Derecho a la vida y eutanasia: ¿acortar la vida o acortar la muerte?

AutorF. José Ausín/Lorenzo Peña
CargoCALU-Universidad del País Vasco/ Instituto de Filosofía-CSIC
Páginas13-30

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que morir vivo es la última cordura

Francisco de Quevedo

1. Introducción

El término eutanasia es un compuesto de dos palabras griegas, eu y thanatos, que significa literalmente 'buena muerte'. Hoy en día la eutanasia se entiende generalmente como el proporcionar una buena muerte -el asesinato piadoso o compasivo, la muerte misericordiosa-1, donde una persona A termina con la vida de otra persona B, en beneficio de B. O también la intervención encaminada a provocar la muerte de un sujeto sin sufrimiento físico.

Dos son las principales razones de quienes defienden la moralidad de la eutanasia: (a) la compasión hacia los enfermos sin esperanza dePage 14 recuperación y con grandes sufrimientos2; y (b) el respeto por la autonomía de los individuos 3. Sobre estas dos cuestiones volveremos más adelante al tratar el argumento de la 'pendiente resbaladiza' (slippery slope) contra la eutanasia.

Igualmente, cabe distinguir entre eutanasia voluntaria, cuando se produce por petición consciente del afectado, y eutanasia no voluntaria, cuando la persona no se puede manifestar al respecto -p. e., porque es un recién nacido, ha quedado incapacitado (en estado vegetativo persistente), o no había hecho ninguna indicación previa acerca de la eutanasia en determinadas circunstancias-. De los dos fundamentos de la eutanasia antes mencionados, en el caso de la eutanasia voluntaria parece entrar más en juego el principio de autonomía -de ahí su relación con la idea de 'suicidio asistido'-, mientras que en la eutanasia no voluntaria es el principio de compasión el que se manifiesta -y, en última instancia, una valoración de la calidad o dignidad de la vida-. En cualquier caso, nada tiene que ver este concepto de eutanasia con lo que a veces se ha (mal) llamado 'eutanasia impuesta' (caso del nazismo), que indiscutiblemente merece nuestro rechazo moral y que sólo puede ser calificada como asesinato a sangre fría.

2. Eutanasia y santidad de la vida

La eutanasia transgrede uno de los principios éticos tradicionales: El principio de la santidad de la vida, de que ha de respetarse toda vida humana, sea cual sea su condición, situación, etc. Que no se debe provocar nunca intencionadamente la muerte de un ser humano (inocen-Page 15te). Es decir, la vida humana posee un valor intrínseco, una calidad esencial que merece un respeto absoluto. Cuando este principio se ha expuesto más detalladamente, con el fin de subrayar su aplicación en el contexto de la medicina, se ha expresado del siguiente modo:

Está absolutamente prohibido matar intencionadamente a un paciente, o dejar que un paciente muera intencionadamente, y basar las decisiones relacionadas con la prolongación o acortamiento de la vida humana en consideraciones sobre su calidad o clase.

(Singer 1997:82).

Esta formulación no es sino un trasunto del juramento hipocrático que prohibe proporcionar droga mortal a nadie aunque lo pida, ni hacer sugerencias en ese sentido.

En las raíces de nuestra cultura occidental (Grecia y Roma) prácticas como la eutanasia y el suicidio eran ampliamente aceptadas. Por su parte, el principio de que la vida humana es sagrada y no debe tomarse deliberadamente se considera normalmente que hunde sus raíces en el judaísmo y el cristianismo -en buena parte por la postura actual de la iglesia católica al respecto-. Sin embargo, no se deduce de la Biblia la absoluta intangibilidad de la vida, ni se encuentra en ella apenas un argumento contra la muerte voluntaria y el suicidio. En ningún caso se prohíbe expresamente el suicidio en la Biblia. En cualquier caso, se impuso en la tradición cristiana la idea de que la tomar la vida humana es usurpar el derecho de Dios a dar y quitar la vida (Tomás de Aquino). Esta visión de la absoluta inviolabilidad de la vida humana se mantuvo sin cambios prácticamente hasta el siglo XVI, cuando Tomás Moro publicó su obra Utopía:

.. Mas si la enfermedad no sólo es inmedicable sino que también veja y atormenta de continuo, entonces los sacerdotes y los magistrados exhortan al hombre a que, pues está ya sobreviviendo a su propia muerte al estar incapacitado para las funciones todas de la vida, ser molesto a los otros y oneroso a sí mismo, no se empeñe en alimentar por más tiempo su ruina y su pena, ni dude en morir, ya que la vida le es un tormento; antes, movido de una esperanza auténtica, o se exima a sí propio de una vida acerba como de una cárcel y castigo o consienta de voluntad que le liberen los otros; que hará esto prudentemente, porque no es el bienestar sino el suplicio lo que interrumpirá con la muerte.

