Globalización y crimen organizado. Mecanismos de lucha contra el crimen transnacional: La Inteligencia

AutorRubén Herrero De Castro Y Raquel Barras Tejudo
CargoUniversidad Complutense de Madrid; Instituto Universitario Gutiérrez Mellado
Páginas99-122

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El mundo está cambiando inexorablemente; en los inicios del siglo XXI asistimos a un panorama sin precedentes. El motor de estos cambios es la globalización, puesto que ofrece multitud de oportunidades en el ámbito político, económico, social y cultural, permitiendo el desarrollo de las naciones, nuevas oportunidades, estabilidad, libertad, intercambio de mercancías, ser-Page 100vicios y personas, avances científicos y tecnológicos, masificación de los medios de comunicación y transportes; creando, en última instancia, un mundo interconectado en tiempo real. La creación de una sociedad global, la superación de las fronteras debido a su permeabilidad, y la interdependencia entre los países han dinamitado los antiguos paradigmas de seguridad, basados en la dicotomía Oeste-Este, creando un nuevo escenario estratégico y de seguridad global que se antoja irreversible (Feal, 2006).

El terrorismo, la proliferación de armamentos NBQR (nuclear, biológico, químico y radiológico) y los conflictos armados comportan potenciales y lucrativos escenarios para la presencia y actuación del crimen organizado, instituyéndose como un problema de primer orden contra las democracias y la seguridad internacional, como se desprende de las acciones emprendidas por algunos organismos internacionales1. Este artículo pretende indagar en la creciente peligrosidad que constituye el crimen transnacional, componiendo el cuadro de la «mundialización» de las actividades delictivas a través de los conglomerados mafiosos más destacados.

El texto parte de la interconexión del crimen organizado, de cómo las otrora mafias locales o nacionales se han globalizado y se han convertido en redes criminales empleadas en diversas actividades delictivas, con centros neurálgicos en las principales ciudades del mundo. ¿Cómo es este nuevo tipo de actor?, ¿qué grado de poder real tienen estas redes hoy?, ¿cómo deben ser combatidas estas nuevas amenazas?, ¿pueden los servicios de inteligencia asumir la lucha activa contra este fenómeno?

Actualmente se asiste a una discusión pública relevante alrededor de conceptos como «libertades públicas», «sistemas democráticos», «servicios de inteligencia y seguridad», tanto dentro como fuera de los Estados. Es necesario por tanto acomodar los recursos existentes en materia de seguridad e inteligencia a los desafíos actuales, en particular al crimen organizado, y con-Page 101seguir una mejor relación entre la seguridad que necesitamos y los instrumentos de que disponemos para proporcionar dicha seguridad. Entendiendo por ésta «que la gente puede llevar adelante su vida diaria con libertad y confianza», según ha indicado recientemente sir David Omand.

El artículo se divide en tres apartados: el primero aporta una breve descripción de la incidencia de la globalización en el crimen; el segundo muestra el escenario de actuación de estas redes a gran escala; el último, un análisis de de los planes de prevención y soluciones para combatir estas redes a través de la coordinación entre los organismos y las agencias de inteligencia de los países.

1. Globalización y crimen organizado

Las ventajas que se desprenden de la globalización, están irremediablemente destinadas a ser utilizadas de forma perniciosa. La internacionalización multiplica intrínsecamente los riesgos y las amenazas. Los acontecimientos del 11 de septiembre fueron solo un reflejo de esta nueva situación. Así, problemas como el terrorismo, el narcotráfico, el lavado de dinero, el tráfico de seres humanos, las redes de prostitución, las extorsiones, la piratería, etc. se acentúan y se expanden parapetándose en el anonimato y la extraterritorialidad propios de la economía globalizada.

La delincuencia organizada transnacional supone una amenaza creciente para las economías lícitas y es un factor desestabilizador del tejido social y democrático de la sociedad. Las Naciones Unidas incluyeron este nuevo desafío en su lista de tareas, articulando la «Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional» y sus tres protocolos adicionales: Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres y niños; Protocolo contra el tráfico ilícito de emigrantes por tierra, mar y aire; Protocolo contra la fabricación y el tráfico ilícitos de armas de fuego, sus piezas y componentes y municiones2. Asimismo, la Unión Europea ha incluido en su «Programa de la Haya» la lucha contra este fenómeno, elaborando una estrategia global para la prevención y lucha contra la delincuencia organizada.

