«Antepasados esclavizados, descendientes liberados». Investigaciones sobre Walter Benjamin

AutorJuan-Luis Pintos
Páginas112-122

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Cuando el editor de este monográfico me invitó a participar en él le comuniqué mi interés en volver sobre mis lecturas de Walter Benjamin y Ernst Bloch y tratar de abordar un tema que ya no estaba de moda como el de la utopía y la revolución. Al principio, intenté escribir algunas páginas al estilo académico habitual con las citas de textos relevantes y su correspondiente exégesis. Pero la amplitud de la literatura sobre estos dos autores (sobre todo en la década de los setenta, pero también en los noventa) dio al traste con mi primer intento debido al tiempo necesario para elaborar un estudio riguroso sobre el tema.

Entre la literatura que fui repasando me encontré con una obra clave para realizar mi primera intención. Se trata de la obra Redención y Utopía. El judaísmo libertario en Europa central, de Michel Löwy.1Era una investigación que trataba de estudiar una generación de escritores judíos, nacidos en el último cuarto del siglo XIX, en el espacio de «Mitteleuropa», definidos entre dos identidades: la judía y la alemana, y que van a reflexionar y viven* Benjamin: 1973, p. 186.

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ciar la idea judía (cabalística) de Tikkoun, término polisémico que significa a la vez: redención (Erlösung), restitución, reparación, reforma, restablecimiento de la armonía perdida (Löwy, 1988: 7-8). Bajo una reinterpretación del concepto goethiano de «afinidades electivas» (Wahlwerbandtschaften)2en base al uso del mismo por Max Weber y Karl Mannheim elabora un cuidadoso recorrido por diferentes autores incluidos en aquella generación.

Entre ellos, y muy relevantemente, Walter Benjamin, al que dedica la parte central del estudio y considera «aislado de todas las corrientes y presente en todas las encrucijadas» (Löwy, 1988: 121-161). Fueron precisamente estas páginas las que reorientaron el sentido y alcance de mi participación en esta monografía. En la cercanía de los 70 años no me siento inclinado a la erudición y el comparatismo. No me interesa tanto lo que «realmente» dicen los autores estudiados en las obras publicada en su tiempo cuanto lo que nos sucede hoy, cómo lo vivimos y cómo lo conceptualizamos. Y así entramos de lleno en esbozar el campo sociológico que vamos a abordar vinculado a nuestras circunstancias presentes (I), qué perspectivas actuales nos parecen relevantes (II) y cómo se pueden vincular con las afinidades electivas de los grupos e individuos de referencia de mediados del siglo pasado (III).

I

Cuando Walter Benjamin se suicida en Portbou en 1940, yo ya había nacido. Benjamin dejaba un mundo y una sociedad que ya había entrado en unos rápidos procesos auto-destructivos (Segunda Guerra Mundial: 1939-1945; «Guerra Fría»: 1947-1989). El mundo en el que mi generación estaba naciendo era el de una peculiar «posguerra» (recordemos aquellos carteles que acuciaban obras públicas en los que aparecía el término enigmático para los niños que entonces éramos: «Regiones devastadas»), cuyas circunstancias afectaban negativamente a la mayoría de la población y que se trataban de compensar con proclamas retóricas de «Ideales», «Imperio» y «Patria» (no hay que olvidar la impresión que nos producía aquel letrero impreso sobre la bandera española en los portales de los cuarteles: «Todo por la patria»).

La sociedad en la que Walter Benjamin vivió sus últimos años estaba asentada en las respectivas crisis del sistema político (revolución bolchevique: 1917; revoluciones reprimidas de los Consejos Obreros en Alemania: 1918-1921; ascenso al poder de Musolini: 1922; y Hitler: 1933). Este «asentamiento» no era sólo un fenómeno de conciencia, una sensibilidad propensa a la melancolía, sino que se van a ir produciendo efectos que debilitan las posiciones y proyectos de unos grupos sociales y robusteciendo otras más propensas a la desaparición de los individuos en un nosotros comunitario que tiende a la recuperación y funcionalización de las utopías clásicas y a la aplicación de la innovación científica y tecnológica a la resolución de los nuevos problemas que se planteaban por la minoría dirigente.

En esa misma sociedad se están desarrollando otras crisis. Una que Husserl va a describir desde una perspectiva filosófica en una de sus últimas reflexiones, como Die Krisis der Europäischen Wissenschaften (1936), en la línea de sus obras anteriores, en las que dio origen a una de las más interesantes tendencias filosóficas del pasado siglo: la fenomenología. A esta crisis habría que añadir, por la especial relevancia que va a tener en la obra de Benjamin las permanentes destrucciones que van a someter a la obra de arte los artistas de los treinta primeros años del siglo, lo mismo pintores, que literatos o arquitectos. Véase las impresiones recogidas a este respecto por Benjamin en su Diario

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de Moscú (Benjamin, GS, VI, 1985; trad. esp.: Madrid, Taurus, 1988). Recordemos las palabras que dirigía en 1938 B. Brecht «A los hombres futuros»:

I

Verdaderamente, vivo en tiempos sombríos.

