Una crítica cultural materialista

AutorJosé Manuel Romero Cuevas
Páginas85-99

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La crítica cultural ocupa un lugar central en la producción teórica de W. Benjamin y está vinculada íntimamente con sus intereses filosóficos y políticos más profundos. Es en este contexto que se torna comprensible la orientación materialista que este autor confirió a su crítica de la cultura burguesa. Esta crítica se articuló como desvelamiento del carácter cultual y aurático del arte moderno burgués, como aproximación a las virtualidades progresivas de los medios de producción cultural de masas, como rastreamiento en la producción cultural de los sueños y anhelos de un mundo mejor del colectivo social y como desconfianza respecto del modo en que los cauces establecidos de transmisión cultural consagran como eminentes unos y no otros productos culturales (la producción cultural de unos grupos sociales y no de otros). En líneas generales, la crítica cultural de Benjamin asumió como tarea el cuestionamiento de los modos tradicionales, clasistas y excluyentes, de producción y recepción cultural y el impulso de una concepción de la producción artística que concediera a los individuos excluidos de la alta cultura no sólo la posibilidad de comportarse como receptores activos, como público que, divirtiéndose, juzga y critica, sino de convertirse ellos mismos en productores culturales. Un ámbito importante en que se movió además su crítica cultural fue definido por su proyecto de interpretación dialéctica del universo de objetos de esa fase primera de la modernización capitalista, en el siglo XIX, en que comenzaron a aplicarse en la arquitectura y en la elaboración de mercancías las nuevas técnicas de producción industrial, cuyo significado político progresivo quería hacer apropiable por el colectivo social de su tiempo.2De la multiplicidad de temas y ámbitos en los que se desplegó la crítica cultural de Benjamin, voy a tratar aquí, sin voluntad de sistematicidad, tres aspectos. En primer

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lugar, voy a realizar una aproximación tentativa a una problemática que por su complejidad sobrepasa los límites de un artículo, a saber, la relación entre cine y experiencia social en el planteamiento de Benjamin. Me voy a contentar con presentar tal problemática, esbozando una interpretación de la misma, dejando abierta la posibilidad (y quizá la necesidad) de interpretaciones alternativas. En segundo lugar, voy a tratar brevemente la cuestión de si la crítica cultural de inspiración benjaminiana necesita sustentarse, como apuntó Benjamin en un importante texto, en la idea de inconsciente colectivo, cuyas imágenes oníricas impregnarían los productos artísticos y culturales, o si puede apoyarse en una noción menos problemática. Para terminar, voy a contrastar la concepción de la tradición de Benjamin con la de H.-G. Gadamer, para poner de manifiesto el alcance de la valoración del pensador berlinés del modo en que los cauces de transmisión cultural dominantes condicionan la actitud del crítico cultural ante los productos culturales transmitidos por tales cauces como eminentes. Con esta aproximación a face-tas diversas de la obra de Benjamin quisiera realizar una aportación en la defensa de las virtualidades de una forma de crítica cultural que, en su vocación materialista, arremetió contra la fantasmagoría de la cultura burguesa (esa concepción de la cultura que la abstrae de las condiciones de su producción y transmisión) y apostó por la constitución como sujetos críticos de los excluidos hasta entonces de la producción y la recepción cultural. Con ello se pretende reivindicar una interpretación de la obra de Benjamin que, a diferencia de determinadas lecturas de las últimas décadas que se presentan a sí mismas como posmodernas,3coloca en su centro una problemática que propiamente es moral y política.

1. El cine y la experiencia moderna

En este apartado quisiera discutir una determinada lectura, que actualmente se va tornando influyente, del famoso texto de Benjamin La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. Esta lectura se apoya en una impactante afirmación de Benjamin («El cine se mostraría así como el objeto actualmente más importante de esa ciencia de la percepción que los griegos denominaron estética»)4para sostener que el núcleo teórico de este texto es una concepción de los medios de producción cultural de masas como determinantes de la forma de experiencia del colectivo social en el marco de la sociedad moderna.5Desde esta perspectiva, los medios de masas habrían transformado la estructura de nuestra percepción hasta tal punto que habría llegado a funcionar para el colectivo como auténtico aparato categorial que definiría el modo en que percibe la realidad

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social. Voy a ensayar aquí una lectura diferente que va a proponer que para Benjamin el papel de los medios de masas sobre la experiencia, aun siendo importante, no llega al extremo de haber devenido constitutivos de los parámetros de la experiencia colectiva en la modernidad. Se va a mostrar el modo en que el autor berlinés defendió a su modo el alcance de los efectos de tales medios y trató de forjar las herramientas teóricas para su reorientación en un sentido pedagógico-político. A continuación, voy a exponer algunas de las ideas de Benjamin sobre el cine para contrastar su posición respecto de esa concepción sobrevaloradora y, por ello, difícil de sostener, de los efectos de los medios de masas que algunos autores parecen atribuirle.

