Algunos estudios, así las cosas, han podido realizar ciertas consideraciones. Verbigracia, DeLisi y otros la sometieron a una inspección concienzuda utilizando una muestra de sujetos privados de libertad. En sus análisis incluyeron desde habituales análisis factoriales exploratorios hasta confirmatorios mediante modelos de ecuaciones estructurales. Cuando los investigadores utilizan esta última herramienta y comparan un modelo con seis factores; otro con seis factores más un factor de segundo orden; y, finalmente, otro con un

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único factor, encuentran dos cosas dignas de mención. Para empezar, que la primera opción -la multidimensional- es superior a las otras dos; pero, en segundo lugar, que tampoco ésta parece completamente asumible (por ejemplo, RMSA=0,06; GI=0,852)3. Ello lleva a los autores a concluir que «los presentes análisis factoriales confirmatorios indicaron que la escala de Grasmick et al. es una pobre medida del constructo del autocontrol conceptualizado por Gottfredson y Hirschi», «la escala no es unidimensional, iteraciones teóricas más complejas no alcanzaron los estándares mínimos de la mayoría de los estadísticos de bondad de ajuste y fue preciso un refinamiento considerable [...] hasta que pudo encontrarse un modelo de medición que se ajus-tara a los datos»4. Algo más optimistas, igualmente reclaman mejoras Longshore y sus compañeros para la estimación de la impulsividad y distinguirla de otros elementos, para la subescala de labores sencillas o para extenderla a los diversos grupos sociales5. Marcus centra más específicamente su crítica en la validez de constructo. A su juicio, la escala no sólo carece de la unidimensionalidad que caracteriza al autocontrol, el cual real-mente no tiene elementos independientes en absoluto; sino que al menos algunos de sus items se refieren a diferencias en motivación -no en control-, algo que ya sabemos es ajeno a la teo-

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ría6. Aquí puede pensarse en items tales como «Casi siempre me siento mejor cuando estoy moviéndome y haciendo algo que cuando estoy sentado pensando». El mismo Marcus añade otras críticas más generales a las preguntas de naturaleza cognitiva, como es el caso del mayor esfuerzo que exigen en el entrevistado7. Wiebe añade la falta de validez predictiva de la escala8. Nofziger trae a colación el problema de que, en las medidas basadas en actitudes u opiniones, personas distintas pueden interpretar de modo también diferente lo que se pregunta. Por ejemplo en el ítem del equipo de Grasmick «Me gusta probarme a mí mismo de vez en cuando haciendo algo que sea un poco peligroso», es imaginable que no todo el mundo defina igual qué es algo un poco peligroso. Sobre todo quienes tienen un autocontrol bajo pueden hacer interpretaciones significativamente distintas frente a quienes son altos en esta misma variable9. Pique-ro y otros, por su parte y partiendo de la teoría de la respuesta al ítem, insisten en que las personas bajas en autocontrol contestan de modo distinto a la escala de Grasmick y sus asociados que las que son altas en este factor10. Recientemente, Higgins ha recurrido al modelo de Rasch para evaluar la escala de referencia. Este modelo se presenta como una alternativa a la teoría clásica de los tests y, entre otras características, ofrece estadísticos de ajuste que permiten evaluaciones fundamentadas. Utilizando una muestra de conveniencia de 303 alumnos universitarios, informa de que nuestra protagonista no se ciñe a este modelo de Rasch. Ello quiere decir que carece de validez desde este punto de vista. Además, de nuevo, no identifica un constructo unidimensional y puede tener un funcionamiento diferente para determinados subgrupos11.

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En comparación con los enfoques cognitivos, el problema fundamental de los conductuales es la enorme dificultad para construir escalas de este tipo, sobre todo si se quiere evitar el problema de la tautología. En este sentido se expresan Tittle y sus colegas: «Es mucho más fácil inventar un conjunto significativo de indicadores cognitivos […] que identificar indicadores conductuales apropiados»12. Sobre esto tendremos que volver enseguida.

Como vimos, existen investigaciones que han tratado de comparar las escalas de uno y otro tipo. Aunque probable-mente la evidencia sea mixta13, existen estudios que han encontrado que las medidas sobre comportamientos predicen el delito de modo más consistente que las de actitudes14. Quizá el análisis más importante en este ámbito sea el de Tittle -uno de los gigantes de nuestra disciplina- y sus asociados -como vamos a comprobar rápidamente, en realidad este grupo ofrece varios trabajos sobre la materia. Su investigación contaba con datos de 350 entrevistas cara a cara, y los mismos incluían cuatro mediciones distintas de autocontrol: el indicador cognitivo de Grasmick, el propio Tittle y sus restantes colegas, un índice aditivo con los items de esta escala, una medida a partir de comportamientos que eran reducidos mediante un análisis factorial y, por último, un índice sumatorio con un rango de 0 a 10 a partir de comportamientos dicotomizados. Las dos primeras, pues, son medidas cognitivas y las dos últimas sobre comportamientos15. Los autores informan de cuatro modelos de regresión -sin ninguna estimación de auto-control, con el indicador cognitivo (no aditivo) y con cada una de las medidas a partir de comportamientos. En los tres casos en que había estimaciones de autocontrol, el efecto del término

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era estadísticamente significativo y elevaba el coeficiente de determinación ajustado respecto del modelo simple. Las diferencias, sin embargo, eran notables, con coeficientes estandarizados superiores para el caso de las medidas sobre comportamientos (respectivamente para los tres modelos: -0,24, -0,4 y -0,38) y coeficientes de determinación ajustados que se elevaban en los modelos sobre comportamientos respecto del cognitivo en cerca de un 40%16. Los investigadores concluyen que «el mejor apoyo para la teoría en estos análisis [...] aparece cuando el autocontrol es medido de modo conductual»17.

Como se comenzó anunciando, sin embargo, la evidencia probablemente puede calificarse de mixta. Los propios Tittle y sus colegas, en otro trabajo hermano del anterior y que utiliza los mismos datos, aunque para testar aspectos diferentes, llegan a la conclusión de que unas y otras -cognitivas y conductuales- funcionan igual18. De todos modos, ellos conceden ahora que «medidas de comportamientos pueden producir mejores...

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