Derecho inmobiliario de la Guinea española

AutorJosé Luis Serrano Ubierna
CargoRegistrador de la Propiedad
Páginas175-191

Page 175

Antecedentes históricos

Mucho se engrandeció Cartago 1 en el siglo VI (a. J. C). Destruida Tyro por Ciro, rey de Babilonia, vióse libre de la competencia de su antigua metrópoli 2 y, en cierto modo, heredera de sus colonias. Firmemente asentada en África, sostenía ventajosas relaciones comerciales con numerosas ciudades del interior del continente, con otras del litoral que fueron fenicias, como Tánger y Thelis 3, y con las que ellos mismos establecieron, como Russadir, hoy Melilla. En este siglo, Cartago llegó a ser un emporio de riqueza allí se fabricaban telas de algodón y otras manufacturas 4, se comerciaba con oro, plata, azogue, plomo, estaño 5, miel, cera, maderas, trigo, etc. con esencias aromáticas, por su proximidad a Alejandría, y con drogas medicinales 6. Sus ar-Page 176quitectos se hicieron célebres en la construcción de puertos 7 ;un griego, o de familia griega, llamado Aristóteles 8, inventó las galeras de cuatro órdenes de remos, y era famosa por su mercado de pedrería 9. Sus escuadras vencieron a las de los focenses, destruyeron la de los tirrenos, terribles piratas que infestaban el Mediterráneo conquistaron a Córcega, Sicilia y Cerdeña, y su omnipotencia fue tan grande, que hasta la misma Roma tuvo que doblar su cerviz, y por tratado que firmó el año 245 de la fundación de Roma y 513 de la de Cartago, renunció al derecho de comerciar con Bello, Mastia y Tartesso 10. Fue en dicho siglo, después de la batalla de Alalia, que puso término a la influencia griega en el Mediterráneo y probablemente antes del tratado con Roma, cuando se emprendieron dos expediciones, las más temerarias de cuantas navalmente se hicieron en la antigüedad, que habían de resultar de tanta importancia, que para ser igualadas menester será esperar a la ardiente impetuosidad de los árabes, y para ser superadas se ha de llegar al descubrimiento y civilización de América por los españoles.

De 536 (a. J. C.) a 509 (a. J. C.) 11, dos cartagineses, ilustres por todos conceptos, los almirantes Himilco 12 y Hannon, salieron de Cartago con sus correspondientes y bien pertrechadas escuadras, el primero para recorrer el litoral ibérico y el segundo a Tasis, para desde allí visitar las costas occidentales de la misteriosa África.

El periplo 13 de Himilco no se conoce el procónsul romano Rufo Festo Avieno, notable geógrafo y poeta de fines del siglo VI de la Era Cristiana, que tradujo la Descripción del Orbe, de Dionisio, y los Fenómenos, de Arato, conoció un periplo griego de autor desconocido, referente al viaje de este almirante cartaginés, que le sirvió de base para escribir un poema, «Ora maríti-Page 177ma» 14, de innegable valor geográfico e histórico, muy superior, desde luego, al de los libros de geografía antigua, basados en referencias y testimonios sin comprobar, puesto que Avieno cotejó el viaje de Himilco con noticias suministradas por Hecateo de Milesio, Hellamro de Lesbos, Seylase de Carianda, Herodoto, Thuicidades, Pausimaco, Damanto, Bacoro de Rodas, Euctemoa y Cleon de Sicilia.

Rufo Festo Avieno empleó un lenguaje raro y anticuado, una ortografía que no era la usual, palabras y locuciones griegas y giros propios de la versificación. Un manuscrito de Avieno sirvió para una edición hecha en Venecia en el año 1488, cuyo original se ha perdido, pero del que nos queda la copia, y se conserva además otro manuscrito, que copió Otelio.

Se han publicado de esta obra muchas ediciones, de las cuales las principales son, además de la reseñada de Venecia, las de Pedro Pithoci, Pedro Melian, Dyonisii, Holder, Schulten y Antonio Blázquez, que no son enteramente iguales, por haberse introducido correcciones filológicas, que muchas veces alteran el verdadero sentido del texto.

Seguramente, el almirante Himilco recorrió las costas ibéricas, en donde estaban situados los países Oestrymnicos, no siendo muy acertados Mullenhoff y Guillermo Onken, que señalan como lugares visitados en esta expedición a Francia e Inglaterra, en donde no podían estar esos antiguos lugares, ya que en «Ora marítima» se citan Herma 15, las columnas de Hércules 16, Abilia y Calpe, el Seno Atlántico, Tartesso 17, el río Hibero y otros lugares situados en nuestra Península. Más discutido es el em-Page 178plazamiento de la Ophiusa, que Celso García de la Riga 18 coloca en Galicia, Martín Sarmiento 19 en las costas septentrionales u occidentales de España, Joaquín Costa 20 en el Mediterráneo, desde la desembocadura del Ebro, y que Antonio Blázquez, en el Boletín de la Sociedad Geográfica, y en su obra «Rufo Festo Avieno», prescindiendo de la etimología y fundándose en distancias y medidas geográficas, sitúa en la región comprendida entre el cabo de San Vicente y Gibraltar.

