La diplomacia privada y la criminalización de sus objetivos con fines políticos

AutorElena Conde Pérez
Páginas283-290

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1. Introducción
  1. El profesor Remiro ha sido un pionero en la investigación profusa, acertada y crítica de la cuestión de la jurisdicción penal universal sobre crímenes internacionales y las inmunidades del Estado extranjero y sus agentes, y no ha dejado de señalar en sus múltiples escritos los retos que plan-tean las normas secundarias relativas a la inmunidad de los Estados y sus agentes cuando éstas chocan con normas primarias de ius cogens, como las que consagran la existencia de crímenes internacionales. Esta contribución o exégesis de su obra en lo relativo a la acción exterior, sin embargo, versa sobre un supuesto en parte contrario: trata de apuntar la relevancia práctica de la ausencia de un sistema de privilegios e inmunidades para los actores que participan en la diplomacia privada cuando chocan con las decisiones soberanas de Estados poderosos que tratan de criminalizar determinados procesos internacionales, contribuyendo con ello a fijar el modelo de lo que debe ser el orden internacional 1. Así pues, mi contribución aspira a un do-

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ble objetivo, por una parte caracterizar las nuevas formas de diplomacia en determinados procesos complejos -como es el caso de los procesos de paz y postconflicto- y, por otra, analizar, a través de algunos casos de la práctica reciente, la responsabilidad que podrá recaer sobre un Estado que se sirve de este tipo de actores o, incluso, sobre los mismos actores privados.

2. Nuevas formas de diplomacia
  1. La diplomacia tradicional está experimentando importantes cambios, pues precisa adaptarse al también fluctuante entorno internacional y los retos múltiples a los que debe hacer frente. Así, las agendas diplomáticas han incorporado nuevos temas, de alcance global e imposibles de ser gestionados por un solo Estado, que tienen que ver con aspectos tan variados y amplios en su alcance como los nuevos riesgos a la seguridad, a la salud mundial, las migraciones, los derechos humanos o el cambio climático.

  2. Los cambios antedichos se extienden, a su vez, a las reglas de comportamiento: mientras la diplomacia tradicional se regula de una forma jerárquica, se apoya en las Convenciones de Viena de 1961 y 1963 y se basa en gran parte en la confidencialidad, las nuevas formas de diplomacia, interactivas o funcionando en red (networked diplomacy), parten del libre acceso a la información y en general son más flexibles y menos restringidas, si bien han tenido que buscar también un punto de equilibrio para evitar filtraciones bochornosas. Por su parte, la aparición de nuevas tecnologías y formas de comunicación han reducido el carácter monopolístico de la información exterior que residía en manos del Estado: las redes sociales juegan un papel decisivo en la toma de decisiones y, en este sentido, la denominada "diplomacia pública" es el proceso por el cual se influye -también a través de actores privados que controlan las redes sociales- en grupos e intereses en otros países con el fin de cambiar el comportamiento de un actor. Ello a su vez influye en la cadena de responsabilidades, que es en la diplomacia moderna mucho más inasible que en la clásica, pues la legitimidad de aquélla se apoya en la demanda colectiva de la opinión pública.

  3. Por otra parte, el carácter difuso de lo que es política nacional o internacional afecta al reclutamiento y formación de los diplomáticos. Así,

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    frente a una cultura de la exclusividad imperante en tiempos pasados, se han ido imponiendo ciertas normas de comportamiento y la propia inmunidad de los agentes tiende a hacerse más inclusiva con el fin de admitir a nuevos actores bajo sus reglas de protección 2. Se habla del surgimiento de una multi-stakeholder diplomacy esto es, el caso de actores no estatales que han probado ser capaces de transmitir y lograr objetivos de forma más efectiva que la diplomacia tradicional en ciertos ámbitos. En este amplio grupo de "diplomacia privada o no estatal" podríamos incluir múltiples agentes entre los que se cuentan organizaciones no gubernamentales (en adelante, ONGs), think tanks, científicos (la llamada "diplomacia científica"), personas procedentes del mundo de los negocios, el deporte, la cultura o, simple-mente, ciudadanos con voluntad (generalmente buena) 3. Esta difusión del personal que está al servicio público exterior se ha puesto incluso de relieve en las misiones diplomáticas, cada vez más integradas por personal no diplomático, procedente de diferentes ámbitos de la administración, con el fin de dar una visión más comprehensiva de los asuntos, lo que también ha influido en los modos y hábitos de trabajo de la diplomacia oficial.

  4. En definitiva, la diplomacia actual, frente a la clásica, ha dejado en parte de ser el ámbito reservado de los Ministerios de Asuntos Exteriores, con la incorporación de personal procedente de otros ámbitos de la administración e implicando cada vez más a una variedad de actores privados que trabajan al lado de la diplomacia oficial. Ello es un claro reflejo del crecimiento de la sociedad civil y sus demandas en pos de una mayor participación en los procesos políticos mundiales. Este fenómeno creciente ha dado

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    lugar a una diplomacia de denominación diversa y casi siempre anglosajona -multistakeholder diplomacy, network diplomacy, private diplomacy, integrative diplomacy, multilayered diplomacy...- que muestra la creciente interacción entre los agentes del Estado y las organizaciones internacionales y los actores no estatales, ya procedan del mundo civil o del ámbito de los negocios.

  5. El uso extensivo de actores privados en la diplomacia -los denominados unofficial diplomats de la obra editada por Maureen Berman y Joseph Johnson 4- se remonta a los años 70 del pasado...

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