Migraciones y cambio demográfico: la inviabilidad de los enfoques parciales de las políticas migratorias

AutorAlfonso Dubois
CargoProfesor Titular UPV/EHU Hegoa
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La segunda mitad del siglo XX ha puesto de manifiesto la tremenda versatilidad e imprevisibilidad de las migraciones internacionales. Los procesos migratorios han superado o sorprendido, en la mayoría de los casos, las predicciones de los políticos de los países receptores. No cabe duda que ello se debe a las fuertes dinámicas de cambio del escenario internacional, y sin duda es un argumento importante. Pero también hay que considerar como un factor de esa imprevisión a la estrecha visión, o, mejor dicho, la visión interesada o sesgada con que los países receptores enfrentan el fenómeno de las migraciones.

Este artículo pretende reflexionar sobre esta tendencia a querer encapsular las migraciones dentro de unos parámetros que responden a los propósitos de quienes lo formulan, olvidando la realidad de las mismas, lo que conduce a que las políticas que se practican resulten no sólo estériles para esas pretensiones, sino negativas para los intereses de todas las partes. Recientemente este sesgo interesado ha aparecido cuando se ha querido encontrar en las migraciones un atajo para resolver las consecuencias de los efectos de los cambios poblacionales. Partiendo de esta preocupación, se hará una síntesis del debate sobre las relaciones entre el tratamiento de las migraciones y las consecuencias de los cambios de población en los países más ricos.

Con esta reflexión se quiere también contribuir a tomar conciencia de la necesidad de hacer un especial esfuerzo por entender las nuevas formas de las migraciones internacionales. Aunque en cada caso y en cada momento histórico, las migraciones presentan nuevas formas, es decir, nunca se repiten; sin embargo, hoy en día parecen darse suficientes indicios para afirmar que los cambios que se están dando auguran una nueva era de características muy diferenciadas de épocas recientes; y, como las teorías se formulan, por lo general, después de que ocurran los hechos, puede que estos cambios sean también el preludio de una nueva era en las formas de reflexionar sobre la migración (Castles, 2000). No hace falta decir que el escenario de la globalización ofrece un argumento importante para defender esta afirmación.

El artículo se compone de dos partes, en la primera se presentan las referencias centrales desde donde deben entenderse las migraciones hoy en día; en la segunda se exponen las tendencias actuales demográficas y el debate planteado en torno al papel que puedan desempeñar las migraciones para contrapesar las mismas.

  1. Las características de los procesos migratorios en el actual escenario de cambio

    1.1. El volumen de los flujos migratorios

    La primera observación sobre los cambios producidos tiene que ser una referencia obligada a la cuantificación de los flujos migratorios. No tanto porque falten datos o existan dudas sobre el alcance real de los mismos, como porque sigue existiendo en la sociedad una falsa percepción sobre su magnitud que se tiende a exagerar, la cual se alimenta acríticamente con las noticias cotidianas sobre la llegada de inmigrantes y la amenaza que suponen.

    Hay, pues, que subrayar que el cambio más significativo no se ha producido, al menos a nivel global, en su dimensión cuantitativa. Desde una perspectiva histórica, se pueden encontrar situaciones en el pasado que han producido flujos mucho mayores. Ahora bien, es cierto que desde 1945, y especialmente desde fines del decenio de 1970, el volumen y la importancia de la migración internacional ha aumentado con rapidez. Pero la situación a comienzos del siglo XXI queda reflejada en que sólo una de 35 personas es migrante internacional.

    Las cifras de Naciones Unidas (UNDP, 2001) indican que los valores relativos de las migraciones continúan siendo relativamente bajos, lo que no quiere decir que en casos determinados de países o regiones no se haya producido un incremento significativo. Si bien el número absoluto de migrantes internacionales ha aumentado de manera importante, pasando de 75 millones en 1965 a 175 en 2000, ello no supone un aumento de su peso sobre el total de la población mundial, que ha pasado de ser, respectivamente, el 2,3% y el 2,9%. Es decir, los flujos migratorios no han aumentado más que la población mundial, o en todo caso muy ligeramente, lo que dicho en otros términos, las migraciones no suponen un peso mayor que hace cuarenta años1.

    Los flujos anuales se estiman que suponen entre 5 y 10 millones de migrantes, que incluyen tanto a los legales como a los indocumentados, lo que significa más o menos el 10% del crecimiento anual de la población mundial. En cualquier caso, tanto en sus términos totales como en el flujo anual, los datos sobre el comportamiento de los flujos de migrantes internacionales indican que siguen siendo una minoría (IOM, 2003). Esto no quita que para algunas fuentes y autores consideren que hay suficientes elementos para pensar que en el siglo XXI su importancia será todavía mayor, a medida que la movilidad de la población aumente en volumen y adopte nuevas modalidades2.

