Convergencia de la eficiencia energética y las energías renovables: generación distribuida, autoconsumo/autoproducción y balance neto

AutorMasao Javier López Sako
Cargo del AutorProfesor de Derecho Administrativo. Universidad de Granada
Páginas199-226

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I Introducción

El de la electricidad es un sector muy condicionado en su funcionamiento por las especiales circunstancias y condiciones o limitaciones de su suministro. Como es sabido, las características técnicas del bien comercializado hacen necesario, hoy por hoy, que su producción («generación») y su consumo estén en todo momento equilibrados, debido a que la energía eléctrica no se puede almacenar en grandes cantidades y por ello se ha de producir en cada momento la cantidad demandada por los consumidores.

Por otra parte, la electricidad generada ha de transportarse desde las centrales de generación hasta los puntos de consumo, a través de las líneas de transporte y de distribución. Al viajar la electricidad por estas líneas se va perdiendo energía en forma de calor debido a la resistencia que ofrece el conductor eléctrico. Para vencer dicha resistencia y reducir las pérdidas se sube la tensión (o «voltaje») a la que circula la electricidad y se utilizan materiales altamente conductores.

Los sistemas eléctricos tradicionales han consistido mayoritariamente en un esquema basado en la producción de electricidad en grandes centrales de gene-ración (de carbón, gas natural, nucleares, hidráulicas, etc.) normalmente alejadas de los puntos de consumo. Las grandes distancias que la energía producida debe recorrer a través de la red de transporte para llegar a la red de distribución y finalmente a los puntos de consumo, junto con las fuentes de energía o formas de generación generalmente utilizadas, hacen que estos sistemas sean ineficientes y de elevado impacto ambiental.

El IDAE (Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía, organismo adscrito al Ministerio de Industria, Energía y Turismo, a través de la Secretaría de Estado de Energía) lo ha expresado así: «el sistema eléctrico tiene una estructura fuertemente centralizada y jerárquica: grandes centrales de generación normalmente alejadas de los puntos de consumo, conectadas con estos a través

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de un esquema jerárquico de redes de transporte y distribución. Esta estructura es intrínsecamente ineficiente y propicia la insolidaridad, además de plantear problemas de seguridad de suministro. En efecto, no solo tenemos que tener en cuenta las pérdidas asociadas al transporte y distribución de electricidad a través de grandes redes, sino que la proliferación de grandes instalaciones distantes de los centros de consumo dificulta considerablemente -imposibilita en la mayor parte de los casos- el aprovechamiento del calor residual de los procesos de generación de electricidad, es decir, la cogeneración. Así, el rendimiento global del sistema energético sigue siendo muy bajo, a pesar de las mejoras tecnológicas de las últimas décadas. La insostenibilidad de esta estructura actual es evidente»1.

Frente al sistema descrito se han ensalzado las ventajas y los beneficios de la generación distribuida y el autoconsumo. El primer concepto consiste en la implantación de instalaciones de pequeña potencia, descentralizadas y conectadas a las redes de distribución, cercanas a los puntos de consumo y que utilizan gene-ralmente fuentes de energía renovables, idóneas para este tipo de generación por el carácter necesariamente autóctono y diseminado que en muchos casos tiene su aprovechamiento (por ejemplo, la energía solar, la eólica o la geotérmica)2.

El autoconsumo (o, dicho de otra manera, la autoproducción) se da cuando el consumidor consume instantáneamente la energía que produce en el propio punto de consumo3. Pero es muy difícil que el autoproductor pueda ajustar y equilibrar en todo momento la energía que consume y la energía que produce sin utilizar algún sistema de almacenamiento, y los sistemas de almacenamiento hoy día son aún ineficientes y costosos. De forma que la potenciación del autoconsumo pasa por establecer algún mecanismo de balance neto para que el autoproductor pueda verter a la red de distribución el excedente de energía que no consume o tomar de la misma la energía deficitaria cuando su consumo excede su producción. De esta manera participa como productor en el sistema de generación distribuida así como consumidor cuando su consumo supera su producción. El balance neto se define, pues, como aquel sistema de compensación de saldos de energía que permite a un consumidor que autoproduce parte de su consumo eléctrico apoyarse en el sistema para «almacenar» sus excedentes (utiliza la red eléctrica como «colchón», como dice el Plan de Energías Renovables, PER

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2011-2020). Este sistema es especialmente interesante para las instalaciones de generación eléctrica con fuentes renovables no gestionables, como la eólica o la solar, ya que evita la necesidad de acumulación en la propia instalación, lo que es aún costoso e ineficiente.

