Desarrollo del modelo teórico
| Autor | Ramón Sanguino Galván |
| Páginas | 49-56 |
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Teniendo en cuenta que las Administraciones públicas iberoamericanas se asientan en las ciudades y que son un fuerte motor de las mismas, revisaremos en primer lugar las teorías acerca de la forma en que las ciudades compiten (si es que lo hacen) así como los componentes de la competitividad urbana (si es que existen y pueden ser identificados).
A continuación, se analizan los esfuerzos más rigurosos de medición de la competitividad urbana que se han obtenido hasta el momento, con el objetivo de identificar los diferentes componentes en los que se podría estructurar la competitividad de una ciudad.
Para finalizar, se propone un modelo teórico que pretende analizar las relaciones que se establecen entre la utilización de la Gestión del Conocimiento (Aprendizaje Organizativo, Dirección del Conocimiento y Capital Intelectual) y la Competitividad de las Administraciones locales españolas.
La metodología utilizada para la contrastación de las hipótesis que formulamos se basa en la modelización a través de un proceso de ecuaciones estructurales. Los modelos de ecuaciones estructurales permiten comprobar si las escalas de medida utilizadas son adecuadas para medir los conceptos teóricos y si aparecen y se verifican las relaciones del modelo teórico.
En este contexto, y siguiendo a Lever y Turok (1999), podemos hacernos las siguientes preguntas:
- ¿Compiten las ciudades Y si lo hacen, ¿por qué cuestiones - ¿Qué hacen para competir ¿Cómo compiten Y aquí nos preguntaremos no sólo lo que hacen, sino que nos cuestionaremos lo que deberían hacer.
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- ¿Cuáles son las consecuencias de esa competencia - ¿Cómo podemos medir y explicar el éxito competitivo de determinadas ciudades
En este entorno, cada vez más competitivo y globalizado, los beneficios de la cooperación entre ciudades, del aprendizaje y de la ayuda mutua, son latentes y lo serán aún más en el futuro, cuando estas prácticas sean habituales entre las ciudades más importantes del mundo.
En las últimas décadas y debido, principalmente, a los procesos de globalización, «terciarización» de la economía, desarrollo e implantación de nuevas tecnologías y competencia, cada vez más ciudades están sometidas a problemas financieros.
Las ciudades se enfrentan al hecho de tener que trabajar para incrementar el desarrollo económico pero haciéndolas al mismo tiempo más habitables, ofreciendo mayor calidad de vida ante la demanda de los ciudadanos, pero teniendo que satisfacer los intereses de las empresas que desean instalarse en su entorno, de los visitantes, de las personas que a diario acuden a trabajar a ellas o de los potenciales nuevos residentes e inversores (De Elizagarate, 2003).
En Estados Unidos, la Liga Nacional de las Ciudades en sus investigaciones anuales ha venido resaltando la sorprendente situación en la que se encuentran, en muchas ocasiones, casi tres cuartos de las más de 5.000 ciudades estadounidenses, con claros déficits financieros, con desequilibrios estructurales entre ingresos y gastos, lo que ha llevado, en primer lugar, a suspensiones y reducciones de los servicios públicos.
Es indudable que las ciudades no compiten como lo hacen las naciones por una parte del comercio mundial con prácticas como devaluación de monedas, alteraciones en los tipos de interés, o mediante prácticas comerciales restrictivas. Tampoco compiten como lo hacen las empresas multinacionales, con el único objetivo de maximización del beneficio. Para autores como Krugman (1996), las ciudades como tales no compiten unas con otras, son solamente el territorio de las empresas que son las que compiten; por lo tanto, desde esta perspectiva, las ciudades son una condición necesaria pero no suficiente para competir exitosamente.
Alburquerque (1995) ya había señalado en este sentido que el objetivo del desarrollo regional no depende de la imprecisa noción de competitividad, sino de la productividad con que se empleen los recursos humanos, financieros,
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físicos...
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