Diez años de la Constitución de Cádiz en el debate político francés: 1814-1824

AutorNere Basabe
Páginas23-72

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I Del relativo silencio inicial (1812-1819)

La influencia que la Constitución de Cádiz pudo tener en la vida política francesa de las décadas de 1810 y 1820 sin duda alguna no resulta tan relevante como en otros casos europeos, donde el código español jugó un papel determinante. La Francia del Imperio y de la Restauración aparece sin embargo inexorablemente unida a la propia existencia de la Constitución, por las circunstancias que concurrieron en el momento de su nacimiento, en plena guerra de Independencia contra los ejércitos napoleónicos, así como por la intervención de los “Cien mil hijos de San Luis” que acabó sentenciándola de muerte en 1823. Entre esas dos fechas la vida política e intelectual francesa no fue indiferente a los sucesos en el país vecino, ni a ese texto consagrado por las Cortes al que miraron sucesivamente con sorpresa, admiración, recelo y aversión ?según el momento o el propio emisor?, y su análisis llenó miles de páginas publicadas en París. Francia no fue pues ajena a ese gran interés que despertó por doquier esta primera constitución liberal del siglo XIX, pero un análisis detallado del debate que suscitó, contextualizado adecuadamente en la propia historia de la vida política del país, pone en evidencia las particularidades de esa recepción, que muchas veces disienten con lo sucedido en otros rincones del continente europeo. Así, si para el caso alemán se puede hablar por ejemplo –por compararlo con otro país septentrional? de una discusión que transcurre “de la crítica conservadora a la admiración progresista”1 , en el caso francés podríamos hablar de un proceso inverso, que llevó a sus comentaristas del más encendido entusiasmo liberal y monárquico?constitucional de 1814 a la franca hostilidad expresada en 1823.

Voluntariamente silenciada en el momento de su proclamación por el contexto bélico, la Constitución de Cádiz irrumpió en el debate francés inmediatamente después de la caída del emperador, primero debido a un idealizado paralelismo forzado entre ambas restauraciones (la de Fernando VII y la de Luis XVIII, ensalzados como nuevos reyes constitucionales), pronto por la búsqueda de referentes alternativos con ocasión de la polémica en torno a la Carta otorgada de 1814. El apogeo de este interés llegaría no obstante con el Trienio liberal que catapultó a la constitución gaditana al pódium de modelo universal para el liberalismo, hecho que despertó infinitas esperanzas de cambio y libertad en 1820, y esperanzas que se vieron finalmente aplastadas tres años después, convertida ahora la constitución en una amenaza para la estabilidad de la nación francesa.

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1.1. La proclamación ignorada

Tras la caída del Imperio napoleónico, el abad Pradt no dudaba en denunciar “el velo del más profundo silencio” con el que se había pretendido cubrir durante los años de la guerra toda noticia relativa a España:

La séquestration dans laquelle on tient les peuples de ce qui se passe autour d’eux, est un des plus puissants moyens de les asservir. Pour les abuser, il faut commencer par les aveugler (…). Napoléon, grand maître dans l’art de despotiser, était aussi grand maître dans l’art de ne découvrir de la scène du monde, que la partie qu’il lui convenait de montrer. (…) Dans cet espace de temps, les Français, renfermés comme dans un parc, sont restés étrangers à tout ce qui se publiait autour d’eux; (…) et tandis qu’à sept lieues de la France, en Angleterre, tout le mouvement de l’univers était annoncé et retracé journellement (…), de son côté, la France était uniquement nourrie des romans du Moniteur, et des extraits falsifiés de ces mêmes papiers qui circulaient au naturel dans toute l’Europe. Les choses étaient au point, que des évènements de la plus haute importance, tels que la bataille de Trafalgar, n’ont jamais été mentionnés dans les papiers autorisés en France. (…) C’est dans cette vue d’abuser le public qu’étaient rédigées toutes les publications relatives à l’Espagne. Napoléon mit beaucoup d’art à graduer les révélations; comme il n’y avait rien de bien beau à dire, il prit le parti de ne dire presque rien. (…) [L’Espagne] fut couvert du voile du plus profond silence…2 No faltan a la verdad ni exageran las palabras de Dominique de Pradt, ex arzobispo, diplomático francés y reputado historiador de las relaciones internacionales, que en 1808 acompañó al Emperador en Bayona y donde fue testigo y actor privilegiado en las negociaciones. Denuncias semejantes, por lo demás, se pueden encontrar en otros muchos autores que trataron el tema de España tras la caída de Napoleón, como en estas palabras de Rouyer, un ferviente admirador del texto doceañista:

Nos descendants ne sauront que la plus petite partie [sur l’Espagne], puisqu’elle a été presque entièrement altérée, défigurée et tronquée par des journalistes auxquels j’en fait bien moins le reproche, qu’aux gens qui dirigent encore aujourd’hui leur plume, comme ils la dirigeaient sous Robespierre, le plus farouche des tyrans; comme ils l’ont dirigé depuis quinze ans sous Bonaparte, le plus absolu des despotes3 .

