Ya el día claro, en que vendría que se viese todo

AutorTomás Valladolid Bueno
Páginas220-221

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Este texto es el resultado -en su mayor parte- de recomponer, en un orden y sentido diferentes, algunos fragmentos de distintos Autos de Fe realizados por la Inquisición en la ciudad de Córdoba (España). He tenido acceso al contenido de los mismos gracias a D. Sebastián de la Obra (historiador y director de Casa de Sefarad), quien

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-con un altísimo grado de generosidad- ha puesto a mi disposición el fruto de su excelente y laborioso trabajo de investigación sobre las víctimas de los Tribunales de la Inquisición. Queda aquí expresión de mi profundo agradecimiento.

Sepan todos que, habiendo entrado un día la Justicia en las casas a buscar unos papeles, los Señores Inquisidores Apostólicos de esta ciudad y su partido celebraron Autos públicos de Fe. A los últimos acentos del Pregón se hizo festiva salva el tumultuoso bullicio compuesto de la armonía, tropel, estruendo y terror en los arcabuces, chirimías, clarines y atabales, cuya mixta y ruidosa consonancia, sin embargo de la confusión, corrió por el aire lisonja, llegó a los oídos agrado, pasó a los ojos ternura, a los semblantes placer, entró en los pechos piedad y salió contra los enemigos de la Iglesia, detestación.

Sepan todos que a los penitenciados preguntaron de este modo: «Hijos e hijas, ¿qué pedís?».

A lo que respondieron: ¡Misericordia! Y preguntados, de nuevo, de qué delito, no les fue posible confesarle. ¿Qué habían de confesar? ¿Que sólo habían creído de forma ligera? ¿Qué habían cantado canciones impías, aunque no para ponellas en el corazón, sino para sabellas? ¿O debieron confesar que habían sido moros o judíos, aunque tarde y mal? Pues sepan todos que alguno confesó, en su verdad, que la Virgen ¡no quedó! Ni antes ni durante ni tras.

Sepan todos que el Fuego los fue declarando Pavesas de su delito, y les puso la Ceniza por si acaso el lento Fuego, con las retóricas vivas lenguas de sus llamas, bastase a persuadir y vencer lo que no pudieron tantas piadosas y Cristianas diligencias. Pues, además, sepan todos que los señores Inquisidores presumieron de dictar sentencias todas tan piadosas como justas, y tan prudentes como rectas, porque piedad y justicia, prudencia y rectitud, todo se halla en ese Santo Tribunal, que con tan soberano acuerdo, tan conocido valor, tan atenta entereza y tanta sagacidad (que todo ha sido bien menester en esa ocasión) han...

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