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La noción de crimen organizado es muy compleja. Naciones Unidas define organización criminal como: «a structured group of three or more persons, existing for a period of time and acting in concert with the aim of committing one or more serious crimes or offences [...], in order to obtain, directly or indirectly, a financial or other material benefit»3. En el ámbito europeo existen definiciones previas4 a la creación del concepto estratégico, que incluye desde los conocimientos básicos para reducir la delincuencia organizada hasta la prevención, las medidas coercitivas, la cooperación judicial y el fortalecimiento de las relaciones exteriores debido a la interrelación de temas prioritarios en materia de lucha criminal.

La comparación de la normativa de diversos países (código penal canadiense, alemán, o de algunos estados americanos) pone de manifiesto una dualidad legislativa a la hora de definir y delimitar el alcance de estos grupos criminales. Por un lado, algunos países realizan una condena individualizada de las personas a partir de la catalogación de los actos ilícitos. Por otro, la pertenencia a una banda tipificada como «criminal» comporta delito, independientemente de la actividad a la que se dedique, ya sea extorsión, trata de blancas, tráfico de drogas, blanqueo de dinero, etc. En función de esta doble perspectiva encontramos códigos penales minimalistas, donde la tipificación de crimen es muy reducida; o, por el contrario, donde se detallan minuciosamente las así denominadas «actividades criminales».

En este sentido, Naciones Unidas identificó en 1995 hasta dieciocho categorías de «delitos trasnacionales», y tipificó el terrorismo como crimen trasnacional. Estos delitos son: lavado de dinero; actividades terroristas; robo de arte u objetos culturales; robo de propiedad intelectual; tráfico ilícito de armas; secuestro de aeronaves; piratería marina; fraude; crímenes por medio de ordenadores; crímenes ambientales; trata de personas; tráfico de órganos humanos; narcotráfico; bancarrota fraudulenta; infiltración de negocios legales; corrupción; soborno de funcionarios públicos, y soborno de dignatarios de partidos políticos.

Los grupos terroristas suponen una amenaza transnacional al igual que las organizaciones criminales. La discrepancia a la hora de incluir las actividades terroristas en las actividades criminales radica en factores como: motivaciónPage 103asociada con fines políticos e ideológicos (Burke, 1790); competitividad con el Estado; reclamación de la atención de los medios; utilización de un tipo de violencia indiscriminada (Thomas, 2004: 50-52). Del mismo modo, existen similitudes entre el crimen organizado y el terrorismo, ambos operan de forma secreta; usan métodos extremadamente crueles e intimidatorios; usan técnicas similares (secuestro, asesinato, extorsión, «impuestos revolucionarios»); controlan desde el grupo al individuo; emplean entes legales, por ejemplo, negocios (Thomas, 2004: 40).

Existe una clara relación entre grupos terroristas, actividades ilícitas y organizaciones criminales, donde el principal nexo de unión radica en la búsqueda de fondos a través de actividades ilícitas como la droga, el blanqueo de dinero, el tráfico de armas, etc. El narcoterrorismo es un ejemplo claro: las FARC en Colombia o los muyahidin en Afganistán. Por lo tanto, la delincuencia organizada y el terrorismo mantienen vínculos muy estrechos, y suponen grandes desafíos para la sociedad.

Las características definitorias de una organización criminal son: la búsqueda del beneficio económico, como objetivo primordial; poseer una estructura fuertemente jerarquizada; actuar continuadamente en el tiempo; utilizar la fuerza; crear restrictivos canales de selección; proveer bienes ilegales; recurrir a la corrupción frente a los poderes públicos; funcionar a través de códigos de honor y secretismo que respetan escrupulosamente. Respecto a las actividades llevadas a cabo por estos grupos, podemos tipificarlas según su especialización (Resa Nestares, 2006) o sector: operaciones viciosas (prostitución, tráfico de drogas, armas y personas, blanqueo de dinero, juego), fraude, falsificación (dinero, documentos, obras de arte, marcas registradas); para realizarlas, usan estrategias delictivas como el robo, la extorsión, el chantaje, el secuestro, la intimidación, etc.

La jerarquía en estos grupos es un factor determinante, puesto que muta en función de unos intereses. Así, encontramos organizaciones con una cabeza central y estrictos códigos disciplinarios, y, al mismo tiempo, bandas organizadas que se asocian a otras para una determinada acción, y que se disuelven posteriormente (Pérez Salazar, 2007). Incluso se puede identificar una trayectoria de asociación entre personas de similar etnia, nacionalidad o estrato social, que operan en un territorio determinado. Y, al mismo tiempo, grupos de miembros heterogéneos que operan en «sucursales» regionales con cierto grado de autonomía.

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Los conflictos presentes y pasados, las fronteras permeables, la actitud de algunos gobiernos nacionales ineficaces, una creciente cultura de la impunidad, así como la obtención de beneficios de forma fácil, el exiguo control sobre el...

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