El Crimen de los significativos cortes venopunzantes

AutorDr. Bernat-N. Tiffon
Páginas75-91
75
ACTO I. «Infortunios criminológicos»
El Crimen de los significativos
cortes venopunzantes
fIcHA DEl cAsO
Nombre y apellidos (modificados) del Victimario
Maite Alcántara
Edad
25 años
Nacionalidad
Española
Estado civil
Soltera
Nivel académico
Formación Profesional
Profesión
Comercial de seguros
Fecha de perpetración
23 de Fructidor de 2013
Número de víctimas
1 mujer
Parentesco o relación
Ningún parentesco
Modus operandi
Siniestro-Accidente de tráfico –
Conducción temeraria
Arma
Turismo – Vehículo a motor
Lugar del Crimen
Alrededores de Conejera
Antecedentes psicopatológicos
• Trastorno de la Inestabilidad Emocional de la personalidad de tipo Límite
• Trastorno del Control de los Impulsos
• Trastorno de la Conducta Alimentaria (Anorexia – Bulimia)
Trastorno mental en el momento de la perpetración
• Trastorno de la Inestabilidad Emocional de la personalidad de tipo Límite
• Trastorno del Control de los Impulsos
• Trastorno Mental y del Comportamiento debido a la ingesta de sustancias cocai-
nicas.
Archivos delictivo-criminológicos
Dr. Bernat-N. Tiffon
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El AlTERcADO DE Un fAmOsO… ACTOR
Se acababa el verano y una agitada venerable Sra. Camprubí
estaba enarbolada. Se la veía muy afectada y aún no daba crédito
a lo que veía en su móvil. Notificaba lo que le sucedió a la Policía
con traumática desesperación: había recibido un par de comprome-
tidas fotos de un joven desconocido –con cara extravagantemente
singular– que se hallaba desnudo y con el miembro viril erecto en
vertical. El Policía, que rellenaba el formulario de denuncia con los
hechos que describía la entrañable anciana, aguantaba su irónica
sonrisa ante la dramátic a e histriónica escena que la ciudadana le
estaba escenificando en sus instancias:
—¡Mire Caballero, aquí tiene las fotos! ¡Pero qué obscenidad!
¡¿Pero qué guarrada es ésta?! –increpaba crispada y soliviantada la
Sra. Camprubí que se hallaba f uera de sí.
—Le ruego por favor que se tranquilice Sr. Camprubí… –le
comunicó el Policía que le atendía con representada expresión de
paterna comprensión hacia la mujer que se hallaba ya en estado muy
avanzado de su senectud.
—¡¿Pero, ha visto Vd. qué cara tiene el depravado éste?! –
señalaba insistentemente Sra. Camprubí con el dedo índice de su
mano derecha la foto que desprendía de su móvil. A cada golpe de
dedo, su mano izquierda, que aguantaba el móvil, iba bajando de
altura indica ndo el grado de su cólera.
—Sí Sra. Lo veo, lo veo. Por favor, prosigamos con el protoco-
lo y luego le notifico cuál es el siguiente proceso a segui r.
—¡Mire, mire! ¡Tiene cara de Woody Allen pero salido! ¡De-
pravado…!
A los pocos días de este incidente, me llamaba por teléfo-
no Enric Bertolín –un gran Letrado Penalista perteneciente a un
renombrado e importante bufete de Conejera–, con el que acos-
tumbro a colaborar. Enric me exponía concienzudamente el caso
«Woody Allen» y me notificaba que asumía la defensa de su cl iente.
Me solicitaba día y hora de citación para que procediera a vi sitarlo

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