Las cooperativas en dirección a la sostenibilidad económica, social y medioambiental

AutorAlejandro Martínez Charterina
Cargo del AutorCatedrático de la Universidad de Deusto
Páginas95-103

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La156 ciencia de la economía, al menos a partir de la definición de Lionel Robbins157en 1932, aceptada por la doctrina económica desde entonces, como el estudio de la conducta humana que trata de satisfacer necesidades ilimitadas con recursos escasos, nos invita a la eficiencia macroeconómica.

Dado que no podemos satisfacer todas nuestras necesidades, que consideramos de la forma más amplia posible, como equivalentes a deseos, y como tales ilimitadas, siendo los recursos de que disponemos escasos y susceptibles de usos alternativos, una conducta racional, característicamente humana, nos aconseja ordenar nuestras necesidades por su importancia y aplicar los recursos a su satisfacción eficientemente, disponiendo el mínimo de recursos para cada necesidad para satisfacer el mayor número posible de ellas y alcanzar el máximo posible de nuestros deseos.

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Al mismo tiempo somos conscientes de que nuestras economías no aprovechan eficientemente sus recursos disponibles porque soportamos tasas de desempleo a veces muy elevadas, y equipo capital que no está siendo utilizando de forma constante sino solamente durante las horas de trabajo real de las empresas. Esto nos invita a pensar que en conjunto podemos hacer las cosas de forma más eficiente económicamente.

Esta eficiencia macroeconómica o del sistema en su conjunto que estamos considerando se puede trasladar conceptualmente a las diversas unidades económicas y plantear así la idea de eficiencia microeconó-mica o empresarial.

La empresa, como unidad de producción, actúa eficientemente si realiza su actividad aprovechando sus recursos al máximo. Y si lo consideramos desde un punto de vista monetario, estamos tratando de reducir los costes hasta el mínimo para conseguir que los beneficios se hagan máximos.

Las empresas capitalistas, familiares en su origen, pudieron aumentar su dimensión reuniendo capitales gracias a la legislación de sociedades por acciones, y para el tiempo de la llamada segunda revolución industrial, finales del siglo XIX, había múltiples sociedades de gran tamaño e incluso sociedades de presencia internacional.

La evolución continuó a lo largo del siglo XX, haciéndose presentes las multinacionales a partir del final de la segunda guerra mundial, primero las norteamericanas, y después de muchos otros países, incluso de países en vías de desarrollo. Estas multinacionales se calificaron de transnacionales para destacar con ello la falta de una nacionalidad de hecho así como

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la existencia de una transversalidad de conductas que permitiría acomodarse a las legislaciones más convenientes a sus propios intereses, y vinieron a inquietar notablemente a unas sociedades que veían crecer el poder de tales empresas más allá incluso de los poderes públicos de muchos países.

Sin duda por ello en este tiempo se empezaron a considerar aspectos negativos de estas empresas para la sociedad como el deterioro del medio ambiente por la acción de estas empresas, o las condiciones de trabajo en los países emergentes, o los escándalos relacionados con fugas de capitales, los movimientos internacionales buscando la menor tributación, los paraísos fiscales, etc. De este modo se han ido desarrollando teorías durante la segunda mitad del siglo XX acerca del balance social, los códigos de conducta, y lo que hoy consideramos responsabilidad social de las empresas que supera la idea de la empresa como un ente aislado de la sociedad que solo debe satisfacer a sus propietarios.

Muchos de los estudios que se hicieron fueron dejando de tener interés en la medida en que no condujeron a ningún cambio, como la elaboración de códigos de conducta por y para las empresas multinacionales que, en ausencia de una capacidad coercitiva, no tuvieron ninguna aplicación en la práctica.

Pero también se fueron formando diversas posiciones doctrinales que al paso del tiempo han permitido asentar posturas diferenciales que han desembocado en la idea de una responsabilidad social empresarial (RSE), presente indudablemente, con mayor o menor acogida, en la sociedad de nuestros días.

Así pues, con muchas variaciones y muy diver-sos acentos en la doctrina, se pueden identificar dos

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grandes grupos de teorías que revelan posiciones antagónicas acerca de los objetivos de la empresa y en consecuencia de la gestión que de la misma debe realizarse.

Por un lado están las teorías defensoras del Shareholder y por otro las del Stakeholder158.

Las primeras, se centran en el shareholder,...

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