La dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)

AutorJosé Manuel Vera Santos
Páginas33-65
2. LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA (1923-
1930)
2.1. INTRODUCCIÓN: “EL PLANO INCLINADO HACIA LA
DICTADURA39
Desde la óptica histórica y social, a partir del siempre complejo y poliédrico
mundo de los hechos, como ya he destacado antes de manera parcial40, el adve-
nimiento de la dictadura se enmarca básicamente por cuatro coordenadas como
son a) el desorden permanente en las calles, que en Cataluña adquiría caracteres
de guerra social41; b) el problema de Marruecos, sobre todo el Desastre de Annual,
39 Tomo la expresión de Seco Serrano (en JOVER, J. M. (dir.) Historia de España Menéndez Pidal,
“Del plano inclinado hacia la Dictadura al nal de la Monarquía, 1922-1931”, T. XXXVIII. Madrid,
Espasa, págs. 9-130). Y lo hago porque me parece muy descriptiva, no sólo, como el autor concretiza,
desde 1921 en adelante, sino también de la dinámica general del propio periodo de la restauración
borbónica. Como más adelante escribo, también la hago mía en el epígrafe 3 para referirme al corri-
miento pausado pero sin freno alguno, que lleva a la política y a la sociedad española a la proclamación
de una segunda república tan querida al principio como defraudadora de voluntades, de las mejores
voluntades, a poco de su institucionalización.
40 Vid. nota 33 y texto concordante.
41 Vid. nota 35. Los desórdenes en Cataluña favorecieron que los dirigentes de la Lliga y los bur-
gueses conservadores, nanciaran el golpe de Estado de Primo de Rivera como, entre otros, arman
MAURA GAMAZO, G. (Bosquejo histórico de la Dictadura 1923-1930. Madrid, 1930, pág. 33) y reeja
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acaecido a nales de julio de 1921, y sus consecuencias de descrédito para el gobier-
no42 y la propia monarquía43; c) en tercer lugar la baja estima ciudadana hacia el par-
lamentarismo; y d) por último, la desorientación en el Gobierno y el desgaste de los
partidos turnantes sin que surgiera una alternativa renovadora a los mismos44. Por
todo ello “el país se encontraba abocado a adoptar resoluciones heroicas y radicales
tan profundas como la de sobrevivir armónicamente como nación y la de seguir
marchando operativamente como Estado45. Y el protagonismo de Miguel Primo de
Rivera en, al menos, dos de dichas cuestiones, resulta innegable. De hecho, tanto en
BEN-AMÍ S. (La dictadura de Primo de Rivera. Barcelona, Planeta, 1984, págs. 40-41), citando a Mola.
Insiste en la idea general del apoyo de la burguesía catalana al golpe de Estado, y no solo en lo econó-
mico, que desde luego no era lo más relevante, DE RIQUER I PERMANYER, B. “El conservadurismo
político catalán (1868-1939)”, en TUSELL, J., MONTERO, F, y MARÍN, J. M. (eds.) Las derechas en
la España contemporánea. Barcelona, Anthropos-UNED, 1997, págs. 77-90 (85). Alude el autor a la
“política de resistencia social” en la que se encontraba en esa fecha la burguesía catalana, los porqués
y el cómo se apoyó el movimiento insurreccional contra un sistema constitucional más que superado
por la realidad.
42 Ya habla de Annual como la manifestación grave del progresivo e irreversible deterioro del siste-
ma parlamentario en España y como uno de los factores claves de la caída del monarca FERNÁNDEZ
ALMAGRO, M. Historia del reinado de Alfonso XIII. Barcelona, 1933. En Responsabilidades para todos,
publicado en El Debate del 21 de agosto de 1921, se reeja claramente este descrédito, incluso en este
diario, que había mantenido una posición anterior mucho más contemplativa: “Los gobiernos direc-
tamente por omisión o comisión, e indirectamente los partidos, y muchos políticos personalmente y
los agitadores profesionales todos son corresponsables del revés sufrido en Melilla. El general Picasso
depura ya las responsabilidades militares ¿Quién depura las políticas?”. Ante la crisis ministerial del
gobierno de Maura, Luis de Zulueta publicaba en el rotativo El Socialista un artículo el 25 de marzo
de 1922 titulado “Dónde están los responsables”, en el cual podemos leer “¿Dónde están los responsa-
bles? ¿Lo fueron quizá los ministros del gabinete que gobernaba a España en julio pasado? No. Porque
ni les acusó el Congreso ni les juzgó el Senado. ¿Lo fue el Alto Comisario? No. Porque el gobierno lo
recibió en Madrid como a un caudillo victorioso (…)” Vid. al respecto el trabajo de GÁJATE BAJO,
M. “El desastre de Annual. El pleito de las responsabilidades en la gran prensa (1921-1923)”, Revista
Universitaria de Historia Militar (RUHM), nº 3, vol. 2, 2013, págs. 119-138.
