Prevención de la delincuencia según las hipótesis de la autoeficacia para delinquir

AutorEugenio Garrido Martín - Jaume Masip Pallejá - Carmen Herrero Alonso
Páginas93-110

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1. Presentación del problema

El rumbo «oficioso» tomado por la teoría cognitivo social respecto a la delincuencia se ha centrado en los mecanismos de su aprendizaje y en la autoeficacia para resistir las tentaciones de los compañeros que quieren introducirles en la conducta desaprobada por la ley o por la sociedad.

Frente a esta postura se está demostrando, en los estudios del Departamento de Psicología Social y Antropología de la Universidad de Salamanca, que la autoeficacia para delinquir es la variable que mejor explica la delincuencia. Si se ignora este hecho, que ensambla perfectamente con la teoría cognitivo social, pueden perderse caminos para evitar la delincuencia.

2. Prevención policial

Si la autoeficacia es específica, se entiende que cada delincuente haya aprendido su manera específica de cometer el delito. De hecho, el análisis factorial de la conducta delictiva mostraba distintos constructos o factores para cometer delitos. En la explicación de cada una de las categorías de los delitos se ha visto cuáles de estos factores intervienen en cada una de las categorías de conductas desviadas. Pues bien, esta especificidad es la que permite trazar perfiles, y permite a la policía seguir la huella del delincuente mediante el estudio de su modo de proceder. Tendríamos pues, un buen fundamento para la prevención policial del delito. Esta es la prevención que solemos utilizar para proteger nuestra vida y hacienda: no abrir un correo electrónico que nos parece peligroso, poner alarmas en nuestros pisos, ingeniar candados y cerramientos a prueba de alunizajes.

Se ha visto también, cómo los delincuentes, aún sintiéndose ca- paces de ejecuta conductas en contacto directo con las personas, prefieren cobijarse bajo situaciones en las que sean difícilmente identificables. Esto nos ofrece una nueva pista para asegurar vidas yPage 94haciendas: no dar facilidades al delincuente. Así, estará más inseguro de su éxito. Desde un punto de vista psicológico puede ser tan efectivo poner el signo de que se tiene instalada una alarma como haberla instalado realmente. Y dentro de este modo racional de actuar del delincuente, hemos de pensar que él se pone en nuestro lugar, que construye la realidad social como nosotros la construimos. Por ejemplo, sabe que llevando apariencia de persona honrada no sospechará de él la policía (Garrido, 1993), lo que debería servir para que la policía no haga controles de seguridad en función de la apariencia física, sino basándose en criterios más racionales, como el antiguo método de diezmar a los transeúntes.

Con seguridad que esta afirmación es una obviedad. O no. El artículo de Garrido (1993) publicado en la Revista científica del Cuerpo Nacional de Policía, tiene su origen en un curso impartido para acceder a Comisario General. Se centraba el curso en la justicia procedi- mental. A modo de ejemplo, se presentaron dos posibles maneras de pedir el carné de identidad. Una manera, la más habitual, la de exigir a unos ciudadanos sí y a otros no, sin otra explicación adicional, que mostraran su carné y respondieran a otras preguntas. Frente a este control no razonado, se presentaba el de diezmar a la población, lo que exigiría que hombres y mujeres, ancianos y niños fueran identificados diciéndoles que se estaba haciendo un control para la seguridad ciudadana siguiendo un orden aleatorio. Al finalizar la unidad lectiva, se permiten las preguntas. Una de las manos levantadas era la de un Comisario Jefe de una Comisaría. Comenzó a alabar al profesor por sus conocimientos de estudios, autores, teorías, explicaciones teóricas. El Profesor, experimentado en estas situaciones, entendió inmediatamente que detrás de la alabanza esperaba un ataque terrorífico. Se apoyó sobre la pared, miraba fijamente a su interlocutor en espera del final de la pregunta. Efectivamente, la alabanza primera no había sido más que la excusa para formular la crítica descalificadora de todo lo que la lección había tratado de enseñar: la justicia procedimental. El Comisario experimentado afirmó que el profesor universitario tenía poca idea de lo que es la práctica de un control de seguridad. «Por ejemplo, expuso el Comisario, ¿cómo vamos a controlar a la anciana de 90 años que arrastra con trabajo su carrito de la compra y dejar pasar al joven sucio, barbudo, pelo enmarañado y largo, vestimenta destallada y zapatos extraídos del último contenedor? Se nota, remató, que de vida práctica tiene poca experiencia». Las caras sonrientes y lasPage 95miradas chispeantes de los compañeros demostraban que esa era una pregunta demoledora y victoriosa. El Profesor se quedó callado, recostado sobe la pared y mirándoles a cara. Dejó pasar unos segundos. ¡Qué largos son a veces los segundos! El profesor se adelanta sobre la tarima y responde: «No sabía que tuviera tan buenas cualidades didácticas. Usted ha sintetizado en un ejemplo profesional lo que he explicado acudiendo a estudios científicos. Ha entendido que los delincuentes conocen también las “pintas” que no deben llevar para ser controlados. Los ciudadanos normales, cuando nos piden el carné sin darnos explicaciones, nos sentimos molestos porque no nos dan expli -caciones de por qué a nosotros sí y al que pasa al lado no. Nos pegun -tamos ¿es que tengo “pinta” delincuente? Como no hallamos respuesta, pensamos que la policía actúa arbitrariamente. Si tuviéramos explicación, apreciaríamos su profesionalidad y estrategia, y aumentaría la disposición a colaborar. Además, ¿en qué se funda usted para decir que sólo son delincuentes los que los que lo parecen? ¿Qué apariencia tiene un delincuente?, porque los estudios dicen que cualquiera puede serlo. Por cierto, ayer salía la noticia de que habían descubierto droga en el carro de la compra de una anciana de 82 años. Sigo pensando que profesionalmente si ustedes siguen un sistema aleatorio pero fijo, que se puede explicar en sus grandes rasgos tienen más probabilidades de encontrar delincuentes, que si continúan con los sesgos que los estudios que he expuesto. No encuentro ninguna razón científica y profesional que no aconseje un procedimiento justo en el modo de actuar la policía. Pero, repito, usted ha entendido perfec -tamente lo que yo he querido expresar».