Mucho más importante en el orden de la intrepidez, aun cuando de menores resultados en cuanto a la obra de la colonización, fue la expedición marítima que emprendió el almirante Hannon, quien salió de Cartago al mando de 60 pentecontorias 21, que conducían una numerosa población civil 22. De este viaje se conoce una traducción griega del periplo que Hannon, de vuelta de su expedición, depositó en el templo de Saturno 23, y que se conservaba en gran secreto 24, aun cuando no falte quien crea que lo que sobre tal viaje conocemos es el mismo periplo que Hannon escribiría tal vez en griego, pues el almirante conocía muy bien este idioma clásico, cuyo conocimiento le sirvió para descubrir la traición de su compatriota Suniato, que avisó a Dionisio, tirano de Sicilia, de los propósitos de Cartago, de apoderarse, como luego hizo, de esta isla.

Se conservan de este periplo varias ediciones, de las cuales las más importantes son las de Didot («Geog. graeci minores», tomo I), y la que Keaner publicó en el lomo III de la «Encyclopédie des gens du monde», que Ramusio tradujo al portugués y que dio a conocer con un discurso de un piloto portugués sobre este viaje. Era conocido por casi todos los historiadores antiguos, como Pli-Page 179nio 25, Herodoto 26, Strabon 27, Plutarco, Arriano, Quinto Curdo y Pomponio Mela 28. Nearche, escritor griego célebre por sus conocimientos de hidrografía, escribió una obra sobre este viaje, obra que conocemos por Arriano en su Periplo o Navegación ulterior. Plinio dice que se refieren de este viaje cosas fabulosas, y fueron en él edificadas muchas ciudades, de las cuales no se conserva memoria, vestigio ni rastro. De los escritores modernos que han tratado de estas expediciones cartaginesas, merecen citarse Luis de Mármol Carvajal, en su «Descripción de África», Florián de Ocampo en «Historia Antigua de España», Francisco Jansul de Romaní en «La Descripción de África», y, en particular, la navegación de Hannon, Mariana en «Historia de España» Antonio Blázquez, «El periplo de Himilco» Guillermo Onken, en «Historia universal», y Vidal Lablache, en su «Atlas de Geografía antigua».

El almirante cartaginés refiere cómo, habiéndose hecho a la mar, salieron fuera de las columnas de Hércules y navegaron dos días, hasta que fundaron la primera población, llamada Thymiaterium 29 y de allí, doblando al Occidente, llegaron a Solcento 30, que debió de ser la antigua sala o Salé, punto situado en Lybia y lugar poblado de árboles, en donde erigieron un templo a Neptuno, y subiendo otra vez hacia el Sol Poniente navegaron al Mediodía, hasta llegar a unas lagunas, no lejos del mar, en donde había elefantes y otros animales, que pastaban en gran número. Fundaron allí las ciudades de Carveon, Jorchos, Gytte, Acra, Melitta y Arambe, y más tarde llegaron al gran río Lixo, que corría por Lybia, y que no hay duda de que sea el Lucus, ya que los fenicios conocían a Larache, con el nombre de Lixos, y esta ciudad está en la desembocadura del Lucus.

Aquí se detuvieron y lograron entablar amistad con los indígenas, que, según los cartagineses, eran nomandes 31 y diferen-Page 180tes de los que moraban más arriba, los etíopes 32, gente inhospitalaria que habitaba una tierra llena de fieras, dividida por grandes montañas, en lasque nacía el río Lijo, referencias del almirante que nos hacen suponer que debieron de intentar establecerse en el interior, cosa que impidieron sus moradores, que eran trogloditas y más veloces que los caballos de carrera. Entre los lixitas tomaron intérpretes, con los cuales navegaron a la vista de un desierto, al Mediodía, dos días enteros y otro hacia el Sol Poniente, hasta dar en una ensenada en que encontraron una isleta, que poblaron y bautizaron con el nombre de Cerne, palabra griega que significa maceta o tiesto, y que pudo ser la que Dionisio 33 llama Periegite, en la actualidad isla Madera más tarde descubrieron tres islas mayores que Cerne, seguramente las islas del archipiélago de Cabo Verde, y navegaron frente al río Cherón, o sea el actual Níger. Vieron luego elevadas montañas en cuyas faldas moraban hombres salvajes, vestidos con pieles de animales, que arrojando piedras impidieron el desembarco. Continuaron hasta descubrir un río muy grande y muy ancho, lleno de cocodrilos, sin duda el Gambia, desde donde navegando doce días y dejando la tierra llena de etíopes, que cuando no huían, insultaban a los expedicionarios, regresaron a Cerne, sin duda para aprovisionarse de víveres, y tras nueva navegación de doce días, fueron arrojados por el temporal contra unos montes encumbrados, espesos y de suave olor, hasta que restablecida la calma continuaron otros dos días, tal vez entre los cabos Blanco y Verde, y luego de descubrid un golfo inmenso y desembarcar en tierra firme, donde pasaron una angustiosa noche, al ser cercados por el fuego sus campamentos, después de tomar agua, navegaron cinco días más, dando vista a otro gran golfo, designado por los intérpretes lixitas con el nombre de Punta, y por los historiadores griegos, Hespérico, en el que había varias islas, en una de las cuales pasaron aun peor noche, alarmados alhora, no sólo por los muchos fuegos encendidos, sino también por escuchar sonidos de flauta...

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