Y ese velo de silencio destaca especialmente en todo lo relativo a la proclamación de la primera Constitución española, un código directamente inspirado en los principios revolucionarios franceses pero redactado por un pueblo por entonces enemigo. Así, en el Journal de l’Empire (nombre que toma el Journal des Débats entre 1805 y 1815), tan solo hay referencias a la “constitution espagnole” previas a 1812, entendiendo por ésta únicamente el Estatuto de Bayona:

Les nouvelles que nous recevons de Bayonne nous comblent de satisfaction et d’espérance. (...) L’Espagne est le pays de l’Europe qui présentetoit peut-être le plus de difficultés pour la confection d’un pareil ouvrage; mais on voit avec quel art le législateur a su concilier les intérêts, les habitudes de cette vaste et intéressante

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contrée; avec quelle délicatesse une main aussi ferme qu’habile a raffermi ce que le passé avoit produit d’utile; a élagué ce que le temps avoit rendu superflu, a semé les germes des institutions qui font partout la base et la force des sociétés. Cette constitution offre surtout une innovation (…): un des plus grands spectacles qui aient encore frappé le monde, c’est l’apparition des députés du NouveauMonde dans un nouveau corps législatif de l’Ancien-Monde. Cette grande, cette salutaire innovation, devoit appartenir à l’époque actuelle…4 Pero en 1812, y hasta 1815 (año en que deja de publicarse el Journal de l’Empire), no se vuelve a hablar de ninguna “constitución española”. Las referencias a España en las páginas del periódico a lo largo de esos años se limitan a dar cuenta de las campañas militares con, eso sí, un especial interés (particularmente en los números del diario de septiembre de 1812, mientras Cádiz vive el intenso bombardeo francés, o con motivo de la proclamada independencia de Cartagena de Indias con respecto a la Junta gaditana en el mes de abril) por el creciente desencuentro de las colonias americanas con la metrópoli peninsular ?única cuestión para la que sí se refieren a las sesiones en las Cortes.

En el número del 19 de marzo de 1812, día precisamente de la proclamación de la constitución, la noticia destacada sobre España es la intercepción de una carta de Enrique O’Donnell, nombrado miembro de la nueva regencia de Cádiz, a su hermano Carlos: «cette lettre prouve que les chefs même des insurgés manquent de confiance dans leurs moyens, et ont peu d’espoir de soutenir la lutte dans laquelle ils sont engagés»; la carta se reproduce en su integridad, y en ella sí aparece una pesimista alusión indirecta a esa constitución aún no nacida (la carta data del 1 de marzo):

Nos troupes, peu nombreuses, disséminées dans un grand nombre de provinces, ne peuvent rien exécuter; et lorsque l’ennemi sera maître de toutes les places du royaume, les armées n’ayant plus aucun point d’appui, seront forcées de se dissoudre; et tandis que la commission des cortès s’occupera de donner une constitution à la nation, qui n’existe plus, et que la guerre sera réduite aux vols et aux brigandages des guérillas, nous serons en proie à toutes les horreurs de la guerre, sans espoir de la voir terminer5 .

Todas las notas que aparecen sobre España, como vemos, tienen el único fin de elevar la moral y la confianza del público francés, obviando cualquier otro suceso: una nota que llega desde Madrid, fechada el 20 de marzo, anuncia que “en el día de ayer” se habían escuchado en la capital salvas de artillería celebrando el cumpleaños de Su Majestad ?pero sucede

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que el cumpleaños de José I había pasado ya hacía tres meses, y para el aniversario de su coronación faltaban aún otros tres; ¿acaso se estaba celebrando otra cosa aquel 19 de marzo?6 En el mismo mes de marzo (día 26) este periódico se hace eco de un discurso pronunciado en las Cortes por el diputado Lagunas, denunciando precisamente la “inacción” y el “letargo” de esa cámara, e incluso podemos encontrar alguna que otra alusión velada e indirecta, como cuando anuncian que «le général Balleisteros s’étoit emparé de toute l’autorité et s’élevoit ainsi au-dessus des lois, contre les principes sanctionnés par les cortès», o como cuando, un mes antes, presentan un breve balance negativo sobre la obra...

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