Corriente alterna de Octavio Paz, fragmentos

AutorOctavio Paz
Páginas141-174
244
Corriente alterna
, fragmentos*
OCTAVIO PAZ
ADVERTENCIA
La mayoría de los textos que aparecen en este libro fueron publicados en revistas
hispanoamericanas y europeas bajo el título general de Corriente alterna. Corres-
ponden a dos períodos: uno que va de 1959 a 1961 y otro de 1965 al primer tri-
mestre de 1967. Fue excluido el ensayo sobre Sade porque es parte de otro libro en
preparación. Decidí agrupar estas reflexiones sobre la actualidad no por orden
cronológico de redacción y publicación, sino en tres partes: la primera, consagra-
da a la literatura y el arte; la segunda, a ciertos temas contemporáneos (drogas,
ateísmos); la tercera, a problemas de moral y política. Espero que, a pesar de su
aparente dispersión, sea visible la unidad contradictoria de estos fragmentos; to-
dos ellos apuntan hacia un tema único: la aparición en nuestra historia de otro
tiempo y otro espacio. Creo que el fragmento es la forma que mejor refleja esta
realidad en movimiento que vivimos y que somos. Más que una semilla, el frag-
mento es una partícula errante que solo se define frente a otras partículas: no es
nada si no es una relación. Un libro, un texto, es un tejido de relaciones.
O. P.
Delhi, a 10 de marzo de 1967
I
¿QUÉ NOMBRA LA POESÍA?
Se ha comparado la poesía con la mística y con el erotismo. Las semejanzas son
indudables; no lo son menos las diferencias. La primera y más decisiva es la signifi-
cación o, mejor dicho, el objeto: aquello que el poeta nombra. La experiencia mística
—sin excluir a la de sectas ateas, como el budismo y el jainismo primitivos— impli-
ca la noción de un bien trascendental; la actividad poética tiene por objeto, esencial-
mente, el lenguaje: cualesquiera que sean sus creencias y convicciones, el poeta nom-
bra a las palabras más que a los objetos que éstas designan. No quiero decir que el
universo poético carezca de significado o viva al margen del sentido; digo que en
* Fragmentos del libro de Octavio Paz, Corriente alterna, Ciudad de México, Siglo XXI Editores, 19ª ed.
1990, pp. 1, 5-28, 39-44, 69-75, 91-99, 212-223.
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TRÍPTICO DE LA POESÍA Y LA CRÍTICA: OCTAVIO PAZ, EFRAÍN HUERTA Y JOSÉ REVUELTAS
poesía el sentido es inseparable de la palabra, es palabra, en tanto que en el discurso
ordinario, así sea el del místico, el sentido es aquello que denotan las palabras y que
está más allá del lenguaje. La experiencia del poeta es ante todo verbal; o si se quiere:
toda experiencia, en poesía, adquiere inmediatamente una tonalidad verbal. Es algo
común a todos los poetas de todas las épocas pero que, desde el romanticismo, se
convierte en lo que llamamos conciencia poética: una actitud que no conoció la
tradición. Los poetas antiguos no eran menos sensibles al valor de las palabras que
los modernos; en cambio, sí lo fueron al del significado. El hermetismo de Góngora
no implica una crítica del sentido; el de Mallarmé o el de Joyce es, ante todo, una
crítica y, a veces, una anulación del significado. La poesía moderna es inseparable de
la crítica del lenguaje que, a su vez, es la forma más radical y virulenta de la crítica de
la realidad. El lugar de los dioses o de cualquier otra entidad o realidad externa, lo
ocupa ahora la palabra. El poema no tiene objeto o referencia exterior; la referencia
de una palabra es otra palabra. Así, el problema de la significación de la poesía se
esclarece apenas se repara en que el sentido no está fuera sino dentro del poema: no
en lo que dicen las palabras, sino en aquello que se dicen entre ellas.
No se puede leer de la misma manera a Góngora y a Mallarmé, a Donne y a
Rimbaud. Las dificultades de Góngora son externas: gramaticales, lingüísticas,
mitológicas. Góngora no es oscuro: es complicado. La sintaxis es inusitada, vela-
das las alusiones mitológicas e históricas, ambivalente el significado de cada frase
y aun de cada palabra; vencidas estas asperezas y sinuosidades, el sentido es claro.
