La deformación antropológica: su repercusión en el discurso y el no reconocimiento de los derechos de los indígenas americanos

AutorJavier Dorado Porras
Cargo del AutorEditor
Páginas573-632
INTRODUCCIÓN
Históricamente, en el estudio de la mayoría de las culturas no oc-
cidentales, desde el estigma de la diferencia, se ha eliminado el ele-
mento individual, se ha llegado a hablar de sociedades comunitaris-
tas, homogeneizándose la realidad creativa y particularizada de los
seres humanos pertenecientes a estos grupos y uniformado las nece-
sidades de sus miembros. Todo ello a partir de un proceso de grega-
rización con el que el diferente, aquel procedente de culturas distin-
tas a las occidentales, ha quedado, en ocasiones, apartado de lo
propiamente humano, de lo definitorio del hombre, de nuestra pe-
culiaridad específica, esto es de la individualidad que nos conforma
como seres particulares e intransferibles.
El estudio, reflexión y descripción acerca de los pueblos indígenas
americanos, desde luego, no ha sido una excepción y puede ser eleva-
do a categoría paradigmática, más aún si nos centramos en lo aconteci-
do durante el siglo XIX. En efecto, si acudimos a las fuentes de la épo-
ca, constantemente nos encontramos con referencias históricas sobre
actividades culturales indígenas anónimas, impersonales, en donde el
elemento individual queda plenamente oscurecido. Esto ha jugado un
papel muy importante en la imagen que se nos ha acabado por trans-
mitir en nuestra época y en la imagen que a lo largo de los tiempos los
indígenas han asimilado sobre sí mismos. Parece como si al final se hu-
biese asumido, acríticamente, que las sociedades indígenas eran socie-
dades colectivistas, mientras que las sociedades modernas favorecían
HISTORIA DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES. Tomo III: Siglo XIX574
la individualidad1 y que con ello, en definitiva, las primeras eran socie-
dades en las que el ser humano no disponía de la posibilidad de ejer-
cer su propio autodescubrimiento y autoafirmación, en las que el indi-
viduo era absorbido por la comunidad, reducido a la esencia tribal o a
las dinámicas comunitarias de orden clánico2.
1Quizás quien más claramente haya puesto de manifiesto esta hipotética realidad sea
Luis Dumont al diferenciar dos tipos ideales de sociedades a la manera weberiana, las de
tipo individualista frente a las de tipo holista. Las de tipo individualista se corresponden con
los tipos modernos-occidentales y valoran en primer lugar el ser humano individual; las de
tipo holista se corresponden con tipos tradicionales no occidentales y en ellas las necesida-
des del hombre como tal son ignoradas o subordinadas; la concepción individualista, por el
contrario, ignora o subordina las necesidades de la sociedad. En su opinión las sociedades
holistas son predominantes en la historia de la humanidad. Vid. Homo hierarchicus. Essai sur
le systéme des castes, Gallimard, Paris, 1966 y “The Modern Conception of the Individual. No-
tes on Its Genesis and That of Concomitant Institutions” en Contributions to Indian Sociology,
VIII, October, 1965. En cast. Ensayos sobre el individualismo. Una perspectiva antropológica sobre
la ideología moderna, Alianza, Madrid, 1987 y Homo aequalis. Génesis y apogeo de la ideología eco-
nómica, Taurus, Madrid, 1977. Para una reconstrucción de la idea de individuo en la civiliza-
ción occidental puede consultarse la obra del prof. MARÍN, H., La invención de lo humano, la
construcción sociohistórica del individuo, Iberoamericana, Madrid, 1997.
2La imagen que occidente ha proyectado sobre el indígena americano ha sido objeto de
estudio por parte de BISSEL, B., The American Indian in Englihs Literature of the Eighteenth Cen-
tury, Yale University Press, New Haven, 1925, OCTAVIO, R., “Les sauvages américains devant
le droit”, en Recueil des cours de Academie de Droit International, I, Tome 3, La Haye, 1930; CO-
HEN, F. S., “Americanising the white man”, Boletín Indigenista, v. XII, nº 2, México, D. F., 1952;
O´GORMAN, E., “Sobre la naturaleza bestial del indio americano”, Filosofía y Letras (vol. I y II),
México, UNAM, 1941; del mismo autor, La invención de América, F. C. E., México, 1958; HAR-
VEY PEARCE, R., The Savages of America: a Study of the Indian and the American Mind, The John
Hopkins Univ. Press, Baltimore, 1953; ROMEO, R., La soperte americane nella coscienza italiana,
Ricciardi, Milan-Napoles, 1954; GÓMEZ CANEDO, L., “¿Hombres o bestias?” en Estudios de
Historia Novohispana, v. 1, Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, México, 1960; GAOS,
J., Historia de nuestra idea del mundo, F. C. E., El Colegio de México, México, 1973; ECHEVERRIA,
D., Mirage in the West, A History of the French Image of American Society to 1815, Princeton Univ.