Las opiniones sobre la generación distribuida y el autoconsumo suelen ser por todo ello positivas: «La generación distribuida presenta enormes beneficios para el sistema eléctrico, a saber: reducción de pérdidas en la red, al evitarse en gran medida el transporte, la reducción entonces de inversiones en nuevas redes y, por ende, reducción de las centrales de producción eléctrica. Todo ello significa gran ahorro en fuentes de energía primaria, y consecuentemente, un gran ahorro económico. Con la generación distribuida, se reduce la demanda energética, pues no sólo responde a la utilización masiva de energías renovables, sino de forma eficiente, al llegar la energía directamente a nuestras casas»4; «La generación distribuida tiene claras ventajas sobre la convencional. Evita las pérdidas en la red -en el caso fotovoltaico, al producir en punta de demanda, del 15%-, con el consiguiente ahorro de energía primaria y de emisiones, y tiene mejor aceptación social. Si, además, la producción es renovable y autóctona, los efectos positivos se multiplican. Adicionalmente, la generación distribuida permite la autonomía energética, aspecto éste muy importante»5. También puede ayudar a reducir la incidencia de apagones (se dice que con sólo 500 MW de energía solar distribuida podría haberse evitado el gran apagón de 2003 del nordeste de EEUU, ahorrando 6.000 millones de dólares al sistema).

No obstante, también existen opiniones matizadas o «con reservas». Por ejemplo, con referencia al autoconsumo se ha destacado que con determinadas configuraciones de diseño tarifario, fomentar el autoconsumo tiene un impacto negativo sobre el bienestar del conjunto de la sociedad y efectos redistributivos adversos; por otra parte, haya o no autoconsumo el sistema eléctrico tiene unos costes fijos de infraestructuras y política energética y ambiental que hay que sufragar en cualquier caso, por lo que al introducir autoconsumo los costes totales de suministro del sistema aumentarán ya que se mantienen los costes fijos pero parte de la energía pasa a suministrarse con una fuente de energía más cara (aunque, como veremos más abajo, esto ya no es así en todos los casos, pues la paridad de red prácticamente se ha alcanzado ya con algunas tecnologías); en cuanto a las inversiones en redes, el autoconsumo no tendría impacto en el corto plazo y dependería de la evolución de la punta de demanda del conjunto del sistema y el volumen de potencia que contrate autoconsumo, teniendo en cuenta que los autoconsumidores previsiblemente querrán conservar su conexión a la red para

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tener garantizado el suministro en todo momento; en relación a las pérdidas de energía en la red, tampoco sería inmediata una reducción gracias al autoconsumo, ya que habrá que tener en cuenta el grado de penetración y ubicación de los autoconsumos, si es en media o baja tensión y el sentido del fiujo de energía6.

Pero los planteamientos expuestos parecen olvidar un principio y objetivo fundamental de la política energética actual de cualquier país: la sostenibilidad energética, que relaciona la energía con el medio ambiente, dos conceptos, materias u objetos de regulación actualmente indisociables. Por supuesto, también es importante la sostenibilidad económica y financiera del sistema energético (¡que nos lo cuenten a los españoles!)7, pero la sostenibilidad desde la perspectiva ambiental, teniendo en cuenta el carácter irreversible que puede llegar a tener el cambio climático, obliga a idear soluciones diversas para afrontar la insostenibilidad financiera que no comprometan la solución del grave problema ambiental global, que depende en gran medida del cambio de paradigma energético actualmente imperante. Y este cambio no se produce solo: hay que prepararlo, promoverlo... y soportar transitoriamente su coste.

Las ventajas de la generación distribuida son reconocidas ampliamente por la propia normativa vigente8, como la Ley 2/2007, de 27 de marzo, de Fomento de las Energías Renovables y del Ahorro y Eficiencia Energética de Andalucía, así como la Ley 1/2007, de 15 de febrero, de Fomento de las Energías Renovables e Incentivación del Ahorro y Eficiencia Energética en Castilla-La Mancha, las cuales recogen el concepto como un principio general de las mismas, en el que basan «la articulación territorial del sistema energético». Más recientemente, la Ley 2/2011, de 4 de marzo, de Economía Sostenible, en su artículo 79, sobre la planificación energética indicativa, prescribe que esta planificación y las posteriores actuaciones de ordenación del sistema energético se orientarán a la consecución del objetivo (entre otros) para el año 2020 de «priorización en la incorporación de instala-

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ciones que incorporen...

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