Es insensata la palabra ingenua. Una frente lisa revela insensibilidad. El que ríe

es que no ha oído aún la noticia terrible, aún no le ha llegado.

¡Qué tiempos éstos en que

hablar sobre árboles es casi un crimen porque supone callar sobre tantas alevosías! [...]

Me dicen: «¡Come y bebe! ¡Goza de lo que tienes!»

Pero ¿cómo puedo comer y beber

si al hambriento le quito lo que como

y mi vaso de agua le hace falta al sediento?

Y, sin embargo, como y bebo. [...]

III

Vosotros, que surgiréis del marasmo en el que nosotros nos hemos hundido, cuando habléis de nuestras debilidades, pensad también en los tiempos sombríos de los que os habéis escapado.

Cambiábamos de país como de zapatos

a través de las guerras de clases, y nos desesperábamos donde sólo había injusticia y nadie se alzaba contra ella. Y, sin embargo, sabíamos

que también el odio contra la bajeza desfigura la cara.

También la ira contra la injusticia

pone ronca la voz. Desgraciadamente, nosotros, que queríamos preparar el camino para la amabilidad no pudimos ser amables.

Pero vosotros, cuando lleguen los tiempos

en que el hombre sea amigo del hombre, pensad en nosotros

con indulgencia.3Lo único que nos pedía esa generación es «indulgencia». Concedámosela. Pero vayamos un poco más allá en nuestras observaciones, ya que no estamos aún en esos tiempos (setenta años después) «en que el hombre sea amigo del hombre». ¿Cómo concebían en esta generación el futuro social? Las innovaciones teóricas que emergen en distintos fragmentos de sus obras no lograron vencer la tendencia pragmática de las organizaciones que necesitan funcionar en la clausura para poder permanecer en tiempos de incertidumbre y de contingencia. Se impuso la forma de burocracia que se fue generando por la necesidad de las luchas frente a los enemigos y por el mantenimiento de las formas ontológicas y autoritarias del conocimiento. «Un lugar no se conoce hasta

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no haberlo vivido en el mayor número posible de dimensiones. Para poseer un sitio hay que haber entrado en él desde los cuatro puntos cardinales, e incluso haberlo abandonado en esas mismas direcciones», comenta Benjamin en su diario de Moscú durante el viaje que realizó a principios de 1927, cuando ya se iban imponiendo las consignas frente a las experiencias (Benjamin: GS, VI, 1985, 306; trad. esp.: 1988, 32). Y cuando el XIV Congreso del PECUS (diciembre 1925) había lanzado la consigna «Socialismo en un solo país» como la orientación básica de construcción de esa realidad como única frente a la línea trotskista de «revolución permanente», la suerte de Benjamin y del comunismo soviético estaba echada.4Los «tiempos» van a funcionar cada vez más clausuradamente, toda diferencia va a ser excluida para construir una identidad compacta a la que se puedan adherir «los fieles» sean de la parroquia que sean.

No es de extrañar que la generación de pensadores que estudia Löwy tuviera que afrontar las desdichas, no sólo del exilio «exterior» y/o «interior» (el caso de Ernst Bloch es un ejemplo de lo que le podía haber pasado a un «superviviente» Benjamin),5sino en sus carreras académicas y en la configuración de sus procesos autorreflexivos. Y aquí es donde vamos a encontrar el mecanismo que les permitió sobrevivir en esos tiempos y hablarnos a nosotros a través de sus obras.

El llamado «período de entreguerras» descrito desde la perspectiva de las crisis múltiples permitió a algunas de esas personalidades la realización de múltiples experiencias y el aprendizaje de conductas selectivas orientadas por un proyecto individual, dentro o en contraposición con los proyectos colectivos. La construcción social de imaginarios del futuro centrados en el significado diferenciado del campo semántico «revolución» va surgiendo aleatoriamente y seleccionando posibilidades de realización y actualización. Inicialmente se parte de aquella distinción que introdujo Engels entre «socialismo utópico» y «socialismo científico»6y que sería la base para distinguir en el plano político entre «anarquismo» y «comunismo». Casi un siglo más tarde volvería a retomarse esa distinción en el interior de la izquierda no democrática para definir el futuro con respecto al presente. A partir de 1989 deja de estar presente el futuro promovido por la revolución soviética como alternativa sistémica al capitalismo occidental; deja la semántica revolucionaria de tener la relevancia de épocas anteriores resignificando iconos sesentayochistas; y la posición alternativa al sistema se convierte en «antisistema». Y vuelve la preocupación por la utopía o por la carencia de ella y muchos discursos empiezan a girar en torno a la tecnología (entendida como «revolución tecnológica») y su transformación en imaginario.7Imperceptiblemente hemos dado un salto de más de setenta años para situarnos en una sociedad como la nuestra en la que reina la fragmentariedad8(las totalidades ya no se

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contemplan ni como contrafácticas), la...

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