Uno se maravilla con los controles de la Guardia Civil en carretera. Ante la señal de control el conductor reduce la velocidad hasta el límite en que puede reconocérsele su apariencia. El/la guardia civil observa al conductor y si, es mayor, le indica con la mano o la linterna que prosiga. El conductor mira a su alrededor y observa la semejanza de los controlados. En verdad, a uno le surgen sentimientos encontrados. Contento porque no le han parado, pero ofendido porque es una manera de llamarte viejo. Menos mal que los radares no entienden de apariencias, están programados para medir la velocidad y carecen de programas inteligentes que aprecien la calidad aparente del conductor. El radar es más justo que la Guardia Civil.

Cuando la policía utiliza sus creencias estereotipadas sobre la apariencia de las personas que pueda cometer el delito que están inves-Page 96tigando, concede al delincuente la baza de sentirse autoeficaz para cometerlo.

3. Ineficacia del endurecimiento de las penas

Una de las preguntas que nos hacemos todos es la prevalencia o, incluso, aumento de aquellos delitos a pesar de habérseles aumentado las penas. Por ejemplo, estamos preocupados con los delitos entre sexos. La sociedad está alarmada con el aumento de la delincuencia entre miembros de la misma familia. Pero, ¿se percata el legislador de que cada año son más las mujeres asesinadas por sus parejas? ¿Se cree que con endurecer las penas van a disminuir estos delitos? La teoría cognitivo social, la autoeficacia para delinquir dice que no. Y explica por qué los delitos que tienen mayor resonancia en los medios aumentan en las estadísticas anuales. Desde la teoría cognitivo social, y especialmente desde la teoría de la autoeficacia para delinquir, ha de pensarse que son muchas las personas que viven sus relaciones en pareja como un infierno, o como un campo de posesión, que les gustaría llegar a terminar con él o a impedir que «pase a manos ajenas», o a manos neutrales. Pero no se atreven a dar el paso final. Cuando tienen conocimiento de que otras personas, cuya historia se asemeja mucho a la suya, han tomado una decisión, llegan a la conclusión: «si él / ella ha podido, yo también puedo». Y la autoeficacia, como se ha demostrado en otros campos, es la variable que mejor explica la conducta. En este caso, la conducta delictiva. Nunca una dificultad vence a la persona que se considera capaz de hacer algo. Tratará de hacerlo con el menor riesgo, pero lo hará. Es característica de los autoeficaces crecerse ante las dificultades. En el caso del endurecimiento de las penas, son obstáculo que se convierten en retos personales. En la cárcel, careciendo de tareas interesantes en las que arrebatarle el aburrimiento al tiempo, el delincuente piensa en sus posibles errores para no volver a cometerlos. Explora con su imaginación sendas y modos nuevos para sortear la vigilancia de la ley. Tantas veces las...

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