Desmontando micromachismos literarios a través de la didáctica de la educación literaria
| Autor | Blanca Hernández Quintana |
| Páginas | 453-473 |
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Desmontando micromachismos
literarios a través de la didáctica de la
educación literaria
Blanca Hernández Quintana
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
blanca.hernandez@ulpgc.es
Resumen
El objetivo de este trabajo es proponer la educación literaria como herramienta desde la que
posibilitar la construcción de identidades igualitarias. La didáctica de la literatura ha estado
orientada a perpetuar una metodología y la transmisión de una serie de textos, avalados por el
canon oficial, cuyo contenido está impregnado de un discurso patriarcal. La literatura, como
agente de difusión cultural, ha desempeñado un papel fundamental en la construcción de la
identidad, concebida desde un enfoque unidimensional bajo el que se ha configurado el
imaginario colectivo. Y en esta construcción, la mujer ha carecido de una representación
identitaria alternativa a la ofrecida por el discurso oficial. Se presenta en este trabajo una serie de
propuestas didácticas que pasan por la revisión del canon, el desarrollo del pensamiento crítico,
necesario para desmontar los contenidos machistas de los textos y ofrecer lecturas que
presenten nuevos referentes de representación para la mujer.
Palabras clave
Didáctica, educación literaria, micromachismos, igualdad, identidad.
Blanca Hernández Quintana
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1. Introducción
Una de las primeras reivindicaciones del feminismo es el acceso de la mujer
a la educación. Esta reivindicación toma forma en el siglo XIV en el debate conocido
como la Querella de las mujeres, en el que se cuestiona la capacidad intelectual de
las mujeres y el derecho a acceder a los estudios. Cristina de Pizán, primera mujer
escritora reconocida, interviene en el debate para desmontar la misoginia y arguye
que no se trata de un problema de incapacidad de naturaleza biológica, sino de un
problema social porque el hombre les ha impedido el acceso al conocimiento,
argumentando que “la falta de estudio lo explica todo” (2013: 78). Cristina de Pizán
abre, así, el camino hacia el feminismo y la conciencia de género. Este debate se
extiende hasta el siglo VXIII, donde Mery Wollstonecraft se enfrenta a la política
educativa defendida por Rousseau, marcada por una pedagogía femenina diferencial
orientada a educar a las mujeres como madres y amas de casa, y que la autora
considera producto de la moral, la religión y un sistema patriarcal que anula la
identidad de la mujer. Sostiene que la Ilustración, defensora de la cultura y la razón
como impulsores del progreso individual y social, e instrumento para erradicar las
desigualdades entre las personas, cae en la contradicción de dejar a las mujeres
fuera de los ideales de igualdad y libertad al seguir defendiendo su inferioridad
intelectual y su dependencia con respecto al varón. “Una educación adecuada […]
hace posible que la mujer sobrelleve sola su vida con dignidad” (Wollstonecraft,
2005: 167). A principios del siglo XIX se consigue el acceso de la mujer a la
educación, pero se trata de una educación diferencial marcada por los patrones de
una sociedad machista que subordina a la mujer a una representación relegada al
ámbito privado, el hogar, y no al social, solo permitida a los hombres.
Además del activismo social, el feminismo ha utilizado la escritura, el ensayo,
la poesía, la novela, etc., como herramienta de reivindicación de sus derechos y como
forma de hacer oír su voz. La literatura, más allá de sus valores estéticos y artísticos,
manifiesta una visión del mundo y un contenido social e individual que transciende
al texto. Pero esta historia sigue sin ser leída. Existe una historia de las mujeres, y la
escuela, como institución socializadora, debe contarla y enseñarla porque su
conocimiento explica y ayuda a entender de qué hablamos cuando nos referimos al
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