43 Para GÁJATE BAJO (“El desastre…, op. cit., pág. 136), la sospecha sobre la implicación de
Alfonso XIII en el desastre militar y político fue cuestión de gran controversia y aunque la intervención
del monarca en la tragedia parece fundada, se carece de pruebas documentales y sólo pueden apoyarse
en testimonios indirectos. Por el contrario, otros autores arman que el parlamento creía que el Rey
había obstruido el desarrollo material del país y, al reducir el presupuesto militar, era el más alto res-
ponsable del desastre militar (BEN-AMI, La dictadura…, op. cit., págs. 28-29).
44 Vid notas 25 y 27.
45 GARCÍA CANALES, El problema…, op. cit., pág. 27. Cita opiniones al respecto de Gabriel
Maura, Posada y Ortega.
35Primo de Rivera: de la decadente monarquía a la “deseada” república
la problemática del desorden social46 como en el tema de los territorios españoles en
el continente africano47, Primo de Rivera obtuvo un evidente protagonismo48.
La falta de alternativa regeneradora constituye un motivo de controversia para
los especialistas. Para algunos el golpe de Estado de 1923 se produce ante un posible
resurgimiento del protagonismo parlamentario49. Esta nueva resurrección del parla-
mentarismo, antes que su degeneración, puede pulsarse en los intentos por esclare-
cer responsabilidades por el desastre de Marruecos50. Así, el dos de octubre de 1923
46 Insisto en la idea ya expresada: Primo de Rivera era Capitán general en Barcelona desde 1922.
De ahí también los apoyos sociales y económicos de la burguesía catalana al pronunciamiento como
indico en nota 41.
47 Con veintitrés años, en 1893 y como teniente, pisa ya tierras españolas en África, a la que vuelve
en 1909. Su hermano Fernando muere heroicamente en 1921 en Annual. El 16 de octubre de 1924,
siendo ya dictador, asume también el puesto de Alto Comisionado y General en jefe del ejército en
África, ya que nadie quería ocupar el cargo para replegar las tropas. Lo ostenta hasta el desembarco
de Alhucemas en 1925. Y, como obviarlo, su enfrentamiento con el teniente coronel Franco en julio
de 1924, debido a que Primo de Rivera era partidario de retirarse de África, tal y como expresamente
declara en el Senado después del desastre de Annual, siendo Capitán General de Madrid, declaracio-
nes que le cuestan dicho cargo, como le propio Primo de Rivera reere en el primero de sus artículos
escritos desde su exilio en parís, poco antes de morir y que recojo en el anexo 27. Vid. también nota 42.
48 Dejo a un lado su opinión, compartida por amplísimos sectores del ejército y de la sociedad
civil, respecto al nulo respeto al manoseado y mal utilizado sistema parlamentario alfonsino. Sirva
como ejemplo la carta de su tío Fernando al rey Alfonso XIII en 1920 que cito en nota 66.
49 BEN-AMI, La dictadura, op. cit., pág. 25, asevera que “El pronunciamiento tuvo lugar precisa-
mente en un momento en el que el sistema parlamentario daba muestras de volverse auténtico, con lo
que la política parlamentaria se convertía en una amenaza para la posición, hasta entonces, indiscuti-
ble, de la monarquía y las prerrogativas de los militares”. También MORENO LUZÓN, J. “Partidos y
Parlamento en la crisis de la Restauración” (en MERCEDES CABRERA (dir.) Con luz y taquígrafos, El
Parlamento en la Restauración. Madrid, Taurus,1998, págs. 65-102 [93-94]), explica cómo la fragmen-
tación partidista obligó a buscar salidas distintas a las que se habían abierto en años previos, dada la
quiebra de la hegemonía de las organizaciones clásicas, ancladas en un pasado irrecuperable, circuns-
tancia que hacía necesario buscar nuevas vías que acabaron cristalizando. A pesar de algunas resisten-
cias y vaivenes, se produjo una renovación del turno entre un conservadurismo, agrupado en torno a
los seguidores de Maura, y un liberalismo plural, dividido entre facciones que apoyaban a Romanones,
García Prieto o Alba. El golpe de Estado dejará la incógnita de saber si esta reinvención del sistema tur-
nista pudo haberse asentado o no. Otros arman que, aunque la Cámara no fuera más representativa
en 1923 que en años anteriores, sí que era más dinámica y estaba rompiendo con algunos tabúes que
habían limitado su actividad durante años y, por ello, unos cuantos militares respaldados por el Rey,
decidieron abortar este proceso (MARTORELL LINARES, M. “Gobierno y Parlamento. Las reglas del
juego” en MERCEDES CABRERA (dir.) Con luz y taquígrafos, op. cit., págs. 211-272 [268]).
50 La solicitud de responsabilidades se inicia con el conservador Sánchez Guerra y sigue con
el nuevo gobierno de García Prieto denominado de “concentración liberal”, que llega al poder en
diciembre de 1922 con un programa renovador que luego queda en agua de borrajas. Algunas de sus
propuestas de referencia, además de la petición de responsabilidades antes dicha, consistían en la
reforma constitucional en cuestiones tales como la organización del Senado, el proceso de suspensión

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