El debate constituyente

AutorJosé Martínez de Pisón

La muerte de Franco el 20 de noviembre de 1975 abrió un nuevo período en la historia contemporánea española no exento, desde un principio, de incertidumbres y dudas sobre el sistema político que se instauraría. Dudas e incertidumbres sembradas por el mismo testamento político del dictador en el que se proclama que todo estaba “atado y bien atado”, dejando su legado político a un político fiel a su régimen personal y autoritario como era Arias Navarro; dudas e incertidumbres que provenían de las inciertas expectativas políticas generadas por quien estaba llamado a sucederle con el título de Rey, el entonces príncipe Juan Carlos; dudas e incertidumbres sobre la posición política de las fuerzas que sostuvieron durante décadas al régimen. Y, en fin, dudas e incertidumbres derivadas también del juego político que seguirían los perdedores de la guerra civil, de las clases y de quienes habían estado marginados en el transcurso de la dictadura personalista de Franco. Finalmente este período de tiempo, que se ha dado en llamar “transición”, concluyó con la instauración de un régimen democrático homologable con las democracias de nuestro entorno.

La evolución política durante la transición no fue, desde luego, lineal, ni homogénea. A la vista de los diferentes acontecimientos que sucedieron desde 1975 hasta la aprobación de la Constitución, no parece que hubiera un plan programado previamente de los pasos a seguir. No parece que hubiese unas previsiones de los diferentes actos hasta alcanzar el objetivo deseado de pactar una constitución democrática. Más bien, parece que muchos aspectos se estuvo al albur de las circunstancias y que se reaccionó y tomaron decisiones a la vista de hechos que, a la postre, fueron decisivos. Aunque, por supuesto, hubo personas y personajes que estuvieron en el lugar y en el momento oportuno para materializar el proceso de reforma política, no se puede ignorar ni la existencia de poderosas fuerza afectas al régimen fenecido y, por lo tanto, de fuertes resistencias, ni que la sociedad española, las clases trabajadoras, los estudiantes, los intelectuales, etc. apostaban decisivamente por una modernización de las estructuras políticas, por una democratización.

Vista así la transición, pueden entenderse mejor alguno de los actos del proceso: desde la caída en desgracia de Arias Navarro y el ascenso de Adolfo Suárez, hasta la aprobación de la Ley de Reforma Política por unas Cortes poco democráticas, etc. Quizás, uno de lo que mejor definió la clave del proceso fue uno de sus protagonistas M. Roca i Junyet cuando en 1978 afirmó que “en su singularidad, España ha generado un nuevo modelo: por la reforma hacia la ruptura”. En eso consistió la transición: una transformación radical del sistema político, pero sin enfrentamientos violentos, el paso de un sistema a otro, de una legalidad a otra sin traumas ni rupturas. De la ley a la ley.

De todo esto, puede colegirse la complejidad del proceso. Comparto plenamente la siguiente tesis: “Suele olvidarse a menudo que el proceso de democratización estuvo expuesto a graves peligros, que hubo momentos en que pareció que las fuerzas que apoyaban la persistencia del franquismo iban a conseguir la destrucción del tránsito democrático. No se subraya lo suficiente, a mi juicio, que la transición se caracterizó por una extraordinaria complejidad como consecuencia de un proceso de refundación del estado, esto es, de la creación de una nueva forma de Estado sometida a una doble, profunda y extraordinaria evolución política: por una parte, transformación del viejo Estado autoritario en otro democrático; por otra, desmantelamiento de una organización territorial rígidamente centralizada y sustitución por otra ampliamente descentralizada” (Puelles 2000, 28).

Un hecho controvertido es el de la duración de la transición. En efecto, los estudiosos sobre este período no se ponen de acuerdo respecto a la duración temporal de la transición. Hay quienes mantienen que, en realidad, el cambio de un régimen personalista y autoritario a uno democrático se estaba preparando desde los años finales de la dictadura. Otros mantienen que empezó con la muerte del dictador. En líneas generales, no hay acuerdo ni sobre la fecha de inicio ni sobre la fecha de su final. Con todo, lo que está claro es que la elaboración, votación y promulgación de una nueva Constitución ocupa un papel central en el transcurso de este período.

Y en la elaboración de esta Constitución, como en los debates públicos, la cuestión educativa, como la discusión sobre la libertad religiosa, fue sin duda objeto de polémicas y de enfrentamientos entre enfoques bien distintos. Como se ha puesto de manifiesto en numerosas ocasiones, éstas y otras cuestiones también polémicas fueron finalmente superadas a través de famoso “consenso”. El...

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