Discurso del Ilmo. Sr. D. Rafael de Ureña y Smenjaud
Autor | Rafael de Ureña y Smenjaud |
Páginas | 111-157 |
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DISCURSO
Del ilmO. sr.
D. RAFAEL DE UREÑA Y SMENJAUD
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señOres acaDémicOs:
Un sentimiento inefable, mezcla sorprendente y confusa de tristeza y de
alegría, de profundo y amargo dolor y de dulce contentamiento del alma, in-
vade todo mi ser, se apodera de él y me hace suyo, como supremo y déspota
dictador de mi conciencia.
Al placer inmenso de verme entre vosotros, traído por vuestra cariñosa be-
nevolencia, que nunca podré agradeceros bastante, aúnase hondísima pena,
que á aquél entenebrece y menoscaba, por no decir que por completo le anula.
Y es que voy á sustituir entre vosotros á aquel sabio Profesor y sociólogo ilus-
tre, queridísimo amigo y compañero mío, que se llamó en vida Manuel Sales
y Ferré.
Cuando la muerte inexorable y fría arrebata del mundo de los vivos algu-
na personalidad ilustre, pocas, muy pocas veces, ofrece verdadera garantía el
juicio de los contemporáneos. La amistad, el compañerismo, el parentesco,
la gratitud, el cariño, las rivalidades, los resquemores, el odio, la envidia...,
todas las buenas y malas pasiones del hombre se enlazan y entremezclan, y
el exagerado panegírico aparece con frecuencia, al lado de la injusta y acer-
ba crítica. Los unos glorican y levantan altares al compañero y al amigo;
los otros derriban el ídolo, le queman en el fuego de sus pasiones y aventan
sus cenizas; parece como que la lucha de los hombres se prolonga más allá
de la tumba. Y hay que esperar que el tiempo pase y que aquella generación
se extinga, para que el juicio empiece á revestir sus necesarios caracteres de
templanza y de justicia: el tribunal de los muertos es la historia.
Mas cuando amigos y adversarios, con rara unanimidad, reconocen y pro-
claman el sentimiento artístico del poeta ó la sublime elocuencia del orador
ó el talento crítico y clarividente del sabio..., bien se puede asegurar que el
juicio de aquellos que con él lucharon y vivieron, ha de encontrar la suprema
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sanción en el fallo recto, desapasionado y severo de las generaciones venide-
ras. Tal sucede con Sales y Ferré.
En la Universidad, en el Ateneo, en la Academia... se ha rendido por todos,
con verdadero entusiasmo y recogido y doloroso sentimiento, justo tributo de
admiración y respeto al Profesor insigne, cuya prodigiosa enseñanza, tan sóli-
da en su fondo como sugestiva en su forma, ha dejado inolvidables recuerdos
y profundas huellas en las Facultades de Filosofía y Letras de Madrid y Sevi-
lla; al sabio investigador, que en sus múltiples escritos y en lenguaje sobrio y
castizo, de una precisión y claridad envidiables, ha difundido por doquier las
nuevas orientaciones de la Sociología y de la Historia.
Que en ocasiones se ha equivocado; que ha incurrido en tales ó cuales ye-
rros, sustentando doctrinas que, en concepto de los unos ó de los otros, no
conforman con las exigencias de la realidad. ¿Y eso qué importa? Errare hu-
manun est. El que esté libre de error que arroje la primera piedra; el que no
yerra, ni investiga, ni sabe.
En ese apoderamiento y apreciación de la realidad por la conciencia, que
constituye el conocimiento humano, la verdad y el error aparecen continua-
mente mezclados; bien se puede decir que se compenetran por completo.
¿Dónde está ese criterio absoluto, que pueda enseñarnos y determinar en
cada caso cuál sea la ecuación perfecta, que con tanta frecuencia falta en la
relación del ser que conoce con la cosa conocida?
Por eso, las construcciones cientícas están sujetas á una recticación
continua. Por eso, la posesión de la verdad y la eliminación del error consti-
tuyen el progreso cientíco indenido é innito. Por eso, podemos decir que
tenemos un perfecto derecho al error, si nuestra conciencia le pregona como
verdad. Lo que no tenemos es derecho á la mentira, es decir, á profesar como
verdadero aquello que nuestra conciencia repugna y rechaza como erróneo.
Mas si en las exposiciones cientícas, precisamente por serlo, el error apa-
rece de modo necesario y fatal mezclado y en ocasiones con fuerza inconce-
bible adherido á la verdad, en todas ellas también encontramos otra clase de
errores, que bien podemos calicar de subjetivos. Lo que es verdad para mí,
puede ser para otro error profundo. Apenas hay cuestión cientíca que no sea
planteada y resuelta de manera distinta por las diferentes escuelas, porque
en cada momento del progreso cientíco existen direcciones varias, muchas
veces antitéticas, que sinceramente se creen poseedoras de la verdad. ¿Es que
vamos á negar carácter cientíco á todas aquellas direcciones, escuelas, doc-
trinas ú opiniones particulares que no conforman con la totalidad de nuestro
UNA TRADICIÓN JURÍDICA ESPAÑOLA
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pensamiento? ¿Es que no vamos á reconocer siquiera la posibilidad de ciencia
distinta á la nuestra?
Ni se puede ni se debe transigir con el error, hemos oído muchas veces;
pero, ¿dónde está la verdad? ¿Cuál es ésta? ¿Es acaso la misma para católicos,
protestantes, musulmanes, judíos, teósofos y budistas? ¿Se pueden poner
acaso de acuerdo las diferentes escuelas que se dividen el campo de la cien-
cia? La benevolencia y la tolerancia ha sucedido ya, por fortuna, al rigorismo
de la intransigencia.
Por eso, Sales y Ferré ha podido ser justamente juzgado por amigos y por
adversarios, á pesar de los radicalismos que sus doctrinas encierran. Por eso,
vuestra exquisita tolerancia ha reconocido en el sabio Académico, á quien
todos lloramos, esas brillantes cualidades que en sus escritos resplandecen.
Su alteza de miras y su acendrado patriotismo; la sinceridad de sus palabras y
la profundidad de su pensamiento; su vastísima y variada cultura y la clarivi-
dencia de su privilegiado espíritu; su libre y amplio criterio, siempre abierto á
las recticaciones críticas y el rigorismo lógico de su procedimiento cientíco.
Conocidas de todos vosotros son sus obras, desde la Filosofía de la Muer-
te (Sevilla, 1881), refundición de manuscritos de Sanz del Río y uno de sus
primeros ensayos como publicista, á los Problemas sociales (Madrid, 1911);
hermoso libro que puede ser considerado como su testamento cientíco, pa-
sando por otros variados é interesantes escritos1, principalmente dedicados al
estudio de la Sociología y de la Historia.
No voy á hacer de ellas una enumeración crítica, impropia de este momen-
to, ni mucho menos á delinear el cuadro de su vasto contenido; pero sí he de
observar que en esa bancarrota general de los sociólogos al uso, no de la So-
ciología, como tal cual espíritu supercial y de clarividencia escasa haya podi-
do armar, no está en manera alguna comprendido nuestro inolvidable Sales
1 He aquí los títulos de algunos de ellos:
Prehistoria y origen de la civilización. Edad paleolítca.
El hombre primitivo y las tradiciones orientales.
Estudios arqueológicos. La necrópolis de Carmona.
El descubrimiento de América, según las últimas investigaciones.
Civilización europea.
Historia general.
Compendio de Historia universal. Edad prehistórica y Período oriental.
Tratado de Sociología. Educación social y política.
Nuevos fundamentos de la Moral.
La transformación del Japón, etc.
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