El derecho a la educación: promesas y realidades

AutorNicolás Bajo Santos
CargoReal Centro Universitario «Escorial-María Cristina» San Lorenzo del Escorial
Páginas699-723

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I Introducción

El objetivo de este artículo es mostrar en qué momento histórico y en qué términos la educación 1 ha llegado a ser reconocida como un derecho humano fundamental y qué se ha hecho para hacer real el ejercicio de este derecho. Y entendemos por «derechos humanos» o «derechos del hombre» aquellos que éste posee por el hecho de ser hombre, por su propia naturaleza y dignidad; derechos que le son inherentes y que, lejos de nacer de una concesión de la sociedad política, han de ser por ésta consagrados y garantizados 2.

II De la educación como privilegio de unos pocos a la educación como derecho fundamental de todos

El régimen jurídico-internacional del derecho a la educación, como la conciencia clara y universal en que se fundamenta, es un fenómeno propio de los tiempos modernos, al igual que ocurre con los derechos humanos en general, pero tuvo múltiples antecedentes -y no sólo en la tradición y cultura occidentales-3, de suerte que la trayectoria histórica del derecho a la educación puede describirse como el largo proceso por el que la educación, patrimonio de unos pocos (grupos, «estamentos» o clases sociales) fue convirtiéndose progresivamente en derecho de todo hombre y en un derecho fundamental. Page 700

Que la educación fue durante siglos algo reservado a pequeños grupos parece fuera de toda duda. En la sociedad antigua y en la sociedad medieval e, incluso, en el denominado «Antiguo Régimen» de la edad ya moderna prevaleció el régimen de «derechos estamentales»: la pertenencia a un estamento (orden o estado) determinaba cuál era la situación jurídica de cada cual en la sociedad, «naturalmente» estructurada en un orden jerárquico de estamentos con un estatus desigual. Un buen exponente de este régimen es la célebre Magna Carta inglesa de 1215, en la que Juan sin Tierra confirmó a los barones de su reino disposiciones anteriores a su favor y otras que se extenderían también a las demás categorías de súbditos.

2.1. Humanismo renacentista, Reforma y Contrarreforma

El cruce de caminos entre el humanismo renacentista y la Reforma y Contrarreforma (siglos XVI y XVII), además de explicar que el primer derecho personal reivindicado en cuanto tal fuera el correspondiente a la libertad religiosa y a la tolerancia, significó un notable paso adelante en la idea (exhortaciones y propuestas casi siempre utópicas) de generalizar la enseñanza. En un documento de 1524, dirigido A los regidores de todas las ciudades de Alemania para que establezcan y mantengan escuelas cristianas, Lutero exhorta a los príncipes alemanes a implantar un sistema de enseñanza obligatoria, estatal y gratuita, para todos sus súbditos. Su demanda se basa en dos argumentos: cada creyente individual debía estar en condiciones de poder leer por sí mismo la Biblia y, por otra parte, la nación alcanzaría más fácilmente el progreso material y espiritual con unos ciudadanos instruidos y bien integrados en la sociedad. Algo similar cabe afirmar del resto de reformadores. Por eso sostienen Abbagnano y Visalberghi que la Reforma constituyó un impulso decisivo hacia:

  1. La afirmación del principio de la instrucción universal.

  2. La formación de escuelas populares, destinadas a las clases pobres.

  3. El control casi total de la instrucción por parte de las autoridades laicas.

  4. Una creciente fisonomía nacional de la educación en los diversos países 4. Page 701

Conocidos y notables son también los encendidos alegatos y discursos de Juan Amós Comenio, forma latinizada de Komensky (1592-1670), perteneciente a la Unidad de Hermanos Moravos (seguidores de Juan Hus), en defensa de la educación para todos. Este prolífico escritor y pensador checo es considerado como el profeta y el primer y principal teórico de la moderna escuela pública y democrática. El gran lema de su vida fue «enseñarlo todo a todos», lo que se denomina el ideal «pansófico». En su obra Pampedia aconseja vivamente que la educación se imponga «a todos -naciones, estados, familias, personas, jóvenes y viejos, ricos y pobres, nobles y plebeyos, hombres y mujeres-, en todo -que abarque todo lo que pueda hacer prudente y feliz al hombre- y universalmente -la educación hará que todos encuentren la verdad que les permita caminar por las vías de la rectitud 5. Digno de mención es también el reformador escocés y discípulo de Calvino, Juan Knox, que implantó una escuela al lado de cada iglesia, como estrategia de evangelización. En la iglesia puritana de Massachussets se introdujo en 1647 la enseñanza gratuita.

