Delincuencia juvenil y TDAH

AutorMarta María Aguilar Cárceles
Páginas133-155

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Marta María Aguilar Cárceles

Profesora Contratada Doctor de Derecho Penal y Criminología

Universidad de Murcia

Sumario: I. La curva delincuencial. 1. Inicio, persistencia y desistencia. 2. Factores de riesgo. III. TDAH y trastornos disruptivos, del control de los impulsos y de conducta. 1. Impulsividad, TDAH y criminalidad. 2. Trimorbilidad TDAHTOD-TC. 3. Otras psicopatologías comórbidas. IV. Consideraciones finales: neurociencia y responsabilidad. V. Conclusiones.

La curva delincuencial

Tomando como referencia la afirmación realizada por Farrington al indicar que «la delincuencia sería parte dentro de un gran síndrome de comportamiento antisocial que comienza en la infancia y que tiende a persistir en la adultez», a la que añade, «parece ser un continuo a lo largo de tiempo, donde el comportamiento antisocial en el niño tiende a llegar a ser antisocial en la adolescencia y después a un adulto antisocial, justo cuando este último llega a producir otro niño antisocial» 1, no puede pasar inadvertido el tratamiento infanto-juvenil en la comprensión de la trayectoria delincuencial, principalmente si la misma va acompañada, desde sus inicios, de un diagnóstico clínico.

Precisamente conforme a esto último se pronuncia la Asociación de Psiquiatría Americana (APA) al indicar que la delincuencia juvenil haría alusión a un fenómeno caracterizado por la presencia de determinados hechos o actos delictivos, los cuales suelen conllevar violencia y desarrollarse por menores inadaptados o que han manifestados serías dificultades de adaptación y de adopción a las normas socialmente establecidas en una cultura concreta 2. Afirmación que todavía se toma en mayor consideración cuando de sobra es conocida la influencia de la APA en el ám-

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bito de la Psiquiatría y Psicología, principalmente en lo que atañe a la delimitación o clasificación de las psicopatologías.

En este sentido, la literatura científica no cesa en su intento de hallar la causa última del delito, o mejor dicho, en conocer aquel conjunto de factores que potencian su comisión y que hacen posible el dar una explicación coherente a la trayectoria delincuencial. Concretamente, el presente trabajo se establece sobre la necesidad de poner de manifiesto la relevancia de la consideración de los factores patognomónicos o sintomáticos en la explicación de la carrera criminal, donde la comorbilidad clínica viene a delimitar una gran parte de ilícitos cometidos por aquellos sujetos que presenten dichas alteraciones. Del mismo modo, su relevancia se hace evidente en la comprensión de la responsabilidad criminal, donde las neurociencias empiezan a abrirse camino en la explicación de tales acciones. Así, dicho ello, la hipótesis de partida se establece sobre los elementos delimitadores o favorecedores del comienzo, continuidad y desistencia de la carrera delincuencial en quien padece una alteración psíquica.

Conforme a lo anterior, extrapolando la psicopatología al campo de la criminalidad en sus primeras y a veces “prometedoras” manifestaciones, la notificación principal a la hora de comenzar no debe pasar por alto la advertencia de considerar el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) como una patología que, en base a su sintomatología externalizante –concretamente la impulsividad–, mantendrá una importante relación con patologías clínicas vinculadas al comportamiento antisocial y delincuencial, como sería el caso del trastorno oposicionista desafiante (TOD) y el trastorno de conducta (TC) en la adolescencia, y el trastorno antisocial de la personalidad (TAP) y el trastorno relacionado con sustancias (TRS) durante la adultez. En este sentido, el TDAH se configura como un factor de riesgo o, mejor dicho, la impulsividad como síntoma del TDAH se configura como elemento de riesgo en la delimitación de la trayectoria delincuencial futura de quien padece tal diagnóstico.

1. Inicio, persistencia y desistencia

Diversos estudios de investigación han revelado que la prevalencia de la delincuencia incrementa desde la infancia tardía hasta la adolescencia, presentando su pico en esta última y decreciendo consiguientemente en la entrada de la adultez (conocido comúnmente como la “curva de la edad del delito”). Concretamente, el desarrollo de la carrera criminal se afianza en la adolescencia y decrece en la adultez 3, pudiendo situar el pico de edad en los 18 años (horquilla entre los 17-19 años) 4.

