AL-HAKIM, Tawfiq, Diario de un fiscal rural

AutorJosé Calvo González
CargoUniversidad de Málaga
Páginas463-468

    AL-HAKIM, Tawfiq, Diario de un fiscal rural, trad. y prólogo de Emilio García Gómez, Ediciones del Viento, A Coruña, 2003, 159 pp.

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Acostumbra a ser el juez la figura que ocupa el principal protagonismo en los relatos cuya trama involucra la acción de la Administración de Justicia. Que ello suponga una fortuna o una desventura es ya otra historia. Le sigue luego, a muy corta distancia, el abogado defensor, quien a menudo termina por cosechar mayor popularidad que aquél. En último lugar aparece siempre el fiscal que, además de por uno u otro preterido e incluso a veces en todo postergado, para llegar a abandonar la posición a que -contra toda lógica- le conduce atraerse con gran facilidad la antipatía social, acaso también muy poco suelen ayudar a evitarlo justo, no obstante, es reconocerlo- los propios méritos. Las tareas de esa magistratura postulante, por lo general presentada como de exclusiva función acusatoria, se convierten en una inconveniencia que a pocos sugiere demasiadas posibilidades literarias. Supo aprovecharlas sin embargo Julian Barnes (n. 1946. Leicester) en El puercoespín (1992) 1, revistiendo metafóricamente de púas los guantes que cubrían las manos del fiscal Peter Solinsky, encargado de dirigir la acusación del Estado en el proceso contra el viejo dictador comunista Stoyo Petkanov, trasunto literario del líder búlgaro Todor Zivkov, en un enjuiciamiento inmerso en la presión mediática, televisiva, y rodeado de la atmósfera de frivolidad poscomunista 2, que asimismo más tarde transfundió de la ficción a la realidad en el del albanés Ramiz Alia (1999). Aunque, bien pensado, antes Ivan Klíma (n. 1931. Praga), en El juez juzgado (1986) 3, se había hecho ya eco de varias contradicciones latentes en la responsabilidad personal y política de un personaje semejante, pero utilizando en su caso al juez praguense Adam Kindi, un juez de escrúpulos imperfectos llamado a administrar una justicia deficiente. Page 464 También Knight's Gambit (1949), de William Faulkner (1897-1962) 4, se cuenta entre los reducidos ejemplos que acuden a un representante del Ministerio Público para protagonizar la narración. Gavin Stevens, licenciado en Filosofía por Harvard y Heidelberg, es el fiscal de distrito (District attorney) del imaginario condado de Yoknapatawph, al noroeste del Estado de Mississippi, escenario ético-geográfico que fue igualmente el de ¡Absalón, Absalón! (1936), al sur de la Unión, y sur del Sur, donde en verdad reverbera el condado de Lafayette, y se localiza la ciudad de Oxford, y en ella la Universidad que le vetó para catedrático honorífico tras recibir el Premio Nóbel de Literatura, el año de la misma fecha de publicación de Gambito de caballo. No puede afirmarse que esta obra sea realmente una novela, pero tampoco una mera acumulación de relatos independientes. Las cinco historias que lo integran, además de la última que presta el título que las reúne, se organizan en unidad de conjunto y continuidad a través de la voz narrativa de Stevens, quien nos las relata, si bien el narrador de aquélla es parte del tiempo su sobrino, Charles Weddell, hasta que a partir de determinado momento, ya para el final, de nuevo y directamente Stevens recupera el relato, que en el fondo es una historia de amor, donde el fiscal impide un delito de asesinato, aunque no sólo por razones de justicia sino en el afán de recuperar -cuando frisa la cincuentena- a una amada, perdida para veinte años atrás. Fuera de este particular asunto su competencia más regular interesa la investigación, por medio de conjeturas e inferencias, de las conductas criminales cuya autoría corresponde a seres mentalmente retrasados, a individuos primitivos y desclasados, a blancos pobres y a negros sometidos, resultando en la comisión de los violentos hechos una rompedora mezcla, entre acción y reacción, de amor y odio que necesariamente abocan la condición humana de todos los personajes a la autodestrucción y el desastre. Sólo el juez Dunkinfield, "con un porte digno y erguido que los negros llamaban "echado para atrás", camina lento y señorial por encima de esos destinos miserables y devastadores. No menos ruín es el ambiente que circunda el caso que más recientemente nos presentó la historia de El río Sabbathday, de la norteamericana Jean Hanff Korelitz 5, alegoría de la vida civil en pequeñas poblaciones de los EE.UU., cuya acción arranca con el descubrimiento en el río, a las afueras de Godbard, New Hampshire, por Naomi Roth, judía y fundadora de una cooperativa de mujeres, del cadáver de un recién nacido, imputando el fiscal Robert Charter de infanticidio a una madre soltera, Heather Pratt, que habría mantenido relaciones con un hombre casado 6. Logra aquél una primera declaración de culpabilidad obtenida de...

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