    A lo anterior y a modo de contrapunto para encuadrar el análisis que se haga de los actuales flujos migratorios, hay que tener en cuenta dos referencias. Una, la importancia de las migraciones internas, de la que se habla muy poco y cuya magnitud es mucho mayor que la migración internacional. En estos cuarenta años pueden darse numerosos ejemplos de la importancia de las migraciones internas, como el caso de la India, donde solamente en 1981 las personas que se desplazaron dentro del país fueron 200 millones, es decir, el doble del número de migrantes internacionales en el mundo en ese momento. Se estima que en la segunda mitad de los ochenta migraron internamente entre 750 y 1.000 millones de personas.

    Dos, las migraciones internacionales tienen como receptores tanto a países desarrollados como a países en desarrollo. En el apartado siguiente se verá como en términos absolutos, los países en desarrollo reciben más migrantes que los países desarrollados, si bien su peso sobre la población total de los países receptores es claramente menor en los primeros que en los segundos. Pero lo que conviene señalar es que las migraciones no son un fenómeno exclusivo de los países desarrollados.

    Ahora bien, el hecho de relativizar el fenómeno migratorio en cuanto a su magnitud, no significa restar importancia a las consecuencias que esos flujos suponen tanto para los países emisores como receptores y dejar de reconocer que ha sido un factor sin el que resultaría imposible entender la historia social y económica de todas las regiones del mundo.

    1.2. Nueva distribución geográfica de las migraciones

    Si no puede hablarse de la existencia de un fenómeno novedoso en lo que respecta a la masificación de la emigración, por lo menos considerada como porcentaje de la población, donde sí se han producido transformaciones significativas es en lo que podemos llamar la geografía de las migraciones. Aunque ya se ha señalado al inicio que una de las características de las migraciones a lo largo de la historia ha sido su versatilidad, lo que significa que se han producido cambios continuos en los orígenes y destinos de los flujos, sin embargo en cada época quedaban bien definidos quiénes eran los países emisores y quiénes los receptores, y, además, generalmente podían identificarse ciertas características para cada uno de los dos polos. En definitiva, cabía hablar de patrones de migración.

    Las últimas décadas han destrozado ese esquema y ya no se pueden singularizar las corrientes entre unos y otros países; hoy las migraciones se han expandido por todas partes y no es posible establecer pautas que encasillen sus comportamientos. Ya no cabe hablar de migraciones de países pobres a países ricos como el referente que explica su dinámica. Los flujos se producen entre los llamados países en desarrollo, como entre estos y los países desarrollados o como entre estos últimos. En definitiva, todas las regiones del mundo se hallan inmersas en procesos migratorios, como emisores, como receptores o cumpliendo los dos papeles simultáneamente.

    Algunos datos para comprender mejor el alcance de este cambio. Mientras que en los años cincuenta y sesenta había 53 países cuyo balance migratorio era cero, en la última década del siglo, solamente 11 de 187 países tenían un balance neto cero. La OIT clasifica a 67 países como principales receptores y a 55 como principales suministradores de migrantes, cuando en 1970 esa misma clasificación contenía, respectivamente, 39 y 29; y 15 países aparecen en ambas categorías. Dicho en pocas palabras, la inmensa mayoría de los países participan en el proceso migratorio.

    Como se ha indicado antes, en términos absolutos la mayor parte de la migración se produce entre los países menos desarrollados, donde en 1990 recibieron el 56% del total de migrantes, si bien actualmente el porcentaje se ha invertido y cerca del 60% de las migraciones se dirigen a los países ricos. En términos relativos, el peso de estos flujos para los países desarrollados suponía el 4,6% de la población, frente al 1,6% en los países en desarrollo. En todo caso, estos datos deben interpretarse teniendo en cuenta que los porcentajes globales incluyen las poblaciones de China e India, que por sí solas suponen más de dos mil millones de personas, lo que distorsiona la realidad de la migración en muchas regiones en desarrollo. Existen muchos ejemplos de países en desarrollo con fuertes presiones migratorias, mayores que las que tienen los países ricos. Así, Costa Rica, con una población de poco más de tres millones, recibe actualmente en su territorio a casi medio millón de nicaragüenses; en Africa al Sur del Sahara, son cientos de miles de personas de Mali y Burkina Fasso que emigran a los países cercanos.

    No es el momento de detallar cómo se ha ido produciendo esa ampliación de la base migratoria, aunque el conocimiento de esas transformaciones en los patrones de las migraciones resulte muy interesante para mostrar la...

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