Benjamin afirma, anticipando ideas posteriores de Th.W. Adorno y F. Jameson y continuando planteamientos de G. Simmel y S. Kracauer, que «el modo y manera de la percepción sensorial» de «las colectividades humanas» se modifican al ser transformadas sus condiciones históricas.6Estas condiciones históricas no tienen que ver primeramente sin embargo con las técnicas aplicadas a la producción cultural. Tales condiciones son sociales en sentido amplio: de ahí que sostenga Benjamin que en los cambios de la percepción sensorial se pueden «poner de manifiesto las transformaciones sociales que hallaron expresión» en ellos.7Si para Benjamin la signatura que define las modificaciones en su tiempo en el modo de percepción puede ser entendida como «desmoronamiento del aura» (el aura estaría asociada a la experiencia de la unicidad y autenticidad de determinadas realidades; en el ámbito artístico remite al modo característicamente moderno de experiencia de la obra de arte auténtica y original8), entonces su tesis es que se pueden poner de relieve «sus condicionamientos sociales».9Y en tales condicionamientos Benjamin no enumera como instancia determinante al cine ni a ningún otro medio de masas. Estas condiciones tienen que ver en cambio con la transformación de la sociedad en sociedad de masas,10lo cual tiene como sustento, para un Benjamin que ha aprendido de G. Simmel y se siente cercano a posiciones marxistas (sobre todo de G. Lukács), tanto transformaciones técnicas de la producción en la dirección de la configuración de un capitalismo industrial (la producción en serie, uso de cadenas de montaje, empleo masivo de máquinas, regulación estricta temporal y espacial de la actividad de los trabajadores en la fábrica...) como transformaciones de la vida urbana (surgimiento de un consumismo de masas, mercantilización de las relaciones sociales, nuevos medios de transporte, nuevas técnicas y materiales de construcción, la transformación del espacio urbano según criterios mercantiles orientados al consumo de masas...) y de la vida pública (sobre todo, el surgimiento de una democracia basada en partidos de masas en pugna que tiende a promover líderes agresivos y de vocación autoritaria). Al en-tender que la signatura de la transformación de la experiencia en nuestro tiempo es el desmoronamiento del aura está asumiendo en definitiva una particular versión de la tesis weberiana del desencantamiento como signatura de los tiempos modernos: y para el dialéctico que pretende ser Benjamin tal desencantamiento va a poseer tanto una dimensión destructiva como una progresiva y prometedora.

En esta aproximación al tema aún no hemos tocado el papel que juega el cine en este proceso. Lo que Benjamin afirma es, por un lado, que el cine ha enriquecido nuestro mundo perceptivo permitiéndonos profundizar en la naturaleza de nuestra percepción. Y ello porque, gracias a las virtualidades técnicas de la cámara cinematográfica (sobre todo, por su capacidad de ampliación de la imagen de los objetos y de ralentización de los

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movimientos), nos permite acceder a aquello que, por la rapidez con la que se desarrolla en la vida cotidiana o por lo reducido de su tamaño, no llegamos a distinguir en su complejidad y su riqueza de detalles. En tanto que nos permite acceder a aquello que es visto pero no de manera consciente, gracias a la cámara podemos experimentar lo que Benjamin denomina nuestro «inconsciente óptico».11Por otro lado, y esto resulta más interesante para nuestro tema, sostiene que el cine, como los demás medios basados en la reproductibilidad técnica, «modifica la relación de la masa para con el arte. De retrógrada, frente a un Picasso por ejemplo, se transforma en progresiva, por ejemplo cara a un Chaplin».12El efecto del cine en el marco de la sociedad del primer tercio del siglo XX es «el de apoyar una crítica revolucionaria de las concepciones que hemos heredado sobre el arte»,13poniendo en crisis el modo de recepción contemplativa que el arte aurático (el arte autónomo moderno) exigía, el cual excluía a las masas no formadas, y posibilitando el acceso de éstas como sujeto crítico al ámbito de la recepción y producción cultural.14Seguramente, esta valoración del cine como medio generador de sujetos críticos, que provoca escepticismo y rechazo no sólo en el lector de hoy sino también en el del tiempo de Benjamin, como demuestran las cartas...

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