La reacción católica a la Reforma protestante también empezó a ver en la educación un medio idóneo para llevar a cabo la Contrarreforma y reforzar la unidad de la Cristiandad. Hay que destacar en este marco histórico el papel de la Compañía de Jesús (Jesuitas), fundada con tres objetivos: propagar la fe (las misiones), luchar contra los herejes y educar a los jóvenes. A imitación suya, y a veces en competencia con ella, surgen otras Órdenes religiosas dedicadas asimismo a la educación de las clases acomodadas en unos casos (Barnabitas, Oblatos, Ursulinas y, algo más tarde, la Congregación del Oratorio) o en otros (Oratorianos de San Felipe Neri, Escolapios y Hermanos de las Escuelas Cristianas, sobre todo) con dedicación a la educación o reeducación de los niños pobres y de las clases populares.

2.2. El Siglo de las Luces

No obstante, las voces y esfuerzos pioneros de los siglos XVII y XVIII seguía considerándose como normal que sólo pudieran tener acceso a la educación las clases dirigentes y que hubiera escuelas Page 702 diferenciadas para ricos y para pobres, ya que la enseñanza era algo privado. La nobleza utilizaba preceptores para la educación de sus hijos, el clero disponía de sus propias escuelas para la formación de sus miembros, y el pueblo llano apenas recibía instrucción alguna o, en todo caso, aquella que no entrañara peligro alguno de deserción o, lo que sería peor, de rebelión. El «siglo de las luces» o de la educación se movió, todavía, en medio de muchos claroscuros. Ni los famosos Bills of Rights americanos (el de Virginia de 1776, el primero que contiene un catálogo específico de derechos del hombre y del ciudadano) ni la Declaración Francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) mencionan el derecho a la educación 6. Esto no significa que la idea de la educación universal fuera ajena al pensamiento ilustrado y revolucionario. Siendo diputado de la Asamblea Legislativa el marqués de Condorcet (1743-1794) presentó un Informe (Rapport) o proyecto orgánico de reforma escolar, inspirado en los siguientes principios: instrucción universal, con la mayor independencia posible respecto de la autoridad estatal; libre concurrencia entre instituciones públicas y privadas; predominio de las materias científicas sobre las literarias; coeducación de ambos sexos; división de la instrucción en cuatro grados principales y creación de una Asociación Nacional de Artes y Ciencias al servicio de la educación. Hay que tener en cuenta que Condorcet, como exponente de ese gran movimiento cultural que fue la Ilustración, perseguía el cambio social a partir de la razón y la experimentación, y pensaba que los males sociales eran consecuencia del oscurantismo y la ignorancia. Por tanto, la educación se convierte en el instrumento óptimo para lograr objetivos político-sociales.

Pero su proyecto no llegó a ser aprobado debido a los avatares políticos que llevaron al girondino Condorcet a suicidarse en la cárcel. Lo aprobado por la Convención Nacional (Ley Lakanal de 1794) fue un proyecto más estatal, un sistema nacional de escuelas elementales donde, además de algunos rudimentos culturales, se enseñarían a los muchachos nociones de educación política, procurando inculcarles sentimientos democráticos y patrióticos. Al año siguiente, en Page 703 1795, se procedió a instituir también escuelas medias estatales de tipo científico y moderno. Pero la reacción termidoriana y el Directorio descuidaron el sector elemental (la primaria, diríamos) y Napoleón la puso de nuevo en manos del clero, al mismo tiempo que reorganizó la secundaria con una orientación «clásica» que, a su juicio, era la más adecuada para formar buenos súbditos. De esta forma, comentan Abbagnano y Visalberghi, los ideales educativos de la Ilustración salieron completamente derrotados en el terreno de la práctica (o.c., p. 386). Estos mismos autores nos recuerdan que, tanto en Francia como en Inglaterra, en el siglo XVIII, la realidad educativa contrastaba tristemente con el florecimiento cultural del «Siglo de las Luces». La escuela elemental casi no existía; la escuela media se fue encaminando lentamente hacia una mayor modernidad, pero seguía siendo una escuela de privilegiados; y las universidades se mantenían en su mayoría extrañas al movimiento ilustrado (ibid., 384).

2.3. Los avances del siglo XIX

Los nuevos escenarios de la economía y la política (la industrialización y la democratización) y las nuevas fuerzas y actores sociales (el proletariado, los diversos socialismos, sin...

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