(Tomás Moro 1516 [1997]: 169).

Con posterioridad, serán los filósofos británicos quienes cuestionen los fundamentos religiosos de la moral y la absoluta prohibición del suicidio y la eutanasia (Hume, Bentham, Stuart Mill).

3. Medicina moderna y muerte

La ciencia médica, sin embargo, que ha realizado contribuciones innegables como reducir la tasa de mortalidad, curar enfermedades, ali-Page 16viar el dolor, etc., también ha proporcionado realidades nuevas: Personas con daños cerebrales severos conectadas a respiradores, tubos de alimentación, etc.; niños que nacen sin cerebro o sólo con el tronco cerebral (anencefalia); mujeres embarazadas en estado de muerte cerebral; estados vegetativos persistentes o crónicos; técnicas de reproducción asistida; diagnóstico prenatal; trasplante de órganos y xenotrasplantes. Igualmente, la medicina moderna ha cambiado la relación de los hombres y mujeres occidentales con la muerte: Ya no se es dueño de la propia muerte; se muere normalmente en el hospital y no en casa; el enfermo como totalidad es eludido, en favor de la enfermedad (relación objetal parcial); la muerte es concebida como un fracaso por parte de los profesionales y por ello se intenta postergar lo máximo posible; la muerte en la actualidad es un tabú 4. Es decir, nos encontramos con una situación nueva de tal modo que la muerte, que antes se consumaba en pocas horas, días o a lo más meses, se puede retrasar notablemente. Y a la conciencia de la muerte, que generalmente ha sido traumática y amenazadora para el ser humano, se une ahora un nuevo temor fácil de reconocer socialmente: El temor al 'mal morir', el miedo no sólo al dolor y al sufrimiento, sino además a quedar atrapado en un sistema médico sumamente tecnificado.

Ahora, entre el inicio y término de una enfermedad mortal o de la ancianidad pueden pasar muchos años. (..) Y no por un proceso "natural" imputable a la naturaleza o a la voluntad de Dios, sino como resultado del esfuerzo casi prometeico del hombre para crear esta nueva fase que ahora, en cambio, para muchos se torna en pesada carga insufrible.

(Küng y Jens 1997: 47).

4. Problemas para una definición discreta de la muerte

Esta nueva realidad ha obligado a definir un nuevo criterio para la determinación de la muerte: La muerte cerebral. Este criterio se aceptó sin mucha controversia -hoy se admite en todos los países desarrollados excepto Japón- pero trajo consigo nuevos problemas 5: Los estados vegetativos persistentes y los bebés anencefálicos. En estos casos se mantienen las funciones del tronco encefálico (la respiración, el latido del corazón y los actos reflejos; es decir, las cosas que hacemos inconscientemente), pero no hay actividad en la parte superior del cerebro, incluida la corteza cerebral (no hay conciencia, noPage 17 podemos ni ver, ni oír, ni sentir, ni experimentar placer o dolor, ni tener intenciones, objetivos o deseos). Por esto, se ha propuesto también que se vuelva a redefinir la muerte como la muerte de la parte superior del cerebro (muerte cortical). Pero esto resulta especialmente contraintuitivo cuando vemos que un cuerpo respira y late su corazón. En este tipo de reflexiones subyace la idea de que valoramos el cerebro por su relación con la conciencia y la personalidad, y no tanto por sus funciones integradoras o coordinadoras del cuerpo humano.

¿Cuándo morimos entonces realmente? Parece difícil descubrir el momento en que se produce la muerte ya que, como resaltaremos, la muerte es más bien un proceso, no un fenómeno discreto6. Por tanto, el nivel que elijamos para denominar lo que es la muerte es una decisión convencional, evaluativa. Así, Singer concluye que la muerte cerebral es una ficción práctica porque nos permite salvar órganos para trasplantes que si no se desperdiciarían y autoriza a suprimir un tratamiento cuando esté resultando inútil7. Sin embargo, este tipo de consideraciones atentan directamente contra el principio absoluto de que toda vida humana es sagrada.

5. Orientaciones clásicas sobre la eutanasia

En lo que se refiere al caso de la eutanasia, la ética de la santidad de la vida se ha visto impelida a innumerables tretas y artificios (falsas dicotomías) con el fin de salvaguardar este principio de modo absoluto. A continuación vamos a analizarlas someramente.

5. 1 La...

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