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En base a ello, y en términos generales, autores como Redondo Illescas y Garrido Genovés indican lo siguiente: i) la mayor frecuencia anual suele referirse a delitos no violentos, ii) un amplio porcentaje de sujetos que inician la carrera en la infancia-adolescencia tienden a desistir (40%-60%), iii) la delincuencia violenta incrementaría más tardíamente y habría un menor número de casos anuales de este tipo, y iv) trascendencia de los factores de riesgo relacionados con la privación social (p.ej. pertenencia a minorías, vivienda en barrios desfavorecidos, etc.) 5.

En lo que respecta a su vinculación con el TDAH se entienden extensibles los datos citados, donde la cronicidad y consecuencias más severas en relación a la trayectoria criminal no sólo dependerán de la comorbilidad con trastornos como el TOD o el TC, sino también del momento en que la sintomatología comienza a manifestarse. El inicio temprano será en mayor medida predictor de un peor pronóstico en sujetos con aquél diagnóstico. En este sentido, centrando la cues-tión en su vinculación con la carrera delictiva, Loeber y Farrington refieren que el inicio temprano o anterior a los 13 años de edad en este tipo de comportamientos incrementará el riesgo de una caracterización de la delincuencia como más seria o severa, violenta y crónica 6.

Siguiendo con los autores previamente mencionados, el establecimiento más temprano de la delincuencia aumentaría la probabilidad de la comisión de delitos crónicos y severos en el futuro, duplicando e incluso triplicando su probabilidad frente a aquellos sujetos de inicio tardío. Indican además que existe una importante evidencia acerca de que el TDAH se relacionaría con el inicio temprano de problemas de conducta e influiría en el riesgo posterior de aquél tipo de actos, no siendo así para aquella muestra de sujetos diagnosticados con TDAH pero sin problemas de conducta asociados 7.

En línea con lo anterior, la carrera delincuencial tendría una mayor persistencia o continuidad en aquellos individuos en los que las manifestaciones criminales son más tempranas (7 y 12 años), rango de edad coincidente con el empleado por la APA para el diagnóstico de TDAH 8.

Por último, en relación a lo previamente expuesto cabría realizar los dos siguientes matices:

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i) Cuando se habla de “curva de la edad del delito” se hace referencia al conjunto de comportamientos disruptivos, antisociales o no normativos, pero en ningún caso se llega a estimar el valor de responsabilidad exigible o equiparable al de los adultos en el sentido de dotar a dicho colectivo de un mayor proteccionismo en cuanto a la tutela dispensada por el Estado.

ii) La coincidencia del declive a partir de los 18 años con la consideración de dicha edad como la mayoría de edad en España, pues en términos cronológicos –que no madurativos–, a partir de la misma se tendrá en consideración su tratamiento penal en idéntico sentido al que se toma en población adulta.

2. Factores de riesgo

Siguiendo con los postulados de la Psicología del Desarrollo, los factores riesgo serían una variable esencial a la hora de comprender el posible desarrollo de los primeros comportamientos disfuncionales en cada etapa evolutiva. De esta forma, los factores de riesgo podrían definirse como aquel conjunto de factores que favorecen o precipitan una determinada situación no prevista inicialmente para el individuo o, dicho de otro modo, aquél conjunto de factores sin los cuales la probabilidad de ocurrencia de un determinado comportamiento hubiera sido menor 9. Concretamente dentro de este campo, la necesidad de su delimitación se asienta en la importancia de conocer qué posibles variables repercuten en mayor medida en la probabilidad de comisión de delitos en el futuro, entendiendo que tal identificación sería la clave en el establecimiento de las medidas de prevención adecuadas. De la misma manera, esta propuesta podría llegar incluso a ser más ambiciosa, entendiendo no solo la diferente influencia en cada uno de los sujetos, sino que cada uno de los factores podría a su ver favorecer la comisión de unos delitos más que otros 10. Con todo ello, la concreción de cuáles serían los factores de riesgo y el porqué de su identificación se consideraría imprescindible para la posterior instauración de los correspondientes controles y medidas de prevención.

Siguiendo a Farrington y Welsh, la delimitación conceptual de los factores de riesgo haría referencia a la capacidad de predicción de futuras ofensas en pre-

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sencia, durante la infancia, de determinadas variables. Concretaemnte, refieren que la mayoría de estudios realizados hasta la fecha se aplican a la valoración de los factores individuales, familiares, grupo de iguales, estatus socioeconómico, así como del estado civil del sujeto o a la presencia o ausencia de empleo, habiendo prestado especial interés en los últimos años a las influencia de la comunidad y del propio vecindario. Se trata de un conjunto de factores que, medidos durante la infancia y adolescencia señalan el riesgo de desarrollar determinadas conductas ilícitas en el futuro, más que la actual inclinación...

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