Derecho, Sociedad y Cultura en el siglo XVIII.

AutorGregorio Peces-Barba Martínez - Javier Dorado Porras
Páginas7-219
1. LAS MANIFESTACIONES Y LOS CAUCES DE LA
ILUSTRACIÓN
El siglo XVIII, el siglo de las luces, es el tiempo de los derechos, el
momento de maduración del concepto de derechos humanos, aunque
todavía no se presentará en toda su complejidad, en la plenitud de to-
dos sus perfiles. El siglo XIX añadirá los derechos sociales y el XX, los
restantes derechos de la persona situada y concreta. En este capítulo
introductorio a la historia de los derechos humanos en el siglo XVIII
vamos a analizar las ideas sociales, económicas, políticas y culturales
que en continuidad o ruptura con los siglos anteriores orientarán y
condicionarán su implantación. Se consolidan en este siglo algunas
ideas fuerza y algunas tendencias que se inician en los siglos anterio-
res, como la tolerancia, el progreso de la ciencia, la implantación de la
burguesía y del capitalismo, el proceso de secularización, la distinción
entre Derecho y Moral y aparecen otras inexistentes con anterioridad
o apenas apuntadas como la idea de civilización, la crítica social, la re-
lación de la libertad con la Ley o el cosmopolitismo. En resumen, la
Ilustración arraiga y desarrolla los rasgos de la modernidad y es fuente
de la cultura de la modernidad. Von Wiese, en las primeras líneas de
su opúsculo La cultura de la ilustración, define a ésta como “…la moder-
na fase de la cultura europea en la que, al orden autoritario de la Edad
Media, establecido sobre la salvación, se contrapone la soberanía de la
Razón, abandonada a su propio juicio”
1
.
1La Cultura de la Ilustración, traducción y prólogo de Enrique Tierno Galván, Centro
de Estudios Constitucionales, Madrid, 1979, p. 21.
HISTORIA DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES8
En este siglo irá configurándose la distinción entre ética pública y
ética privada, tan decisiva para la cultura política y jurídica liberal de-
mocrática y para la propia idea de los derechos fundamentales, que
será el núcleo esencial en torno al cual girarán los análisis que sobre so-
ciedad y cultura se integran en estas líneas. La idea secularizadora del
hombre centrado en el mundo y antropocéntrica del hombre centro
del mundo, ya iniciadas en el tránsito a la modernidad, inspiran la
orientación de este siglo. El estudio del mundo, de la naturaleza y del
ser humano en sociedad, darán sentido a la ciencia y al conocimiento
desde una perspectiva racional. Al primado de la fe le sustituirá la idea
de libertad. La emancipación del imperialismo intelectual de la teolo-
gía, conducirá a la búsqueda de fundamentos naturales y racionales en
sectores de la realidad como el Derecho, la Economía, el Estado, las re-
laciones sociales, que influirán en la configuración de la idea de dere-
chos humanos, gestada en sus orígenes en los siglos XVI y XVII. La
conciencia del dominio del mundo por el hombre, formulando desde
Newton leyes válidas e indiscutibles, dará rigor a las intuiciones o teo-
rías parciales de los siglos anteriores y consolidará la conciencia del
hombre sobre su poder. El ideal del individualismo, los derechos del
hombre, será una de las dimensiones de esa toma de conciencia frente
al desarrollo del Estado Absoluto, forma histórica del poder político
moderno hasta las revoluciones liberales, y se configurarán como ex-
presión del contrato social que los sitúa como razón de ser y como ob-
jeto del paso del estado de naturaleza al de sociedad. El pluralismo,
como realidad y también como deber ser que garantice la libertad de
conciencia y refleje la existencia de varias Iglesias, apoyará la creencia
de que los derechos humanos son diferentes de la religión, como ya
había apuntado Locke en su Carta sobre la tolerancia de 1689. En el indi-
vidualismo del siglo XVIII aparecerá su dimensión generalizadora y
abstracta basada en la razón humana que unifica y disuelve las dife-
rencias personales o que no las considera relevantes. En esos rasgos se
fundará la idea de igualdad como equiparación, forma normal de los
derechos clásicos. Por otra parte, aunque en menor medida, estará
también presente un individualismo de raíces religiosas, más afectivo,
donde los elementos diferenciadores se hacen presentes en un subjeti-
vismo de la singularidad que arraigará con el romanticismo y que ins-
pirará tanto el proceso de especificación y los derechos del hombre
concreto, como también, la propia negación de los derechos humanos
por abstractos y racionales. En todo caso, será emergente y predomi-
nante una concepción optimista y armónica, que coloca como objetivo
central la utilidad y la felicidad de hombres libres y autónomos que no
TOMO II: SIGLO XVIII 9
necesiten la ayuda de andaderas. En el camino, los valores de toleran-
cia, de libertad de conciencia y de pensamiento, de seguridad, de edu-
cación, de cosmopolitismo, de confianza en el hombre natural y en el
progreso de la humanidad y de la ciencia. También en el camino, la
primacía de la filosofía racional sobre la teología, es decir, de la razón
sobre la fe; el de la cultura en el mundo sobre el paraíso y el reino de
Dios, y el de la moralidad sobre la religión, y de la religión natural y ci-
vil sobre la revelada, y de la libertad sobre la gracia. Es la cultura del fi-
lósofo, del ilustrado, del hombre de las luces. La literatura y el arte en
sus diversas manifestaciones será deudora de la cultura de ese tiempo,
la reflejará, la impulsará e incluso sufrirá sus consecuencias. Así, la no-
vela tendrá un enorme impulso con Voltaire, en forma de cuentos filo-
sóficos como Cándido o Zadig, con el Gil Blas de Santillana de Le Sage o
el del Padre Isla, con el Manon Lescaut del abate Prevost, con la Nueva
Heloísa de Rousseau, con Justine de Sade. Será una literatura pedagógi-
ca, y costumbrista. Son como un espejo de una sociedad optimista,
epicúrea y segura, que marca, con ironía progresivamente distante, el
triunfo de la burguesía. Pero será quizás Belisaire de Marmontel la no-
vela que expresa mejor el ideario de la Ilustración, no en vano el autor
había redactado los artículos de literatura de la Enciclopedia. Belisaire
es una novela filosófica, en la que su capítulo XV sobre la tolerancia ci-
vil, acierta a expresar en una frase el núcleo de una convicción que los
filósofos convirtieron en lema de su lucha: “…La verdad brilla con luz
propia, no se ilumina a los espíritus con la llama de las hogueras…”. El
culto a la virtud de las novelas burguesas de Richardson con Pamela
expresa una veta didáctica, pero también un apunte de literatura de la
sensibilidad y de las emociones que se profundiza con Las cuitas del jo-
ven Werther de Goethe y con Paul et Virginie de Bernardin de Saint Pie-
rre, que anuncian ya la literatura romántica. La literatura testimonial
formada por memorias, autobiografías o diarios son un signo del enfo-
que individualista, y del interés por lo particular de la Ilustración,
como corrección al racionalismo heredado del clasicismo del siglo
XVII.
Es curiosa la ausencia de poesía importante en el siglo XVIII. Ya
Paul Hazard en La crisis de la conciencia europea había señalado a los
años que estudia —1680-1715— como “una época sin poesía”
2
. El ra-
cionalismo imperante seca la inspiración, en un ambiente utilitarista,
2Vid. La Crisis de la Conciencia Europea, traducción de Julián Marías, Pegaso, Madrid,
2ª edición, 1952, Cuarta parte, Capítulo I, p.311.

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