Otro tanto ocurre con Donne, poeta no menos difícil que Góngora y más denso.
Las dificultades de Donne son lingüísticas y, asimismo, intelectuales y teológicas.
Una vez en posesión de la llave, el poema se abre como un tabernáculo. La com-
paración no es casual: los mejores poemas de Donne encierran una paradoja ca-
mal, intelectual y religiosa. En los dos poetas las referencias se encuentran fuera
del poema: en la naturaleza, la sociedad, el arte, la mitología o la teología. El poeta
habla de algo que está fuera del poema: el ojo de Polifemo, la blancura de Galatea,
el horror a la muerte, la presencia de una muchacha. La actitud de Rimbaud, en
sus textos centrales, es radicalmente distinta. Por una parte, su obra es una crítica
de la realidad y de los «valores» que la sustentan o la justifican: cristianismo, mo-
ral, b elleza ; por la ot ra, es una tentativ a por fundar una nueva realidad: una nueva
fraternidad, un nuevo erotismo, un hombre nuevo. Todo esto será obra de la poe-
sía, «la alquimia del verbo». Mallarmé no es menos sino más riguroso. Su obra —si
es que puede llamarse obra a unos cuantos signos sobre unas cuantas páginas,
restos de un viaje y de un naufragio sin paralelo— es más que una crítica y que
una negación de la realidad: el reverso del ser. La palabra es el reverso de la reali-
dad: no la nada sino la idea, el signo puro que ya no designa y que no es ni ser ni
no-ser. El «teatro espiritual» —la Obra o Palabra— no solo es el doble del univer-
so: es la verdadera realidad. En Rimbaud y en Mallarmé el lenguaje se interioriza,
cesa de designar y no es símbolo ni mención de realidades externas, trátese de
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objetos físicos o suprasensibles. Para Góngora la mesa es «cuadrado pino» y para
Donnela Trinidad cristiana es «bones to philosophy but milk to faith». El poeta
moderno no dice al mundo sino a la Palabra sobre la que el mundo reposa:
Elle est retrouvée!
Quoi? Leternité.
C’est la mer allée
Ave c le sol eil.
La dificultad de la poesía moderna no proviene de su complejidad —Rimbaud
es mucho más simple que Góngora o Donne— sino de que exige, como la mística y
el amor, una entrega total (y una vigilancia no menos total). Si la palabra no fuese
equívoca, diría que la dificultad no es de orden intelectual sino moral. Se trata de
una experiencia que implica una negación —así sea provisional, como en la medi-
tación filosófica— del mundo exterior. Para decirlo de una vez: la poesía moderna
es una tentativa por abolir todas las significaciones porque ella misma se presiente
como el significado último de la vida y el hombre. Por eso es, a un tiempo, destruc-
ción y creación del lenguaje. Destrucción de las palabras y de los significados, reino
del silencio; pero, igualmente, palabra en busca de la Palabra. No faltará quien se
encoja de hombros ante esta «locura». Sin embargo, desde hace más de un siglo,
algunos espíritus solitarios, entre los más altos y ricos de dones que hayan visto ojos
de hombre, no han vacilado en consagrar su vida a esta empresa insensata.
FORMA Y SIGNIFICADO
Las verdaderas ideas de un poema no son las que se le ocurren al poeta antes de
escribir el poema sino las que después, con o sin su voluntad, se desprenden natu-
ralmente de la obra. El fondo brota de la forma y no a la inversa. O mejor dicho:
cada forma secreta su idea, su visión del mundo. La forma significa; y más: en arte
solo las formas poseen significación. La significación no es aquello que quiere
decir el poeta sino lo que efectivamente dice el poema. Una cosa es lo que cree-
mos decir y otra lo que realmente decimos.
HOMENAJE A ESOPO
Todo lo que nombramos ingresa al círculo del lenguaje y, en consecuencia, a la
significación. El mundo es un orbe de significados, un lenguaje. Pero cada pala-
bra posee un significado propio, distinto y contrario a los de las otras palabras. En
el interior del lenguaje los significados combaten entre sí, se neutralizan y se ani-
quilan. La proposición: todo es significativo porque todo lenguaje puede invertir-
se: todo carece de significación porque todo es lenguaje. El mundo es un orbe, etc.
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