Los derechos económicos, sociales y culturales: apuntes para su formación histórica

AutorJavier Dorado Porras
Cargo del AutorEditor
Páginas423-470
1. INTRODUCCIÓN
Las ideas surgen siempre en momentos históricos precisos, se repi-
ten, se transforman, y arraigan o desaparecen. Son como una semilla
de razón que se formula por unos hombres, que otros leen, meditan y
trabajan sobre ese germen, desde su propio punto de vista en su pro-
pio tiempo y con su propia formación, y que reconstruyen, con otras
aportaciones y otros bagages culturales. Esa operación, que se repite a
lo largo de la historia tantas veces, es signo de la comunicación y tam-
bién de la capacidad de razonar y de construir conceptos generales,
expresión de la dignidad humana y de nuestra diferencia con otras es-
pecies animales. En cada acto de creación intelectual, cuyo conjunto
va constituyendo el depósito de la cultura, influyen otros elementos
decisivos, de carácter cultural, físico, económico, social o político, que
interfieren y matizan la pureza de la aportación racional. Por eso mu-
chas ideas latentes o depositadas en el mar co de la cul tura, en est e caso
de la política y jurídica, aparecen con fuerza en un momento dado, lo
que no puede explicarse desde las mismas ideas, sino desde el conjun-
to de condiciones que provocan esa incidencia y que son como catali-
zadores sociales de su eficacia. El contemplar con esa perspectiva el
tema de los derechos sociales es, a mi juicio, fructífero y permite una
comprensión genética y conceptual, suficientemente esclarecedora.
En estos apuntes propondremos varias calas históricas, desde lo gené-
rico a lo específico, para entender la progresiva aparición del fenóme-
no de los derechos sociales en distintos momentos y en diferentes ni-
veles de precisión y de concreción. Así, a mi juicio, un substrato social
y cultural de reconocimiento del otro, de su dignidad y de la igualdad
del género humano, es un germen imprescindible para dar otros pa-
HISTORIA DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES. Tomo III: Siglo XIX424
sos. Es la idea de amistad, de amor y de unidad del género humano,
que encontramos en el pensamiento clásico. El segundo momento re-
levante es el tránsito a la modernidad y los siglos del mundo moderno
que conducen a la Ilustración, donde aparecen los valores de la ética
pública moderna y el concepto clásico de derechos humanos. Las
ideas de solidaridad y de amor de Aristóteles, de los estoicos y de To-
más de Aquino tendrán en ese contexto una nueva dimensión y ad-
quirirán un nuevo significado.
El contraste de los derechos humanos clásicos, este humanitarismo
de los antiguos y el proceso de secularización de la economía, como
del resto de las ramas del pensamiento, con las formulaciones de auto-
res como Adam Smith y de posiciones antisolidarias como la de los fi-
siócratas, producirá la reacción donde en un primer momento aflora-
rán las ideas básicas, que ya tenían antecedentes, de la protección
social y de la ayuda para que todos puedan tener igual consideración.
Es el momento de Winstanley, de Mably, de Morelly, de Rousseau, de
Condorcet, de Robespierre o de Fichte. Ya en el siglo XIX, se produce
un paso más en la concreción de la formación de esta mentalidad con
las formulaciones liberales progresistas o del socialismo ético, desde
Stuart Mill, Blanc, Lasalle o Bernstein y en nuestro país Pablo Iglesias y
Jaime Vera. En ese momento incide, completa y explica las fases poste-
riores del desarrollo de los derechos sociales, el movimiento intelec-
tual y la lucha práctica por alcanzar el sufragio universal y el derecho
de asociación. Es la etapa de transición entre la concepción clásica de
los derechos y la concepción de los derechos sociales. Por eso esta re-
flexión, que culmina en el siglo XIX, incluye también etapas anteriores
imprescindibles para entender el sentido en este siglo.
2. LAS ETAPAS HISTÓRICAS EN LA FORMACIÓN DEL
CONCEPTO
A) Los cimientos
El substrato genérico, pero indispensable para el arraigo de los de-
rechos sociales en la cultura política y jurídica, es la idea de comunidad
entre los hombres, de relaciones basadas en el amor, la amistad, el apo-
yo y la cooperación. Sólo una concepción antropológica optimista, que
considera a cada persona como un fin, aunque pueda ser al mismo
tiempo realista, es capaz de asumir la mentalidad que suponen, mien-
tras que las pesimistas están en la base de puntos de vista autoritarios,
Capítulo XXVIII: Los derechos económicos, sociales y culturales... - GREGORIO PECES-BARBA 425
de cosificación de las personas y de personalización de las cosas, de
consideración de las personas como medios de explotación, de interés
propio y de egoísmo. Esta idea aparece en Grecia, cuya “paideia” como
cultura que iniciaría “una unión espiritual viva y activa”, abrirá mu-
chas perspectivas al itinerario intelectual de Occidente, donde germi-
narán y crecerán los derechos sociales. En Grecia surge, como señala
Jaeger, “el principio de una nueva estimación del hombre, que no se
aleja mucho de la idea difundida por el Cristianismo sobre el valor in-
finito del alma individual humana, ni del ideal de la autonomía espiri-
tual del individuo proclamado a partir del Renacimiento”. Y se pre-
gunta el autor “¿Y cómo hubiera sido posible la aspiración del
individuo al más alto valor y su reconocimiento por los tiempos mo-
dernos, sin el sentimiento griego de la dignidad humana?”1. En efecto,
en el origen está la dignidad humana, pero no de unos pocos elegidos,
sino la de todos y esa idea está ya en su raíz, en la afirmación funda-
mental de la cultura griega de que “la humanidad, el ser del hombre,
se hallaba esencialmente vinculado a las características del hombre,
considerado como un ser político”2. Por eso un rasgo común del espíri-
tu griego será el servicio a la comunidad y la especial relación entre los
hombres con el concepto de philia, de amistad. De la amistad, insepa-
rable de esa dimensión política del ser humano, y también de la idea
de igualdad, se han ocupado en Grecia Jenofonte, Sócrates, al decir de
Platón, este mismo, y Esperísipo, Jenócrates, Aristóteles, Teofrasto,
Clearco, Praxífanes, Cenon, Epicuro, Cleantes, Panecio, Poseidonio o
Plutarco3. Ya en el Canto XXIV (34-50) de la Ilíada, cuando Apolo dice
“Sois terribles Dioses, en vuestro deseo de destrucción, Héctor os ha
hecho sacrificios y ahora le dejáis yacer en tal indignidad... Esto no es
humano”, surge según Emilio Lledó, por primera vez en la cultura oc-
cidental, un sentimiento de conmiseración, de solidaridad en el dolor,
de queja ante la violencia y la humillación. Es el origen de la ética de la
generosidad, donde arraigarán siglos más tarde los derechos sociales4.
1JAEGER, W., Paideia. Los ideales de la cultura griega, trad. de Joaquín Xirau y Wences-
lao Roces, Fondo de Cultura Económica, México, 1942 y 1944. Primera reimpresión ínte-
gra, 1967, p. 8.
2Ibídem, p. 14.
3LAÍN ENTRALGO, P., De la Amistad, Revista de Occidente, Madrid, 1972.
4LLEDÓ, E., “Introducción General a los Diálogos Platónicos”, pp. 93 y 94, en la edi-
ción de Emilio Lledó con trad. y notas de Calonge, Acosta, Olivieri y Calvo, Gredos, Ma-
drid, 1983, reimpresión en 1987, tomo II, p. 117.

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