Press, Princeton, 1957; BAUDET, H. Paradise on Earth: some Thoughts on European Images of Non
European Man, Yale Univ. Press, New Haven y Londres, 1965; GLIOZZI, G., “Il mito del buon
selvaggio” nella storiografia tra Ottocento e Novecento”, en Rivista di filosofia, LVIII, 1967, p.
288-255; HONOUR, H., European image of America from the Discoveries to the Present Time, Pan-
theon Books, Nueva York, 1976; BITTERLI, U., Los salvajes y los civilizados, trad. P. Sorozábal, F.
C. E., México, 1982; MARCHETTI, G., Cultura indígena e integración nacional, Universidad Vera-
cruzana, México, 1986; ORTEGA Y MEDINA, J. A., Imagología del buen y del mal salvaje, UNAM,
México, 1987; BARTRA, R., El salvaje en el espejo, UNAM, ediciones ERA, México, 1992; GERBI,
A., La disputa del Nuevo mundo, historia de una polémica, 1750-1900 (1955), F. C. E., México, 1993, y
La naturaleza de las indias nuevas (1978), F. C. E., México, 1992, y CHAVOLLA, A., La idea de Amé-
rica en el pensamiento europeo de Fernández de Oviedo a Hegel, Colección Fin del Milenio, Guadala-
jara. Todos ellos nos han servido de fuentes secundarias en la elaboración de este trabajo.
Capítulo XXXI: La deformación antropológica... - J. DANIEL OLIVA MARTÍNEZ 575
En este tipo de propuestas nos encontramos con el predominio del
estudio de las acciones culturales en su relación con los demás aspec-
tos estructurales y supraestructurales de aquellas sociedades indíge-
nas como la economía, la organización social, la política, la religión
etc... Desde estos enfoques la acción humana en las comunidades indí-
genas, quedaba restringida a procesos de retroalimentación social en
donde lo individual, en definitiva, apenas contaba. Todo ello desde
una proyección despersonalizadora en contextos, no lo olvidemos, de
dominación colonial, que se estructuraba a partir de lo que algunos,
mucho después, denominaron el rasgo del plural, a partir del cual
“nunca se caracteriza al colonizado de una manera diferencial; única-
mente merece vivir sumergido en un anonimato colectivo (“Son es-
to...Son todos iguales”)” —y así— “no existe como individuo”3, sola-
mente es uno de tantos, uno de “ellos”.
A partir de una caracterización de componentes dicotómicos o pa-
res opuestos, tan propia de la modernidad, durante el siglo XIX, desde
el pensamiento europeo de reminiscencias ilustradas y en pleno auge
de la racionalidad científica, el hombre occidental será relacionado con
lo racional, lo activo, lo dominante, lo individualizado y diferenciado,
frente al hombre indígena que se proyectará como lo irracional, lo pa-
sivo, lo dominado, lo gregario y lo indiferenciado, reforzándose así esa
tradición de reflexión sobre el hombre y la sociedad enmarcada en dos
formas contradictorias, positiva una y negativa la otra.
Todo ello tendrá una incuestionable trascendencia moral, ética y
política y una correlación normativa en el ámbito del (no) reconoci-
miento de los derechos humanos de las personas de origen indígena,
puesto que si se obvia que tras cada acción cultural aparece un agente
activo y un sujeto creador, con presumibles peculiaridades y cualida-
des plenamente individuales que hacen que en cierta manera su acti-
vidad se particularice y desde luego las necesidades de protección se
subjetivicen, la deformación antropológica, puede devenir, tal y como
vamos a intentar demostrar en las próximas páginas que ocurrió en el
siglo XIX, en una negación de sus derechos.
Cabe una aclaración. Ciertamente desde una perspectiva de análi-
sis antropológica seria y rigurosa, más allá de las deformaciones inicia-
les que a continuación se expondrán, las sociedades indígenas no se
3MEMMI, A., Retrato del Colonizado, Cuadernos para el diálogo, Madrid, 1971, p. 145.
Agradezco la referencia al prof. Blázquez Martín.

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